El cambio somos nosotros

No dirá que el mundo está convulso porque, otra vez, la clase trabajadora se ha echado a andar. No señalará que son los explotados, los marginados, los mismos de siempre que se organizan, desequilibran el orden establecido y se preparan para cambiarlo todo. No lo dirá. Pues lo diremos nosotros. Diremos que estamos acá, levantando la dignidad. Que la fuerza de los trabajadores se organiza y se fortalece en el continente americano, en todo el mundo, que nunca más estaremos solos. Les diremos que nunca más tendremos miedo. No lo necesitamos. No podemos temer cuando está en nuestras manos el futuro de nuestros hijos.

Barack Obama, pre­si­den­te de Estados Unidos, ini­cia un peri­plo por nues­tras tie­rras, América.
Se tra­ta de una bre­ve excur­sión al “patio tra­se­ro”, para ver cómo han esta­do las cosas en este tiem­po. Concederá la gra­cia de su pre­sen­cia a El Salvador, Chile y a Brasil. Los demás paí­ses, por dis­tin­tos moti­vos, le cau­san res­que­mo­res. Son, aca­so, dema­sia­do izquier­do­sos, levan­tis­cos, peli­gro­sos, corrup­tos, nar­có­fi­los o, sim­ple­men­te, irrelevantes.

Obama, así está pre­vis­to, dará un dis­cur­so en que mani­fes­ta­rá su visión sobre América y el mun­do. Cabe espe­rar que expon­ga, como lo ha hecho en otras oca­sio­nes, un argu­men­to ele­va­do y, a la vez, realista.

El pre­mio Nobel de la Paz expli­ca­rá por qué debe con­du­cir gue­rras en dis­tin­tos pun­tos del orbe. Manifestará por qué deben impo­ner­se los idea­les de la liber­tad a cual­quier cos­to, aun fren­te a la tenaz resis­ten­cia de los futu­ros libe­ra­dos. Aprovechando el momen­to, ilus­tra­rá cómo ‑a dife­ren­cia de pre­de­ce­so­res suyos que no nombrará- pri­vi­le­gia medios más inte­li­gen­tes para derri­bar a tira­nos, como los blo­queos de puer­tos, el ase­dio eco­nó­mi­co, gol­pes de Estado, el ase­si­na­to selec­ti­vo, los bom­bar­deos qui­rúr­gi­cos, las zonas de exclu­sión aérea y… los daños colaterales.

Barack Obama
El pre­si­den­te de Estados Unidos, Barack Obama, con­fe­ren­cia con el jefe de las fuer­zas de ocu­pa­ción en Irak

Usará la oca­sión para recor­dar­nos cómo en su pro­pio ascen­so polí­ti­co rever­be­ran las luchas y aspi­ra­cio­nes de nues­tro con­ti­nen­te. Indicará que tomó su slo­gan de cam­pa­ña –“Yes we can”- del gri­to de lucha de los tra­ba­ja­do­res jor­na­le­ros en California y de su líder, Óscar Chávez, quien excla­ma­ba desa­fian­te “¡Sí se pue­de!”. Es posi­ble que omi­ta, por razo­nes de tiem­po, el con­tex­to que lo ori­gi­nó: los palos de los esbi­rros patro­na­les y las botas de los sta­te troo­pers. Proclamará su com­pro­mi­so con el cam­bio, el chan­ge que pro­me­tió, que se expan­de hoy por todo el mundo.
No podrá resis­tir­se a la ten­ta­ción de com­pa­rar Egipto con Cuba, Libia con Venezuela. Alentará a los oyen­tes con la pro­me­sa de que apo­ya­rá a todo movi­mien­to social, pací­fi­co y demo­crá­ti­co. Y adver­ti­rá que cier­tos paí­ses muy demo­crá­ti­cos deben ser pro­te­gi­dos a toda cos­ta de quie­nes quie­ren des­truir­los ‑qui­zás por igno­ran­cia, anti­pa­tía o maldad- pues son pala­di­nes de la jus­ti­cia en sus con­ti­nen­tes: Israel, Arabia Saudita, Colombia, Turquía, Pakistán y otros.

Protestas en Wisconsin
Manifestantes ocu­pan el hemi­ci­clo de la asam­blea legis­la­ti­va de Wisconsin, EE.UU.

Hará un ejer­ci­cio de humil­dad. Concederá que su impe­rio no tie­ne todas las res­pues­tas y que, en un pasa­do que hoy está muy lejano, no se carac­te­ri­zó pre­ci­sa­men­te por escu­char pro­pues­tas polí­ti­cas, socia­les, dis­tin­tas. Y con­clui­rá que el diá­lo­go es la herra­mien­ta pre­di­lec­ta para lograr que todo el mun­do haga lo que dic­ta Washington, pues de lo con­tra­rio se los paí­ses expo­nen a los reme­dios de los blo­queos, de las zonas de exclu­sión, los bom­bar­deos qui­rúr­gi­cos… (en ese momen­to, hará una pau­sa dra­má­ti­ca; todos saben a qué se refiere)

Hablará de su país. Latamente, nos infor­ma­rá que allá no exis­te el racis­mo ni la dis­cri­mi­na­ción. Latinos y negros son res­pe­ta­dos y tie­nen acce­so a las mis­mas pres­ta­cio­nes que cual­quier per­so­na pudien­te. Y sin nece­si­dad de pro­nun­ciar­lo expre­sa­men­te, se mos­tra­rá a sí mis­mo como prue­ba vivien­te de ello.

Dará lec­cio­nes sobre el tra­to digno a los tra­ba­ja­do­res de su patria. Responderá que lo que suce­de en algu­nos esta­dos ‑como Colorado, Iowa, Nuevo México, Ohio, Indiana, Michigan, Oklahoma y Wisconsin, don­de se tra­mi­tan leyes con­tra la cla­se tra­ba­ja­do­ra esta­dou­ni­den­se, con el fin de que­brar sus orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les, son sólo exa­ge­ra­cio­nes y que todos deben apre­tar­se el cinturón.

Se reu­ni­rá con diez o quin­ce per­so­nas que con­for­man las cúpu­las polí­ti­cas y eco­nó­mi­cas de cada país. Asistirá a cenas de gala. Le dará el sello final a acuer­dos nuclea­res, mili­ta­res y comer­cia­les. Hará exhi­bi­cio­nes de pro­fun­di­dad inte­lec­tual y buen humor y que­da­rá con­ven­ci­do del ser­vi­lis­mo de los quie­nes cui­dan los intere­ses del impe­ria­lis­mo esta­dou­ni­den­se en estos lados del mundo.

Y se irá. Debe aten­der asun­tos más urgentes.

Lo que no dirá

Obama no habla­rá de los pro­ble­mas eco­nó­mi­cos, socia­les y polí­ti­cos que enfren­ta en su país. No dirá nada de la cri­sis del capi­ta­lis­mo y de las cre­cien­tes tra­bas que enfren­ta la expan­sión del impe­ria­lis­mo yan­qui. No men­cio­na­rá la ban­ca­rro­ta de sus alia­dos imperialistas.
No se expla­ya­rá sobre cómo inten­ta dete­ner las revuel­tas popu­la­res en los paí­ses ára­bes con el enga­ño y la mani­pu­la­ción, y el apo­yo irres­tric­to a gober­nan­tes inca­pa­ces y corruptos.
Guardará silen­cio fren­te a la inva­sión de Bahrein, a la ten­ta­ti­va de des­atar una gue­rra en Libia, a las matan­zas en Afganistán. No se refe­ri­rá a los nego­cios del nar­co­trá­fi­co en México, a los “fal­sos posi­ti­vos” en Colombia. Se hará el mudo fren­te a las cam­pa­ñas encu­bier­tas de la CIA en nues­tros paí­ses, fren­te a la con­ti­nua­ción del cam­po de con­cen­tra­ción en Guantánamo.
Guardará silen­cio por­que es pre­mio Nobel de la Paz, y por­que su Estado apo­ya esos regímenes.

Bomberos se mani­fies­tan en con­tra de los ata­ques a sus dere­chos sin­di­ca­les en Madison, Wisconsin, EE.UU.

No dirá que el mun­do está con­vul­so por­que, otra vez, la cla­se tra­ba­ja­do­ra se ha echa­do a andar.

No seña­la­rá que son los explo­ta­dos, los mar­gi­na­dos, los mis­mos de siem­pre que se orga­ni­zan, des­equi­li­bran el orden esta­ble­ci­do y se pre­pa­ran para cam­biar­lo todo.

No lo dirá.

Pues lo dire­mos nosotros.

Diremos que esta­mos acá, levan­tan­do la dig­ni­dad. Que la fuer­za de los tra­ba­ja­do­res se orga­ni­za y se for­ta­le­ce en el con­ti­nen­te ame­ri­cano, en todo el mun­do, que nun­ca más esta­re­mos solos.

Les dire­mos que nun­ca más ten­dre­mos mie­do. No lo nece­si­ta­mos. No pode­mos temer cuan­do está en nues­tras manos el futu­ro de nues­tros hijos.

El mie­do se lo deja­mos a ellos. Son ellos los que comen­za­rán a temer que “des­pier­te el Leñador, que ven­ga Abraham, que hin­che su vie­ja leva­du­ra la tie­rra dora­da y ver­de de Illinois, y levan­te el hacha en su pue­blo con­tra los nue­vos escla­vis­tas, con­tra el láti­go del escla­vo, con­tra el veneno de la impren­ta, con­tra la mer­ca­de­ría san­grien­ta que quie­ren vender.
Que mar­chen can­tan­do y son­rien­do el joven blan­co, el joven negro, con­tra las pare­des de oro, con­tra el fabri­can­te de odio, con­tra el mer­ca­der de su san­gre, can­tan­do, son­rien­do y venciendo.”