Unidad y fuerza trabajadores

Este Primero de Mayo no es como otros. Todos los años, recordamos una tradición y un legado histórico. Pero hoy, aparte de los desfiles, las manifestaciones y los discursos, los trabajadores en el mundo entero reflexionamos sobre el futuro. Tal como nuestros padres y abuelos debieron, en algún momento de sus vidas, tomar una posición, hoy los estamos enfrentados al mismo dilema. Y nos preguntamos: ¿qué pasará mañana? ¿yo, qué debo hacer?
La Estrella de la Segunda Independencia Nº24

Unidad y fuerza trabajadores

Este Primero de Mayo no es como otros. Todos los años, recor­da­mos una tra­di­ción y un lega­do his­tó­ri­co. Pero hoy, apar­te de los des­fi­les, las mani­fes­ta­cio­nes y los dis­cur­sos, los tra­ba­ja­do­res en el mun­do ente­ro refle­xio­na­mos sobre el futu­ro. Tal como nues­tros padres y abue­los debie­ron, en algún momen­to de sus vidas, tomar una posi­ción, hoy los esta­mos enfren­ta­dos al mis­mo dile­ma.
Y nos pre­gun­ta­mos: ¿qué pasa­rá maña­na? ¿yo, qué debo hacer?

UNA NUEVA ETAPA

El mun­do está cam­bian­do. En pocos años y meses, gran­des cri­sis están trans­for­man­do los regí­me­nes domi­nan­tes en diver­sas regio­nes del mun­do; las ins­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas pier­den su auto­ri­dad y efi­ca­cia; la eco­no­mía pare­ce no seguir ya un rum­bo pre­vi­si­ble; don­de antes impe­ra­ba la cer­te­za, se impo­ne la incertidumbre.

Pero se tra­ta sólo de aspec­tos par­cia­les de un pro­ble­ma más gene­ral. Lo que sub­ya­ce a esta situa­ción es la zozo­bra del capi­ta­lis­mo. Después de un perío­do de oro ‑tras la Segunda Guerra Mundial- el decli­ve de este sis­te­ma se ha ace­le­ra­do y ha abier­to una nue­va eta­pa de la lucha de cla­ses; en el enfren­ta­mien­to entre tra­ba­ja­do­res en con­tra de los que no tra­ba­jan, por­que son los due­ños del capi­tal. La lucha de cla­ses exis­te siem­pre, pero es en estos momen­tos en que se hace evi­den­te para todos.

En años pasa­dos, se pre­ten­dió abo­lir la lucha de cla­ses; así, por decre­to. Pero esa ilu­sión ya se ago­tó. Correspondió a la últi­ma ofen­si­va del capi­tal en el dece­nio de 1990, en que se lan­zó a con­quis­tar fabu­lo­sos nue­vos mer­ca­dos, se apro­pió a pre­cio vil de empre­sas esta­ta­les, eli­mi­nó bene­fi­cios socia­les, ata­có los dere­chos sin­di­ca­les. Para muchos, el avan­ce pare­cía irre­sis­ti­ble y defi­ni­ti­vo; algu­nos inte­lec­tua­les decla­ra­ron en ese perío­do que había naci­do una nue­va era, en que el capi­ta­lis­mo (y con él, la lucha de cla­ses) había sido supe­ra­do por una for­ma más poten­te que lla­ma­ron neo­li­be­ra­lis­mo, que no admi­tía sino una opo­si­ción par­cial y limitada.

Sin embar­go, la reali­dad mos­tró algo dis­tin­to. El capi­tal se expan­dió, con­vir­tien­do a millo­nes y millo­nes de hom­bres y muje­res en el mun­do ente­ro a la con­di­ción del pro­le­ta­rio moderno –sin segu­ri­dad, sin dere­chos, sin futuro-; pero no lo hizo por su dina­mis­mo pro­pio, sino en base a la espe­cu­la­ción finan­cie­ra, a la acu­mu­la­ción de monu­men­ta­les rique­zas ficticias.

Hoy, ese impul­so pos­tre­ro de los capi­ta­lis­tas se ha fre­na­do. Nos dejan sus cri­sis y sus desas­tres, y pre­ten­den que noso­tros los ayu­de­mos a salir del ato­lla­de­ro. Se acuer­dan que exis­ti­mos, que pode­mos pagar sus cuen­tas. Sólo bas­ta que nos “apre­te­mos el cin­tu­rón”, tra­ba­je­mos por menos, que nos endeu­de­mos con ellos. Pero tam­bién se acuer­dan, con pavor, que, ade­más de su sal­va­ción, pode­mos ser quie­nes los expul­se­mos del poder.

LA LUCHA DE CLASES EN CHILE

¿Cómo se mani­fies­ta esta lucha de cla­ses en Chile?
A pri­me­ra vis­ta, todo pare­ce indi­car que los capi­ta­lis­tas lle­van la delan­te­ra. Sus uti­li­da­des son asom­bro­sas; tie­nen línea direc­ta con el gobierno y con la opo­si­ción; mane­jan la pren­sa y la tele­vi­sión; las leyes y los tri­bu­na­les les favo­re­cen; con­tro­lan todos los recur­sos del país.

¿Y los tra­ba­ja­do­res? A pri­me­ra vis­ta, pare­ce­mos divi­di­dos, dis­per­sos y débi­les. Nuestras orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les abar­can sólo a una mino­ría, muchos diri­gen­tes care­cen de visión, y a varios tam­bién les fal­ta la vergüenza. Con dema­sia­da fre­cuen­cia, las luchas se pier­den por­que se dan casi soli­ta­ria­men­te en con­tra de un adver­sa­rio que movi­li­za todo su poderío.

A pri­me­ra vis­ta, un pano­ra­ma negro y sin sali­da. Pero noso­tros sos­te­ne­mos otra cosa. Decimos que sólo hace fal­ta impul­sar la uni­dad y la fuer­za de los tra­ba­ja­do­res y podre­mos hacer valer nues­tra dignidad.

Puntarenazo. Manifestaciones en Punta Arenas en con­tra del alza del gas. Enero 2011

La ver­dad es que en estos años se han for­ma­do miles y miles de líde­res hones­tos, com­pro­me­ti­dos con los tra­ba­ja­do­res. La ver­dad es que cada día se levan­tan, en cada rin­cón de Chile, hom­bres y muje­res dis­pues­tos a defen­der sus dere­chos. La ver­dad es que hechos como el Puntarenazo demues­tran que, cuan­do el pue­blo actúa con uni­dad, es un poder de temer. Y la ver­dad es que sabe­mos que depen­de sólo de noso­tros ter­mi­nar con esa acti­tud defen­si­va que mar­có las déca­das pasadas.

Sabemos que, al con­tra­rio, nues­tra for­ma natu­ral de actuar es ir de fren­te, a la ofen­si­va. Cuando se for­mó la cla­se tra­ba­ja­do­ra moder­na en Chile, hom­bres como Luis Emilio Recabarren, se lan­za­ron a orga­ni­zar a sin­di­ca­tos, reco­rrien­do todo el país, has­ta crear, con sacri­fi­cios y esfuer­zo, una fuer­za que con­ci­tó el res­pe­to y la admi­ra­ción en todo el con­ti­nen­te. Hombres como Clotario Blest, que se dedi­ca­ron a difun­dir la idea de la uni­dad, a pesar de los ata­ques y las envi­dias polí­ti­cas, has­ta eri­gir la Central Única de Trabajadores. Lo que tenían en común estos y muchos otros lucha­do­res es que enten­dían que el obje­ti­vo no con­sis­tía sim­ple­men­te en soli­ci­tar o defen­der peque­ñas ven­ta­jas con­ce­di­das por el capi­tal y el Estado. Se vie­ron enfren­ta­dos, al igual que noso­tros, a ese dile­ma: ¿qué pasa­rá maña­na? ¿yo, qué debo hacer?

Para ellos, y para millo­nes de otros hom­bres y muje­res, deci­dir­se fue sim­ple: eli­gie­ron el lado de sus padres, de sus abue­los, de sus her­ma­nos, de sus com­pa­ñe­ros. Eligieron ser hom­bres y muje­res libres.

Nosotros rei­vin­di­ca­mos y con­ti­nua­mos esa his­to­ria. Pero a dife­ren­cia de quie­nes nos pre­ce­die­ron, hoy tene­mos la cer­te­za de que pode­mos ven­cer defi­ni­ti­va­men­te. Esta con­vic­ción nace de la expe­rien­cia que hemos reco­gi­do: debe­mos actuar sis­te­má­ti­ca­men­te, de mane­ra ofen­si­va, cla­ra, seria y res­pon­sa­ble, con­fian­do en nues­tras pro­pias fuerzas.

Tenemos que dar pasos con­cre­tos.
Hoy la pri­me­ra tarea es crear la uni­dad y fuer­za de los tra­ba­ja­do­res, de todo el pue­blo chileno.

EL CAMINO DE LA UNIDAD

¿Qué uni­dad proponemos?

  • Proponemos que la soli­da­ri­dad sea el prin­ci­pio rec­tor de toda la acción de los tra­ba­ja­do­res. Los hechos lo demues­tran: cada vez que rom­pe­mos con el ais­la­mien­to, con los intere­ses par­ti­cu­la­res y la desidia, hemos ven­ci­do, en peque­ñas y gran­des batallas.

  • Postulamos que debe­mos actuar con com­ple­ta inde­pen­den­cia de los intere­ses de la cla­se domi­nan­te y de quie­nes le hacen el jue­go. Tenemos la capa­ci­dad y el deber de tomar nues­tras pro­pias deci­sio­nes, sin tener que escu­char a los polí­ti­cos o los repre­sen­tan­tes del capital.

  • Declaramos que tene­mos una infi­ni­ta con­fian­za en nues­tra fuer­za. Somos los que sos­te­ne­mos la patria y debe­mos diri­gir nues­tros pro­pios destinos.

  • Manifestamos que la uni­dad se pro­yec­ta enton­ces hacia la gran meta de cam­biar­lo todo y de cons­truir una nue­va socie­dad en que reine la liber­tad y la felicidad.

  • La fuer­za que deman­da este obje­ti­vo debe­mos cons­truir­la ahora.

  • Lucharemos por crear orga­ni­za­cio­nes de los tra­ba­ja­do­res con­tro­la­das por la base.

  • Por pro­mo­ver y for­mar líde­res hones­tos y com­pro­me­ti­dos que se pon­gan a la cabe­za de las luchas.

  • Por crear orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les com­ba­ti­vas y ofen­si­vas en todas las áreas de la vida pro­duc­ti­va; por orga­ni­zar a los tra­ba­ja­do­res desocupados.

  • Por crear lazos fir­mes con todas las orga­ni­za­cio­nes popu­la­res y luchar en con­jun­to por nues­tras demandas.

  • Por no dar­les ni un res­pi­ro a quie­nes se eri­gen como los due­ños de Chile, de ampliar las luchas has­ta con­for­mar un gran movi­mien­to de todo el pue­blo para cam­biar este sistema.

No sólo en nues­tro país, en todo el mun­do los tra­ba­ja­do­res se reúnen este Primero de Mayo para pasar revis­ta a sus con­tin­gen­tes, para sope­sar sus posi­bi­li­da­des, para medir al adver­sa­rio y para ima­gi­nar su futu­ro. Y todos enfren­ta­mos este dile­ma: “¿yo, qué debo hacer?”

La res­pues­ta es cla­ra y no la debe­mos ocul­tar más:

Debemos unir­nos,
debe­mos orga­ni­zar­nos,
debe­mos luchar,
debe­mos vencer.

Por el sacri­fi­cio de nues­tros padres, por el futu­ro de nues­tros hijos.

¡Nunca más solos!

Partido de los Trabajadores
Frente de Trabajadores

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