El primero de nosotros

O’Higgins se destacó entre los otros líderes independentistas en Chile e incluso en América, por su determinación y por su sentido del deber. Su objetivo era la liberación americana. Nada ni nadie lo pudo desviar de su camino. No lo hizo cuando se subordinó al mando de Carrera o cuando su madre es tomada como rehén por los realistas; no lo hizo cuando reconoció la preeminencia de San Martín, como conductor del Ejército de los Andes y de las batallas decisivas de la independencia. O’Higgins se jugó al todo o nada con la conformación de la Escuadra Nacional, arma estratégica de la expedición libertadora del Perú, bastión decisivo de los colonialistas en Sudamérica. No cejó cuando resolvió renunciar y asumir el exilio frente a quienes lo acusaban de dictador. Mantuvo su línea cuando se puso a disposición de Bolívar para luchar junto él en Perú, o cuando abrazó la intención de embarcarse a México para sumarse a la campaña de liberación.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº8

Bernardo O’Higgins

En Agosto se recuer­dan 230 años del nata­li­cio de Bernardo O’Higgins Riquelme.

Mitos y fal­si­fi­ca­cio­nes oscu­re­cen su sig­ni­fi­ca­do his­tó­ri­co. La cla­se domi­nan­te lo repre­sen­ta como “padre de la patria” y como un sím­bo­lo de la auto­ri­dad del Estado. Les con­vie­ne esa repre­sen­ta­ción petri­fi­ca­da del Libertador. Pero la obra de O’Higgins es un pro­ce­so vivo y, has­ta hoy, incon­clu­so. Por eso, los mis­mos que cele­bran y ensal­zan la figu­ra del Libertador, en secre­to, le temen y desprecian.

orígenes

Un moti­vo de la reti­cen­cia inter­na de la bur­gue­sía para con O’Higgins es su ori­gen. Como hijo no reco­no­ci­do por su padre, Ambrosio O’Higgins, un inge­nie­ro y mili­tar irlan­dés que alcan­za­ría uno de los car­gos más impor­tan­tes de la colo­nia, Virrey del Perú, estu­vo siem­pre al mar­gen de los círcu­los domi­nan­tes de socie­dad colo­nial. Sus actua­cio­nes cho­ca­ron con fre­cuen­cia con los intere­ses y modos oli­gár­qui­cos, al pun­to de que, huér­fano de apo­yo y alia­dos, fue derro­ca­do y for­za­do al exilio.

Aún ado­les­cen­te, es envia­do a Inglaterra, don­de rea­li­za, en pre­ca­rias con­di­cio­nes mate­ria­les, sus estu­dios. En el país más pujan­te y avan­za­do de la bur­gue­sía cono­ce a Francisco de Miranda, uno de los prin­ci­pa­les pre­cur­so­res de la lucha inde­pen­den­tis­ta ame­ri­ca­na. El men­tor ins­tru­ye al joven O’Higgins en el pen­sa­mien­to revo­lu­cio­na­rio y le per­mi­te pene­trar en las tareas de la lucha que se ave­ci­na­ría en las pró­xi­mas déca­das. El pro­fe­sor, que par­ti­ci­pó de las tres prin­ci­pa­les revo­lu­cio­nes del cam­bio de siglo ‑la gue­rra de inde­pen­den­cia nor­te­ame­ri­ca­na, la revo­lu­ción fran­ce­sa y los ini­cios del pro­ce­so de eman­ci­pa­ción de América- cum­pli­ría un simi­lar papel for­ma­dor con Simón Bolívar. Pero el joven O’Higgins tam­bién cul­ti­vó a su maes­tro. Le habló de la resis­ten­cia de los mapu­che, cuyo idio­ma domi­na­ba, y expu­so su ejem­plo de lucha como mode­lo para la emancipación.

O’Higgins regre­sa a Chile ya como miem­bro de un gru­po clan­des­tino que tenía como meta la libe­ra­ción de América. Se asien­ta como terra­te­nien­te en Chillán. Allí, sigue desa­rro­llan­do su labor cons­pi­ra­ti­va, y se pre­pa­ra en el arte mili­tar, guia­do por su vecino y cama­ra­da, el ofi­cial irlan­dés Juan Mackenna.

Al ini­cio de la segun­da déca­da del siglo XIX, se des­en­ca­de­nan hechos pro­pi­cios para la libe­ra­ción ame­ri­ca­na. El impe­rio espa­ñol, irre­me­dia­ble­men­te atra­sa­do con res­pec­to a las otras poten­cias euro­peas, tam­ba­lea bajo los gol­pes de Napoleón. Es la hora de actuar. Los cons­pi­ra­do­res pro­po­nen la rea­li­za­ción de cabil­dos simul­tá­neos en Chile y Argentina, como un paso para sacu­dir el domi­nio colo­nial. El pro­pó­si­to se con­cre­ta­ría 1810, pero sin la espe­ra­da coor­di­na­ción. Comienza una lar­ga lucha, car­ga­da de derro­tas momen­tá­neas y del triun­fo final.

Bernardo O'Higgins
Retrato de Bernardo O’Higgins Riquelme

deber

O’Higgins se des­ta­có entre los otros líde­res inde­pen­den­tis­tas en Chile e inclu­so en América, por su deter­mi­na­ción y por su sen­ti­do del deber. Su obje­ti­vo era la libe­ra­ción ame­ri­ca­na. Nada ni nadie lo pudo des­viar de su camino. No lo hizo cuan­do se subor­di­nó al man­do de Carrera o cuan­do su madre es toma­da como rehén por los rea­lis­tas; no lo hizo cuan­do reco­no­ció la pre­emi­nen­cia de San Martín, como con­duc­tor del Ejército de los Andes y de las bata­llas deci­si­vas de la inde­pen­den­cia. O’Higgins se jugó al todo o nada con la con­for­ma­ción de la Escuadra Nacional, arma estra­té­gi­ca de la expe­di­ción liber­ta­do­ra del Perú, bas­tión deci­si­vo de los colo­nia­lis­tas en Sudamérica. No cejó cuan­do resol­vió renun­ciar y asu­mir el exi­lio fren­te a quie­nes lo acu­sa­ban de dic­ta­dor. Mantuvo su línea cuan­do se puso a dis­po­si­ción de Bolívar para luchar jun­to él en Perú, o cuan­do abra­zó la inten­ción de embar­car­se a México para sumar­se a la cam­pa­ña de liberación.

la segunda independencia

Este par­ti­cu­lar sen­ti­do de abne­ga­ción, su suje­ción per­ma­nen­te a la idea de la libe­ra­ción ame­ri­ca­na, es lo que dis­tin­gue a O´Higgins y lo ele­va por enci­ma de otros diri­gen­tes inde­pen­den­tis­tas. Al igual que Bolívar, los pro­pó­si­tos de O’Higgins bus­ca­ban crear de América no sim­ple­men­te una enti­dad polí­ti­ca, sino una nación que sir­vie­ra de ejem­plo para todos los hombres.

Su obs­ti­na­ción por el deber y el alcan­ce uni­ver­sal del pen­sa­mien­to y de la acción liber­ta­ria de Bernardo O’Higgins impi­den que su lega­do sea apro­pia­do por los cla­ses domi­nan­tes. Hoy, el espí­ri­tu de O’Higgins no está en los salo­nes y en las esta­tuas. Está en las calles y pobla­cio­nes, en las fábri­cas y liceos. Es, como dije­ra Gabriela Mistral, “el pri­me­ro de noso­tros”, en su sen­ci­llez, en su dedi­ca­ción incondicional.

O’Higgins murió solo. Su sue­ño no se reali­zó. Dividida en par­ce­las, América no se con­vir­tió en ejem­plo para la huma­ni­dad, sino en el obje­to de saqueo de vie­jos y nue­vos explo­ta­do­res. Comparte ese des­tino con Bolívar, quien no pudo repri­mir la sen­sa­ción de “haber ara­do en el mar”.

Sin embar­go, la pri­me­ra inde­pen­den­cia que for­ja­ron esos hom­bres es el lega­do irre­nun­cia­ble a los nue­vos liber­ta­do­res, los trabajadores.

Mural de O'Higgins
Mural de Bernardo O’Higgins en la ciu­dad de Chillán

Tal como lo vie­ron hace dos­cien­tos años O’Higgins y Bolívar, el obje­ti­vo de la segun­da inde­pen­den­cia de América sólo se pue­de con­ce­bir como una tarea uni­ver­sal. En nues­tra épo­ca, eso sig­ni­fi­ca que la libe­ra­ción de nues­tra patria, Chile y América, debe pro­po­ner­se no sólo una nece­sa­ria trans­for­ma­ción polí­ti­ca y eco­nó­mi­ca sino, sobre todo, derri­bar todas las tra­bas que impi­den la ple­na rea­li­za­ción del hom­bre. Es una tarea de carác­ter emi­nen­te­men­te moral, que va en con­suno con la libe­ra­ción de los tra­ba­ja­do­res en todo el mundo.

Debemos asu­mir ese deber, luchar con todas las fuer­zas, con todo el pue­blo, has­ta cum­plir con la libe­ra­ción defi­ni­ti­va de nues­tro con­ti­nen­te y de la humanidad.

Hoy como nun­ca, O’Higgins nos mues­tra el camino. Como dije­ra Neruda,

estás hoy con noso­tros, eres nuestro,

padre del pue­blo, inmu­ta­ble soldado”.

La Estrella de la Segunda Independencia Nº8

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