La Polar: símbolo del robo a los trabajadores

No hay que confundirse. No se trata de un grupo de delincuentes “de cuello y corbata”. Es el capital en su conjunto el que debe actuar bajo el lema de “llegar y llevar”, forzado por la perspectiva de su derrumbe. Necesitan salvarse, como sea. Son los ellos los que plantean la lucha de clases como un enfrentamiento de vida o muerte. Para conservar su poder, para poder seguir ganando, extienden la explotación y el robo de la producción al consumo, del trabajo a la educación, de la fábrica a la educación, de las oficinas y tiendas a la salud, de los sueldos míseros a las deudas usureras. Amenazan todos los ámbitos de la vida social, amenazan la existencia de toda la población.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº27

Llegar y llevar

Las pági­nas de la pren­sa están reple­tas con reve­la­cio­nes del “escán­da­lo de La Polar”. Se narran his­to­rias de auge y caí­da de capi­ta­nes de la indus­tria; se siguen las dili­gen­cias de los fis­ca­les; se pide “cas­ti­go a los res­pon­sa­bles”; se reve­lan las inau­di­tas arti­ma­ñas con­ta­bles y se pro­po­nen todo tipo de reme­dios legis­la­ti­vos para que “estas situa­cio­nes no vuel­van a ocurrir”.

Pero si se miran los hechos con más aten­ción, nada de esto pare­ce tan excep­cio­nal como se pinta.

un viejo truco

La Polar fue una anti­gua tien­da de ropa en Santiago. Durante la dic­ta­du­ra, expan­dió sus ope­ra­cio­nes, y abrió más loca­les, espe­cial­men­te en regio­nes. En ese perío­do sur­ge la cono­ci­da publi­ci­dad “La Polar, lle­gar y lle­var” diri­gi­da a una clien­te­la más popu­lar, suge­ría que sus pre­cios eran más bara­tos. En reali­dad, eran más caros que en las tien­das más “finas”, pero los pre­cios se sub­di­vi­dían en “con­ve­nien­tes” –e inter­mi­na­bles– cuo­tas, un vie­jo truco.

Sin embar­go, fue en los años siguien­tes cuan­do la empre­sa des­pe­gó de verdad.

Las lla­ma­das mul­ti­tien­das comen­za­ron a reem­pla­zar a las anti­guas “finan­cie­ras” que, a su vez, com­pe­tían con los pres­ta­mis­tas infor­ma­les en dar cré­di­tos sin con­di­cio­nes y a tasas usu­re­ras. Lo pudie­ron hacer gra­cias a las tar­je­tas y el feti­chis­mo del con­su­mo. Lo que antes era un trá­mi­te buro­crá­ti­co, aho­ra se hacía en el mis­mo mesón de la caja, con el tele­vi­sor nue­vo, empa­que­ta­do y lis­to para llevar…

capital financiero

La expan­sión de este nego­cio fue tan impor­tan­te, que muchos lo con­si­de­ra­ron un sím­bo­lo del capi­ta­lis­mo chi­leno refle­ja­da en fabu­lo­sos malls y en la ofer­ta increí­ble de bie­nes de con­su­mo. Maravillados o escép­ti­cos, inte­lec­tua­les y cos­mo­po­li­tas crio­llos comen­ta­ban que nada de eso exis­tía en otras par­tes del mun­do, no en Europa y, ni siquie­ra, en Estados Unidos, con excep­ción de Miami.

El mis­te­rio con­sis­tía, sin embar­go, en una apli­ca­ción más des­car­na­da la ten­den­cia fun­da­men­tal de esta eta­pa de decli­ve del capi­ta­lis­mo: la con­cen­tra­ción en torno al capi­tal financiero.

En las empre­sas del sec­tor, los már­ge­nes comer­cia­les ‑com­prar bara­to y ven­der caro- pasa­ron a ser una par­te secun­da­ria del nego­cio. No se tra­ta ya de ofre­cer abri­gos, cami­se­tas o refri­ge­ra­do­res, sino… dine­ro. Y como es sabi­do, el pre­cio del dine­ro se mide en… más dine­ro: la tasa de inte­rés, ade­más de otros cobros, las comi­sio­nes, las pena­li­da­des, los segu­ros, etc. El hecho es que las tien­das comen­za­ron a ope­rar como ban­cos. Pero a dife­ren­cia de ellos, podían lle­gar a per­so­nas más pobres y no debían some­ter­se a las nor­mas que rigen a los ban­cos. De ese modo, como moder­nas pul­pe­rías, las tar­je­tas reem­pla­zan las fichas de antaño.

Detrás de las vitri­nas relu­cien­tes, estas nue­vas casas finan­cie­ras pudie­ron ope­rar sin res­tric­cio­nes, favo­re­ci­das ade­más por suce­si­vos cam­bios en la legis­la­ción pro­mo­vi­dos por los gobier­nos de la Concertación.

burbuja especulativa

Nada de esto es nue­vo. Lo que que­dó al des­cu­bier­to en La Polar es otra cosa: el esta­lli­do de una bur­bu­ja espe­cu­la­ti­va, el meca­nis­mo que impul­sa al capi­tal financiero.

Desde octu­bre de 2008, el momen­to más oscu­ro del derrum­be de los mer­ca­dos inter­na­cio­na­les, la bol­sa chi­le­na ha más que dupli­ca­do su volu­men, con­vir­tién­do­se en una de las más infla­das del mundo.

Para poder par­ti­ci­par de esta fan­tás­ti­ca puja accio­na­ria, La Polar fal­seó sis­te­má­ti­ca­men­te los balan­ces de la empre­sa. En vez de decla­rar el ries­go que repre­sen­tan los deu­do­res moro­sos en los pasi­vos, los puso sim­ple­men­te como la colum­na de acti­vos. La tram­pa es sen­ci­lla. Si alguien se atra­sa­ba en una cuo­ta, sin pre­gun­tar, le “repac­ta­ban” la deu­da; otor­ga­ban un “nue­vo” cré­di­to con una deu­da más alta que, para los efec­tos con­ta­bles, apa­re­cía “al día”.

Esta ope­ra­ción es fic­ti­cia. ¿Cuál era el obje­ti­vo? ¿De dón­de salían el dine­ro “de ver­dad”? De las ope­ra­cio­nes espe­cu­la­ti­vas, de la emi­sión de bonos, del aumen­to del pre­cio de las accio­nes. En otras pala­bras, se tra­ta de ganan­cias pura­men­te finan­cie­ras, que ya no tie­nen nin­gu­na rela­ción con el fun­cio­na­mien­to real de la empresa.

Esto que­da corro­bo­ra­do si se revi­sa quie­nes son los due­ños de La Polar. ¿Son gru­pos empre­sa­ria­les espe­cia­lis­tas en el comer­cio mino­ris­ta? No. El prin­ci­pal accio­nis­ta es el Banco de Chile, del con­glo­me­ra­do Luksic; el segun­do, es nue­va­men­te el Banco de Chile, pero como ges­tor de anó­ni­mos inver­sio­nis­tas extran­je­ros; el ter­ce­ro, bajo la mis­ma moda­li­dad, el gru­po finan­cie­ro espa­ñol Santander; segui­do por los corre­do­res de bol­sa Larraín Vial, tam­bién como para­guas de capi­ta­les des­co­no­ci­dos. Y la lis­ta sigue y abar­ca a todas las com­pa­ñías que ope­ran en el mer­ca­do finan­cie­ro interno, inclu­yen­do a las AFP que invier­ten según “las pau­tas del mer­ca­do”, es decir, siguien­do las deci­sio­nes que toman los especuladores.

la estafa hecha sistema

La mag­ni­tud de este nego­cio que­da refle­ja­da en las cifras que se han dado a cono­cer en los últi­mos días. Primero se habló de unos dos mil clien­tes que habrían sido obje­to del cam­bio uni­la­te­ral de sus con­tra­tos. Pero a los pocos días, La Polar infor­mó a la Superintendencia de Valores y Seguros que eran 418 mil per­so­nas, de un total de casi un millón y medio de deudores.

La res­pues­ta de la auto­ri­dad a esa asom­bro­sa reve­la­ción fue auto­ri­zar nue­va­men­te las tran­sac­cio­nes bur­sá­ti­les de La Polar, que habían sido sus­pen­di­das lue­go de su derrum­be en la bolsa.

¿Qué tie­ne esto de excep­cio­nal? Nada. Del mis­mo modo que no tuvo nada excep­cio­nal la caí­da de los gran­des ban­cos de inver­sión esta­dou­ni­den­ses en el crack de 2008. También allí se “des­cu­brió” lo que era evi­den­te en un estu­dio super­fi­cial de los balan­ces: la infla­ción de los resul­ta­dos con deu­das ‑en ese caso hipotecarias- inco­bra­bles y que, en el papel, apa­re­cían como seguras…

El capi­ta­lis­mo con­tem­po­rá­neo fun­cio­na así. Su varian­te “chi­le­na” tam­bién: con la esta­fa, el robo, la usu­ra, el engaño.

En los pró­xi­mos días, vere­mos, sin duda, alla­na­mien­tos a ofi­ci­nas y resi­den­cias, inte­rro­ga­to­rios a direc­to­res y geren­tes, se cono­ce­rán los tes­ti­mo­nios de emplea­dos que expli­ca­rán cómo coac­cio­na­ron y enga­ña­ron a los deu­do­res y cómo fue­ron orde­na­dos a cam­biar los núme­ros. Aparecerán los “pro­gre­sis­tas” que denun­cia­rán la “ausen­cia del Estado”, pedi­rán más regu­la­cio­nes y se lamen­ta­rán como unos pocos pue­den “com­pro­me­ter la con­fian­za públi­ca en el sis­te­ma”. Se inten­ta­rá mos­trar como acci­den­tal, lo que es nor­mal; como raro, lo que es la regla.

No hay que con­fun­dir­se. No se tra­ta de un gru­po de delin­cuen­tes “de cue­llo y cor­ba­ta”. Es el capi­tal en su con­jun­to el que debe actuar bajo el lema de “lle­gar y lle­var”, for­za­do por la pers­pec­ti­va de su derrum­be. Necesitan sal­var­se, como sea. Son los ellos los que plan­tean la lucha de cla­ses como un enfren­ta­mien­to de vida o muer­te. Para con­ser­var su poder, para poder seguir ganan­do, extien­den la explo­ta­ción y el robo de la pro­duc­ción al con­su­mo, del tra­ba­jo a la edu­ca­ción, de la fábri­ca a la edu­ca­ción, de las ofi­ci­nas y tien­das a la salud, de los suel­dos míse­ros a las deu­das usu­re­ras. Amenazan todos los ámbi­tos de la vida social, ame­na­zan la exis­ten­cia de toda la pobla­ción. Son ellos los que no dejan otra alter­na­ti­va que la de ter­mi­nar defi­ni­ti­va­men­te su dominio.

La Estrella de la Segunda Independencia Nº27

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