1º de Mayo: la hora de los trabajadores

Ellos ya no pueden seguir como antes. Y es la hora que declaremos que nosotros no queremos seguir como hasta ahora. Para los trabajadores, para esta condición universal, moral, humana, viva y creadora, llega el momento de actuar. La unidad debe plasmarse en un amplio movimiento que abarque a todo el pueblo y que refleje la iniciativa histórica que hoy le compete a la clase trabajadora. Y que plantee una opción de de los trabajadores para conducir el país.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº34

Es nuestro tiempo, es nuestra historia, es la hora de los trabajadores

El Primero de Mayo de 2012 coin­ci­de con un momen­to de asom­bro­sas y brus­cas trans­for­ma­cio­nes. ¿Qué sig­ni­fi­ca ser tra­ba­ja­dor en esta épo­ca? La res­pues­ta más fre­cuen­te es un resu­men de sus caren­cias socia­les y de sus retro­ce­sos polí­ti­cos. Pocos se detie­nen a ver cómo esa pala­bra, tra­ba­ja­dor, desig­na hoy una con­di­ción uni­ver­sal. Como un gran e impla­ca­ble igua­la­dor, el capi­ta­lis­mo crea nue­vos tra­ba­ja­do­res en todo el pla­ne­ta. En su reco­rri­do por todos los paí­ses, borra anti­guas dife­ren­cia­cio­nes, entre ofi­cios e ingre­sos, de géne­ro y del tipo de acti­vi­dad, de índo­le cul­tu­ral y nacio­nal. Nunca, en la his­to­ria moder­na, la cla­se tra­ba­ja­do­ra había sido tan nume­ro­sa como aho­ra, nun­ca había reu­ni­do a una pro­por­ción mayor de de la pobla­ción… y nun­ca antes había esta­do tan res­trin­gi­da en su par­ti­ci­pa­ción a la rique­za social, tan caren­te de dere­chos, tan sepa­ra­da del poder político.

¿qué es ser trabajador hoy?

Y, como nun­ca antes, ese tér­mino, tra­ba­ja­dor, es tan dispu­tado. Quien cons­cien­te­men­te recla­ma esa con­di­ción para sí, exi­ge tam­bién la dig­ni­dad que con­fie­re el esfuer­zo y el sacri­fi­cio por la fami­lia, por crear un futu­ro en un mun­do incier­to. Pero, al mis­mo tiem­po, es la pala­bra más nega­da, silen­cia­da y des­pre­cia­da por los poderosos.

En estas cir­cuns­tan­cias, ser tra­ba­ja­dor no es sólo un esta­do eco­nó­mi­co, sino tam­bién una rei­vin­di­ca­ción moral que cho­ca en con­tra de un orden que ya no se pue­de sos­te­ner. No pue­de con­ti­nuar debi­do a la alie­na­ción res­pec­to de la huma­ni­dad que impli­ca el egoís­mo sin lími­tes de los arri­ba. Hoy, ser tra­ba­ja­dor sig­ni­fi­ca decir: “somos mejo­res”. Somos lo mejor de esta socie­dad y, sí, somos mejo­res que aque­llos que, aún, la diri­gen. Es la res­pues­ta alti­va a quie­nes ‑debi­do a su hábi­to de acu­mu­la­ción, explo­ta­ción y poder- recha­zan lo que sería nece­sa­rio y razo­na­ble, a quie­nes se rehú­san a ser como noso­tros, de actuar con res­pe­to, con soli­da­ri­dad, a quie­nes nie­gan su pro­pia humanidad.

Caen regí­me­nes y cer­te­zas per­ma­nen­tes, sur­gen for­tu­nas y poten­cias tran­si­to­rias; y quie­nes se habían arro­ga­do la exclu­si­va direc­ción de los asun­tos mun­dia­les, aho­ra miran en derre­dor, sin orien­ta­ción. Lo que, pie­dra por pie­dra, se derrum­ba es, en defi­ni­ti­va, la ideo­lo­gía que ha guia­do el mun­do en la últi­ma cen­tu­ria. Esa la edad ‑o poco más- del domi­nio del capi­ta­lis­mo des­ple­ga­do, sin barre­ras ni lími­tes, en la his­to­ria. Ellos ya no pue­den seguir como antes. Y es la hora que decla­re­mos que noso­tros no que­re­mos seguir como has­ta aho­ra. Para los tra­ba­ja­do­res, para esta con­di­ción uni­ver­sal, moral, huma­na, viva y crea­do­ra, lle­ga el momen­to de actuar.

unidad y fuerza

Lo pri­me­ro es com­pren­der que nues­tra acción se des­en­vuel­ve en el terreno de la lucha de cla­ses. No pode­mos per­mi­tir, en la hora cul­mi­nan­te, que nos des­víen, que nos rele­guen a los már­ge­nes. Todos los gran­des pro­ble­mas de nues­tra socie­dad, y su super­vi­ven­cia, la salud, la edu­ca­ción, el tra­ba­jo, la cul­tu­ra, el futu­ro, están cru­za­dos por la lucha entre las cla­ses fun­da­men­ta­les. Ellos o nosotros.

¿Cómo debe­mos con­du­cir­nos en esta lucha? ¿Qué cri­te­rio debe pri­mar entre noso­tros? La for­ma de actuar es la uni­dad. No tene­mos otra for­ma de actuar que de la que disponemos.

Por eso, la uni­dad no pue­de ser enten­di­da como un ambi­cio­so plan o un pro­yec­to polí­ti­co espe­cial. Se debe basar en nues­tra reali­dad con­cre­ta, en los fac­to­res que nos son comu­nes, en cómo nos rela­cio­na­mos, en las nece­si­da­des y deman­das más urgen­tes y ele­men­ta­les: vivien­da, edu­ca­ción, salud, tra­ba­jo, cul­tu­ra, recrea­ción y con­quis­tar la posi­bi­li­dad de un desa­rro­llo, de un futuro.

La uni­dad se vuel­ve en un fac­tor de la lucha de cla­ses, es decir, en un obje­ti­vo polí­ti­co, en la medi­da en que la hace­mos per­ma­nen­te, la ele­va­mos de lo coti­diano a una nor­ma de con­duc­ta gene­ral. Hoy, muchos pos­tu­lan la uni­dad polí­ti­ca y social del con­jun­to del pue­blo y enho­ra­bue­na que así sea. Pero su efi­ca­cia no depen­de de su invo­ca­ción retó­ri­ca, sino de su rela­ción con la uni­dad con­cre­ta entre los veci­nos, en la fami­lia, en el tra­ba­jo, en la escuela.

La uni­dad autén­ti­ca, útil, es aque­lla en que todas las orga­ni­za­cio­nes y ten­den­cias dejan de lado sus obje­ti­vos indi­vi­dua­les y se cen­tran la cons­truc­ción del poder de los tra­ba­ja­do­res. En todo el poder, y no una par­te. Debemos dejar atrás a quie­nes quie­ren des­viar la cons­truc­ción de la uni­dad hacia la obten­ción de cuo­tas de poder, a fines elec­to­ra­les, de subor­di­na­ción; en suma, de quie­nes pre­pa­ran nue­vas divi­sio­nes en nues­tro seno.

nuevas organizaciones

Esto requie­re hoy de un tra­ba­jo con­cre­to de for­ta­le­cer y recu­pe­rar nues­tras orga­ni­za­cio­nes, de for­mar y pro­mo­ver nue­vos diri­gen­tes, en el plano sin­di­cal, veci­nal, estu­dian­til, etc., que se dis­tin­gan por su suje­ción a las bases y su dedi­ca­ción a los fines comu­nes de los trabajadores.

La uni­dad deman­da nue­vas orga­ni­za­cio­nes de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Debemos des­li­gar­nos de quie­nes bus­can poder, de quie­nes per­si­guen fines polí­ti­cos dife­ren­tes al avan­ce del con­jun­to del movi­mien­to. La lucha de los tra­ba­ja­do­res no pue­de estar suje­ta a mane­jos sec­ta­rios, a diri­gen­tes que se repre­sen­tan a ellos mis­mos, que pro­pen­den a dis­per­sar las luchas en vez de aunarlas.

Esto es par­ti­cu­lar­men­te cier­to para las orga­ni­za­cio­nes más bási­cas los tra­ba­ja­do­res. Nuestros sin­di­ca­tos sufren de un esta­do de dis­per­sión y debi­li­ta­mien­to que impi­de una defen­sa de los dere­chos más ele­men­ta­les. Sometidos a ata­du­ras lega­les, ata­ques empre­sa­ria­les y, en dema­sia­das oca­sio­nes, a la desidia de diri­gen­tes con­for­mis­tas o cóm­pli­ces, su acti­vi­dad sólo pue­de ser defen­si­va. Y el hecho con­cre­to es que la mayo­ría de los tra­ba­ja­do­res care­ce de una for­ma con­cre­ta de orga­ni­zar­se y de defenderse.

Podemos cam­biar esta situa­ción. Podemos mos­trar uni­dad y fuer­za. Podemos recu­pe­rar las orga­ni­za­cio­nes sin­di­ca­les como herra­mien­tas pode­ro­sas para la cla­se, pode­mos levan­tar una voz nacio­nal, que revi­va los pro­pó­si­tos plas­ma­dos en la decla­ra­ción de Principios de la Central Única de Trabajadores fun­da­da por Clotario Blest en 1953, orga­ni­zar “a todos los tra­ba­ja­do­res de la cui­dad y del cam­po, sin dis­tin­ción de cre­dos polí­ti­cos o reli­gio­sos, de nacio­na­li­dad, color, sexo o edad […]. Los sin­di­ca­tos son orga­nis­mos de defen­sa de los intere­ses y fines de los tra­ba­ja­do­res den­tro del sis­te­ma capi­ta­lis­ta. Pero, al mis­mo tiem­po, son orga­nis­mos de lucha cla­sis­ta que se seña­lan como meta para la eman­ci­pa­ción eco­nó­mi­ca de los mis­mos, o sea, la trans­for­ma­ción socia­lis­ta de la socie­dad, la abo­li­ción de cla­ses y la orga­ni­za­ción de la vida huma­na median­te la supre­sión del esta­do opresor.”

La for­ma con­cre­ta es hacer reali­dad, en el plano terri­to­rial, comu­nal, el obje­ti­vo de la afi­lia­ción uni­ver­sal de todos los tra­ba­ja­do­res, sin dis­tin­ción, en orga­ni­za­cio­nes comu­nes, que con­gre­guen y coor­di­nen las acti­vi­da­des sin­di­ca­les; del con­trol y la elec­ción demo­crá­ti­ca de los diri­gen­tes; de la uni­dad como base y de la soli­da­ri­dad como ley pri­me­ra de toda lucha rei­vin­di­ca­ti­va; de la incor­po­ra­ción de todas las expre­sio­nes y deman­das del pue­blo tra­ba­ja­dor, de los jubi­la­dos, de los pobla­do­res, de los estudiantes.

todo el poder a los trabajadores

Debemos avan­zar en con­jun­to. La uni­dad debe plas­mar­se en un amplio movi­mien­to que abar­que a todo el pue­blo y que refle­je la ini­cia­ti­va his­tó­ri­ca que hoy le com­pe­te a la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Y que plan­tee una opción de de los tra­ba­ja­do­res para con­du­cir el país.

Nuestro par­ti­do hace su con­tri­bu­ción a esa cons­truc­ción, no sólo en el tra­ba­jo coti­diano, sino some­tien­do a la dis­cu­sión un pro­gra­ma que seña­le una posi­ción defi­ni­da fren­te al pro­ble­ma de cómo crear un camino por el que tran­si­te la cla­se tra­ba­ja­do­ra hacia el poder, a poder deter­mi­nar su des­tino sin tra­bas ni impo­si­cio­nes. Sostenemos que es el momen­to de pro­po­ner una for­ma para asu­mir la con­duc­ción del país.

Las tareas que enfren­ta la cla­se tra­ba­ja­do­ra son pocas, pero son arduas. Son difí­ci­les, pero son posi­bles. Son, sim­ple­men­te, cons­truir la uni­dad y la con­fian­za ple­na en nues­tras pro­pias fuer­zas: la cer­te­za de que un cam­bio real, sólo lo pode­mos rea­li­zar noso­tros mis­mos. Y eso exi­ge de tra­ba­jo, acción cons­tan­te y organización.

Ya no pode­mos seguir a la defen­si­va. Se aca­bó el tiem­po pedir cam­bios a quie­nes nos nie­gan has­ta lo más míni­mo. Ahora hay que ir por todo. Pues hoy es nues­tro tiem­po, nues­tra his­to­ria, es la hora de los tra­ba­ja­do­res. Es la épo­ca mar­ca­da por una gran meta, por una sola consigna:

¡Todo el poder a los trabajadores!

Estrella de la Segunda Independencia Nº34

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