Delincuencia y narcotráfico

Es necesario pasar a la acción y terminar con tanta desvergüenza e impunidad de los aliados del sistema en nuestras poblaciones. La única forma de acabar con estas lacras es organizarnos; pero no sólo dentro del barrio, ni limitándonos a organizaciones como la junta de vecinos, sino estrechando fuerzas con otras organizaciones de todo tipo, de trabajadores, poblacionales, estudiantiles, y otras. Se debe crear una fuerza superior, invencible para cualquiera que quiera amenazarnos. Este es el primer paso para demostrar el poder necesario para devolver la paz y tranquilidad a nuestros hogares.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº4

Juntos, a enfrentar a los aliados del sistema

La delin­cuen­cia y el nar­co­trá­fi­co son preo­cu­pa­cio­nes mayo­res para nues­tro pue­blo. Sus orí­ge­nes y cau­sas, sin embar­go, son fre­cuen­te­men­te oscu­re­ci­dos. En Chile, es común expli­car su exis­ten­cia por fac­to­res “cul­tu­ra­les”. Por ejem­plo, se seña­la que el con­su­mo de nar­có­ti­cos arran­ca de la cul­tu­ra indí­ge­na de los pue­blos ame­ri­ca­nos. Esto es cier­to sólo en par­te. El uso de alu­ci­nó­ge­nos era de carác­ter ritual, eje­cu­ta­do en cere­mo­nias con fines reli­gio­sos por un gru­po limi­ta­do de per­so­nas. También, con mayor o menor suti­le­za, que debe­mos acep­tar la delin­cuen­cia como par­te de nues­tra idio­sin­cra­sia, como expre­sión de la “avi­va­da crio­lla” o como con­se­cuen­cia del dicho de que “la raza es la mala”. Los pri­me­ros ves­ti­gios de esta ver­da­de­ra ideo­lo­gía apa­re­cen en la “con­tra­pro­pa­gan­da” prac­ti­ca­da en con­tra de los mapu­ches por los espa­ño­les, y que lue­go fue inte­gra­da por la oli­gar­quía al pue­blo en gene­ral, jun­to con el cali­fi­ca­ti­vo de “borra­chos”.

En 1859, ‘El Mercurio’ escri­bía: “el arau­cano es tan de hoy día es tan limi­ta­do, astu­to, feroz y cobar­de al mis­mo tiem­po, ingra­to y ven­ga­ti­vo, como su pro­ge­ni­tor de los tiem­pos de Ercilla; vive, come y bebe licor en exce­so como antes.” Casi sesen­ta años des­pués, en 1916, el mis­mo perió­di­co opi­na­ba: “en Sudamérica Chile se levan­ta como un pue­blo alcohó­li­co, con todos los estig­mas de una deca­den­cia aterradora.”

origen social

No hay nada nue­vo aquí. El cono­ci­mien­to de la reali­dad, sin embar­go, cla­ri­fi­ca los mitos sobre el nar­co­trá­fi­co y la delin­cuen­cia. Conforman una red de indi­vi­duos que per­te­ne­cen a lo más mar­gi­nal del pue­blo; a lo que Marx lla­ma­ba el lum­pen­pro­le­ta­ria­do (pro­le­ta­ria­do en andra­jos), “esa putre­fac­ción pasi­va de las capas más bajas de la vie­ja socie­dad.” Son per­so­nas que inten­tan ser reco­no­ci­das por el esta­tus eco­nó­mi­co obte­ni­do. Olvidan que el pue­blo actúa y juz­ga según reglas mora­les tras­pa­sa­das de gene­ra­ción en gene­ra­ción. Es esta mis­ma moral que impi­de muchas veces denun­ciar­los. Se espe­ra, vana­men­te, que rec­ti­fi­quen el camino, pues muchos de ellos han cre­ci­do en los mis­mos luga­res y su fami­lia es cono­ci­da. Como indi­có Marx, “todas sus con­di­cio­nes de vida lo hacen más pro­pi­cio a dejar­se com­prar como ins­tru­men­to de mane­jos reaccionarios.”

los promotores del narcotráfico

La pri­me­ra gran expan­sión del comer­cio y del con­su­mo de dro­gas, en par­ti­cu­lar su pene­tra­ción en las pobla­cio­nes, se pro­du­jo duran­te la dic­ta­du­ra mili­tar. Ésta la ava­ló y la usó como arma de divi­sión y alie­na­ción. Propició el reem­pla­zo de dro­gas como la marihua­na por otras más ren­ta­bles –y noci­vas – , como la pas­ta base. Los gobier­nos de la Concertación pro­fun­di­za­ron y extre­ma­ron esa polí­ti­ca. Están docu­men­ta­dos los casos en que se pro­te­gió a capos del nar­co­trá­fi­co extran­je­ros; en que se per­mi­tió la entra­da de divi­sas para su “lava­do” en el cir­cui­to finan­cie­ro. Otros ope­ra­do­res de los car­te­les del nar­co­trá­fi­co fue­ron indul­ta­dos e, inclu­so, un pre­si­den­te depar­tió con algu­nos de estos indi­vi­duos. El gran comer­cio inter­na­cio­nal de dro­gas ha lle­va­do a la con­for­ma­ción de gran­des con­sor­cios. Traspasa los már­ge­nes de las orga­ni­za­cio­nes comer­cia­les tra­di­cio­na­les, capa­ces de aliar­se con par­te de la apa­ra­to del Estado ‑poli­cías, jue­ces, alcaldes- para for­mar par­te del capi­tal en su faz “legal”.

una realidad patética

La otra faz del nar­co­trá­fi­co no está ocul­ta, como ocu­rre en su cum­bre. La obser­va­mos todos los días. La dro­ga y sus ven­de­do­res están en todas las pobla­cio­nes. No hay no niño o joven que no sepa dón­de se ofre­ce. La poli­cía tam­bién lo sabe, pero per­ma­ne­ce de bra­zos cru­za­dos, por órde­nes supe­rio­res y por pre­ben­das de los tra­fi­can­tes. Un cara­bi­ne­ro hones­to algu­na vez nos dijo exas­pe­ra­do: “¡no se pue­de hacer nada!”, y con­clu­yó “habría que cam­biar todo para ter­mi­nar con esto”.

El nego­cio de la dro­ga es el de la alie­na­ción. Las espec­ta­cu­la­res reda­das y gol­pes poli­cia­les son par­te del “busi­ness”. Son mon­ta­jes, mate­rial para la TV. Inventan orga­ni­za­cio­nes cri­mi­na­les para des­ba­ra­tar­las, exa­cer­ban y publi­ci­tan sus logros y ganancias.

¿qué hacer?

Ante la desidia de la polí­ti­ca y de sus ins­ti­tu­cio­nes repre­so­ras, sólo nos que­da enfren­tar­nos con la delin­cuen­cia y el nar­co­trá­fi­co. Pero no pode­mos hacer­lo fron­tal­men­te. Hoy cuen­tan con la ven­ta­ja. Amenazan, agre­den y se ins­ta­lan en nues­tros barrios, ate­mo­ri­zan­do y bus­can­do pro­mo­ver el con­su­mo y la adic­ción entre nues­tros niños.

¿Qué hacer? Es nece­sa­rio pasar a la acción y ter­mi­nar con tan­ta des­ver­güen­za e impu­ni­dad de los alia­dos del sis­te­ma en nues­tras pobla­cio­nes. La úni­ca for­ma de aca­bar con estas lacras es orga­ni­zar­nos; pero no sólo den­tro del barrio, ni limi­tán­do­nos a orga­ni­za­cio­nes como la jun­ta de veci­nos, sino estre­chan­do fuer­zas con otras orga­ni­za­cio­nes de todo tipo, de tra­ba­ja­do­res, pobla­cio­na­les, estu­dian­ti­les, y otras. Se debe crear una fuer­za supe­rior, inven­ci­ble para cual­quie­ra que quie­ra ame­na­zar­nos. Este es el pri­mer paso para demos­trar el poder nece­sa­rio para devol­ver la paz y tran­qui­li­dad a nues­tros hogares.

Es este tipo de fuer­za, pode­mos lla­mar­lo poder popu­lar, es el que pue­de anti­ci­par, pre­pa­rar y cons­truir lo que será una socie­dad más jus­ta. Regida por los mis­mos hom­bres y muje­res, que eli­mi­ne todo lo que aten­ta con­tra su bien­es­tar y pro­te­ja lo que es bene­fi­cio­so para cada una de las per­so­nas, para la sociedad.

Este paso, pre­vio, pero nece­sa­rio, debe­mos dar­lo hoy. Las luchas socia­les, por ejem­plo de los tra­ba­ja­do­res y los secun­da­rios, van en esa direc­ción. Hace fal­ta creer más en noso­tros mis­mos, con­fiar más en el otro. El avan­ce hacia una socie­dad más jus­ta está a la vuel­ta de la esquina.

La Estrella de la Segunda Independencia Nº3

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