Estudiantes: por la unidad, estamos en la lucha

Frente de Estudiantes Ernesto Guevara

Nosotros, los estu­dian­tes, abri­mos, con el movi­mien­to ini­cia­do en 2011, puer­tas que muchos creían cerra­das. Levantamos las deman­das de la edu­ca­ción gra­tui­ta, del fin al lucro, de cam­bios socia­les y polí­ti­cos. Las defen­di­mos en la lucha, en las calles, jun­to al pue­blo. Superamos, en el pro­ce­so, los esque­mas del movi­mien­to estu­dian­til tra­di­cio­nal y de sus diri­gen­tes: sus fór­mu­las polí­ti­cas sec­ta­rias y maño­sas, sus estre­chos hori­zon­tes ‘gre­mia­lis­tas’ e ins­ti­tu­cio­na­les. Proyectamos, al con­tra­rio, el espí­ri­tu ofen­si­vo y la valen­tía del movi­mien­to de 2006. Y nos enfren­ta­mos a unos gober­nan­tes que, en lo cadu­co y obtu­so, son fiel refle­jo de la cla­se a la que sirven.

Esta lucha no ha ter­mi­na­do. Los intere­ses eco­nó­mi­cos e ideo­ló­gi­cos que domi­nan el sis­te­ma edu­ca­ti­vo des­de el Estado, las empre­sas y otras enti­da­des pri­va­das, se opo­nen con tena­ci­dad a las deman­das del movi­mien­to. Para ello, se apo­yan tam­bién en las vie­jas cos­tum­bres polí­ti­cas “estu­dian­ti­les”.

Pero es una pelea que debe­mos dar. Es par­te de una lucha mayor de nues­tro pue­blo. Ya está cla­ro que no hay solu­cio­nes que sólo sean super­fi­cia­les y par­cia­les. Hay que cam­biar­lo todo. La lucha de los estu­dian­tes de todo Chile hoy, es un paso más para dar una autén­ti­ca y rea­lis­ta solu­ción a los pro­ble­mas tan­tas veces denun­cia­dos, para hacer res­pe­tar los dere­chos con­cul­ca­dos, para libe­rar las ener­gías opri­mi­das de una nación entera.

Nuestro papel como estudiantes

Vivimos en una épo­ca de con­vul­sio­nes en todo el mun­do. El vie­jo orden es sacu­di­do des­de arri­ba y des­de aba­jo. En los pode­ro­sos, su inep­ti­tud para indi­car una vía, una direc­ción, se ha vuel­to mani­fies­ta; ges­tio­nan las cri­sis, pro­cu­ran man­te­ner y acre­cen­tar sus ven­ta­jas, pero han renun­cia­do efec­ti­va­men­te al futuro.

Y en las bases, los pue­blos hacen sen­tir su volun­tad de un cam­bio fundamental.

La incer­ti­dum­bre que nace de esta situa­ción sacu­de por igual a las gran­des poten­cias y a los paí­ses depen­dien­tes. Chile no es una excep­ción. Ni cor­di­lle­ra ni mar pro­te­gen al régi­men impe­ran­te de los emba­tes de este extra­or­di­na­rio momen­to his­tó­ri­co. Y para los tra­ba­ja­do­res, es la hora de pre­pa­rar su pro­pia opción, su pro­pio camino.

Los estu­dian­tes no pode­mos estar aje­nos a la reali­dad, a las nece­si­da­des y los sue­ños de nues­tro pue­blo. Ya no pode­mos acep­tar el papel que tra­di­cio­nal­men­te se nos ha asig­na­do; un rol que nos ubi­ca en una esfe­ra pre­ten­di­da­men­te supe­rior y, a la vez, ino­fen­si­va, de la socie­dad. Las pro­pias mise­rias de la edu­ca­ción de mer­ca­do nos han ense­ña­do que el anti­guo esta­tus de “pri­vi­le­gia­dos”, en el que se enca­si­lla­ba a los estu­dian­tes, es una ilusión.

Los estu­dian­tes no pode­mos estar aje­nos a nues­tras fami­lias, al esfuer­zo de nues­tros padres, a las expec­ta­ti­vas de nues­tros her­ma­nos y ami­gos. No pode­mos estar aje­nos a la lucha de los tra­ba­ja­do­res y al futuro.

Queremos ser par­te de lo nue­vo; no como pedan­tes pre­cep­to­res, sino como lucha­do­res, como crea­do­res, como hom­bres y muje­res comu­nes que nos suma­re­mos a la cons­truc­ción de la patria.

El espí­ri­tu revolucionario

Nosotros rei­vin­di­ca­mos ínte­gra­men­te el ejem­plo y pen­sa­mien­to revo­lu­cio­na­rios de Ernesto Guevara. A 45 años de su muer­te, reco­no­ce­mos en el ‘Che’ es el ini­cia­dor de la lucha con­tem­po­rá­nea por la segun­da inde­pen­den­cia de América, la tarea fun­da­men­tal que enfren­tan hoy nues­tros pueblos.

Su con­tri­bu­ción es fun­da­men­tal­men­te ideo­ló­gi­ca; es lo más uni­ver­sal de su obra, aque­llo que lo con­vier­te en una figu­ra vigen­te en el mun­do ente­ro: su huma­nis­mo con­cre­to, real, incon­di­cio­nal. Es la máxi­ma que, en su car­ta de des­pe­di­da, el ‘Che’ dejó a sus hijos ‑lo que lla­mó la cua­li­dad “más lin­da” del revo­lu­cio­na­rio: “sobre todo, sean siem­pre capa­ces de sen­tir en lo más hon­do cual­quier injus­ti­cia come­ti­da con­tra cual­quie­ra en cual­quier par­te del mundo.”

El huma­nis­mo pro­pues­to por Ernesto Guevara, no es una expo­si­ción idea­lis­ta de pro­pó­si­tos, no es una exal­ta­ción del sacri­fi­cio y del heroís­mo como, con fre­cuen­cia, se ha dicho. Es un huma­nis­mo con­cre­to que toma a los hom­bres y muje­res en sus con­di­cio­nes reales y se cen­tra en la pra­xis de la liberación.

Al mito del revo­lu­cio­na­rio, al mito del hom­bre nue­vo, que tan­tas veces se ha aso­cia­do la figu­ra del Che, Ernesto Guevara opo­ne una tarea con­cre­ta: el deber. Frente al mito, el tra­ba­jo cons­cien­te, real. La con­se­cu­ción del deber no está deter­mi­na­da por su impo­si­ción exter­na, ni por la obten­ción de un bene­fi­cio espe­ra­do. Al con­tra­rio, la noción del deber con­tie­ne sí mis­mo, para cada per­so­na, el tra­ba­jo de vol­ver­se mejo­res, más vir­tuo­sos, más soli­da­rios, en defi­ni­ti­va, más humanos.

Por una nue­va edu­ca­ción, por una nue­va sociedad

La edu­ca­ción, en toda socie­dad, no está res­trin­gi­da sólo a las ins­ti­tu­cio­nes que impar­ten una ins­truc­ción orga­ni­za­da ‑la escue­la, la uni­ver­si­dad, los esta­ble­ci­mien­tos téc­ni­cos, o sea, los luga­res don­de, tran­si­to­ria­men­te, millo­nes de niños y jóve­nes tene­mos la cali­dad de estu­dian­tes. Ocurre en todas par­tes. En las salas de direc­to­rio, en las cate­dra­les y cuar­te­les, al igual que en la pobla­ción, en las empre­sas y en la calle. Es la gran escue­la. La pre­gun­ta es qué es lo que se ense­ña; cuál es el pro­pó­si­to de esa edu­ca­ción. ¿Se ense­ña cómo men­tir y enga­ñar, cómo abu­sar y apro­ve­char­se de los demás; o se ense­ña como cre­cer y ayu­dar, cómo mejo­rar y unir a las per­so­nas? ¿Se apren­de la sumi­sión a orden injus­to o el ejer­ci­cio de la libertad?

La lucha por una nue­va edu­ca­ción no pue­de ser sim­ple­men­te la soli­ci­tud de refor­mas al sis­te­ma edu­ca­ti­vo. Es una par­te del recla­mo de cam­biar­lo todo. El pro­ble­ma que enfren­ta­mos es que la cri­sis del régi­men polí­ti­co, del domi­nio eco­nó­mi­co y social que los sus­ten­ta, hace impo­si­ble la vía de las refor­mas. Gobernantes tras gober­nan­tes han lite­ral­men­te podri­do la idea de “mejo­ras gra­dua­les”, han con­ver­ti­do aque­lla pre­ven­ción de que “no pue­de lograr­se todo de una vez” en una fra­se vacía. Al con­tra­rio, hoy lo absur­do sería per­mi­tir que el vie­jo orden con­ti­núe un día más. Lo sen­sa­to, lo inte­li­gen­te, lo pru­den­te, es un cam­bio radical.

Nosotros levan­ta­mos un pro­gra­ma. Por una nue­va edu­ca­ción, por una nue­va socie­dad. Proponemos un camino para unir las deman­das de hoy ‑edu­ca­ción uni­ver­sal, gra­tui­ta, igua­li­ta­ria, para todos; fin al lucro; nue­vas escue­las, nue­vas uni­ver­si­da­des, nacio­na­les, abier­tas a las nece­si­da­des de nues­tro pueblo- con la exi­gen­cia de un cam­bio de las bases de la sociedad.

Y que­re­mos ser par­te de esa cons­truc­ción, que­re­mos ser par­te de esa lucha, pues somos par­te de esa juven­tud creadora…

La lucha hoy

Las exi­gen­cias de la edu­ca­ción gra­tui­ta y del fin al lucro sur­gie­ron en la calle. No nacie­ron de las de las diri­gen­cias estu­dian­ti­les; fue­ron, en defi­ni­ti­va, impues­tas por el pue­blo. Hoy, cuan­do se dis­cu­te mucho sobre cómo ligar al movi­mien­to estu­dian­til con “los diver­sos acto­res socia­les”, se olvi­da a menu­do ese sim­ple hecho. Y tam­bién se olvi­da a menu­do que el movi­mien­to por la edu­ca­ción cre­ce en la lucha, en la movilización.

Postulamos la nece­si­dad de esta­ble­cer un pro­gra­ma y un plan de lucha comunes.

Ante este desa­fío que supera la acti­vi­dad polí­ti­ca tra­di­cio­nal, debe pri­mar la uni­dad en nues­tras orga­ni­za­cio­nes. No pode­mos estar copian­do las divi­sio­nes, por lo demás fic­ti­cias de los par­la­men­tos, sino que debe­mos hacer­nos par­te de la uni­dad con­cre­ta de los tra­ba­ja­do­res, uni­dad que nace de la vida mis­ma, no de con­cep­tos polí­ti­cos, no de dis­cur­sos. Cuando habla­mos de uni­dad, habla­mos en serio. La pos­tu­la­mos de acuer­do a las exi­gen­cias que hoy nos hace nues­tro pue­blo. Debemos estar a la altura.

Esta es nues­tra con­vo­ca­to­ria, es nues­tro lla­ma­do a la acción.