El problema ¿mapuche?

La Estrella de la Segunda Independencia Nº18

Una sola lucha

Hoy se habla del “pro­ble­ma mapu­che” como si fue­ra un espec­tácu­lo más. Todos opi­nan, todos quie­ren ser par­te del coro. Por enci­ma de las cabe­zas de los hom­bres y muje­res reales, pres­cri­ben sus diag­nós­ti­cos y tra­ta­mien­tos. La Concertación ‑la mis­ma que apli­có leyes pino­che­tis­tas, la mili­ta­ri­za­ción en La Araucanía, las cár­ce­les, los alla­na­mien­tos y los ata­ques cobar­des a muje­res y niños por una poli­cía con­ver­ti­da en fuer­za de pro­tec­ción de lati­fun­dis­tas; la mis­ma que orde­nó los ase­si­na­tos por la espalda- aho­ra des­cu­bre, por con­ve­nien­cia y oca­sión, su veta huma­ni­ta­ria. El actual gobierno, liga­do ‑también- a los intere­ses de terra­te­nien­tes y capi­ta­les fores­ta­les, pro­me­te un “fon­do de tie­rras” y cam­bios lega­les. Y no son los úni­cos. Muchos escon­den detrás de exhi­bi­cio­nes de sim­pa­tía una anti­gua con­des­cen­den­cia hacia “los indios”. Pero el pro­ble­ma mapu­che no exis­te. Lo que hay es un pro­ble­ma chileno.

el problema chileno

El pue­blo mapu­che fue un pilar fun­da­men­tal de la cons­ti­tu­ción de nues­tra nación. No es casua­li­dad que Bernardo O’Higgins incor­po­ra­ra sím­bo­los mapu­ches en los estan­dar­tes patrios de la pri­me­ra inde­pen­den­cia. Para los Libertadores ‑Bolívar, O’Higgins, Sucre, San Martín- la eman­ci­pa­ción del colo­nia­lis­mo era un pro­ce­so que tras­cen­día la mera sepa­ra­ción polí­ti­ca de España. Concebían la inde­pen­den­cia como la for­ma­ción de una nue­va nacio­na­li­dad crea­da por todos aque­llos que que­rían ser libres y que con­tri­bu­ye­ran a la cau­sa liber­ta­ria. No hubo pre­sun­ción algu­na en la exal­ta­ción de la cul­tu­ra arau­ca­na, sino un inten­to de fun­dar sobre la base de los habi­tan­tes ori­gi­na­rios de Chile una nue­va nación de pro­yec­ción ame­ri­ca­na y universal.

tierra en territorio

Con la derro­ta de este camino, prin­ci­pia el pro­ble­ma chi­leno. La res­tau­ra­ción oli­gár­qui­ca impu­so una cre­cien­te sepa­ra­ción entre la pobla­ción, divi­dien­do a los mapu­ches que vivían en La Frontera del res­to de los habi­tan­tes del país, sin impor­tar su etnia o ascen­den­cia. Los due­ños del país impu­sie­ron su pro­pio muro de Adriano en el sur de Chile. Esta segre­ga­ción sir­vió a los intere­ses de los ricos que con­fi­na­ron a los mapu­ches a una por­ción del país. Convirtieron la tie­rra en terri­to­rio. Pero cuan­do el bene­fi­cio eco­nó­mi­co se hizo paten­te, comen­za­ron a usur­par, a san­gre y fue­go, con enga­ños y men­ti­ras, tam­bién esa par­te de Chile a los mapu­ches. Querían some­ter­los a los dic­ta­dos de los bene­fi­cios eco­nó­mi­cos y del capi­tal. Querían “igua­lar­los”, del mis­mo modo en que el capi­tal borra todo ras­go dis­tin­ti­vo colec­ti­vo e indi­vi­dual, del mis­mo modo en que con­vier­te a la cul­tu­ra y al hom­bre en mer­can­cía. El inten­to de exter­mi­nar al pue­blo mapu­che se ini­cia enton­ces con esa divi­sión naci­da del fra­ca­so del pro­yec­to de la Primera Independencia. Pero el pro­pó­si­to de ter­mi­nar con los mapu­che se man­tu­vo has­ta hoy.

extinción gradual

Con pos­te­rio­ri­dad a la dic­ta­du­ra de Pinochet, que dejó una nue­va este­la de san­gre sobre los cam­pos del sur, se pro­ce­dió a entre­gar tie­rras como un palia­ti­vo y un freno ante la resis­ten­cia mapu­che. Antropólogos, soció­lo­gos e his­to­ria­do­res que, en vez de un pue­blo, sólo veían un obje­to de estu­dio, pro­pi­cia­ron este dise­ño que fue adop­ta­do por polí­ti­cos y buró­cra­tas espe­ra­ban apa­ci­guar los áni­mos… y una taja­da de los fon­dos des­ti­na­dos a finan­ciar las com­pras de terre­nos. Los supues­tos obje­ti­vos “indi­ge­nis­tas” de este plan que­dan des­men­ti­dos con sus efec­tos reales: mien­tras más se sub­di­vi­da la tie­rra, mien­tras más due­ños ten­ga, más rápi­da­men­te se des­va­ne­ce la cul­tu­ra mapu­che. Antecedentes simi­la­res, como los de los pue­blos indí­ge­nas de EE.UU., son tes­ti­mo­nio de esa extin­ción gradual.

Pretendidos repre­sen­tan­tes del pue­blo mapu­che han que­ri­do pro­fun­di­zar o refor­mar esta polí­ti­ca. Tienen en men­te los esque­mas de domi­na­ción impues­tos a los pue­blos ori­gi­na­rios Estados Unidos y Canadá. Aspiran a una “ auto­no­mía” que brin­de a algu­nos de ellos la posi­bi­li­dad de eri­gir­se en admi­nis­tra­do­res y buró­cra­tas indí­ge­nas. Quieren un arre­glo con el sis­te­ma capitalista.

una condición irreductible

Pero a dife­ren­cia de lo que sos­tie­nen estos diri­gen­tes y estu­dio­sos, ser mapu­che no sig­ni­fi­ca ser due­ño de la tie­rra, ni siquie­ra de la recu­pe­ra­da de la usur­pa­ción ile­gí­ti­ma o aque­lla otor­ga­da a modo de com­pen­sa­ción intere­sa­da y falaz. No sig­ni­fi­ca su pose­sión. Simplemente equi­va­le a ser par­te de ella. Esta con­di­ción irre­duc­ti­ble con­vier­te a los mapu­che en un enemi­go mor­tal del sistema.

El pro­ble­ma mapu­che es el pro­ble­ma chi­leno. La sobre­vi­ven­cia de los mapu­che no depen­de de pro­gra­mas guber­na­men­ta­les, no depen­de de cuo­tas espe­cia­les en un par­la­men­to corrup­to, no depen­de de un reco­no­ci­mien­to vacío en una cons­ti­tu­ción podri­da. Depende de la afir­ma­ción de ser un pue­blo y de la volun­tad de ser libres. Es un acto de crea­ción histórica.

Pues, de lo con­tra­rio ¿quién podría pre­ten­der una pro­yec­ción la cul­tu­ra mapu­che sobre la base de las dádi­vas? ¿quién podría afir­mar el orgu­llo de per­te­ne­cer a un pue­blo alti­vo bajo el con­di­cio­na­mien­to y el des­pre­cio ape­nas vela­do de los opre­so­res? Ese modo de exis­ten­cia del pue­blo mapu­che equi­val­dría a su muer­te inexorable.

una sola lucha

Ser mapu­che, hoy, es ser tra­ba­ja­dor, estu­dian­te, pobla­dor, cam­pe­sino, mili­tar; es ser par­te, enton­ces, de la lucha por fun­dar una nue­va nacio­na­li­dad Americana.

Es una sola lucha. La mis­ma que se está dan­do en en los cam­pos, ciu­da­des y las cár­ce­les de la Araucanía. Es la mis­ma lucha que se da en las pobla­cio­nes, en los sin­di­ca­tos, en las uni­ver­si­da­des, en las escue­las de nues­tra patria. Es la lucha del sis­te­ma capi­ta­lis­ta con­tra de quie­nes quie­ren ser libres y dignos.

No se pue­de sal­var la cul­tu­ra mapu­che, si no se sal­va a Chile. Es una lucha inte­gral, por una segun­da inde­pen­den­cia. Este enfren­ta­mien­to tie­ne un carác­ter fun­da­men­tal­men­te ideo­ló­gi­co y moral, pues bus­ca la derro­ta del capi­ta­lis­mo y la crea­ción de una nue­va civi­li­za­ción. Es una lucha que debe­mos librar en todo el terri­to­rio nacio­nal, por­que debe­mos sacar a estos gobier­nos de turno y poner a los tra­ba­ja­do­res en el poder.

Esta ges­ta no pue­de ser ais­la­da; el capi­ta­lis­mo y el sis­te­ma actúan mono­lí­ti­ca­men­te en defen­sa de sus pri­vi­le­gios. La úni­ca mane­ra de sal­var la cul­tu­ra mapu­che, es unir su defen­sa a la lucha deci­si­va de todos los tra­ba­ja­do­res. No hay otro camino.

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