Por qué luchamos

La salida a esta crisis debe venir de quienes hoy están excluidos del poder, pese a que son la inmensa mayoría de la población; debe nacer de quienes hoy no saben cuál será el futuro de sus hijos, pese que son los que producen las enormes riquezas del país; debe provenir de quienes hoy no son escuchados y respetados, pese a que son los que siguen diariamente una conducta de honradez, trabajo y solidaridad. Este hecho determina que el cambio necesario debe ser de carácter revolucionario. Eso significa que las transformaciones deben ser en beneficio de todos, y no de una minoría; que el protagonista del cambio debe ser todo el pueblo, y no unos pocos, que debe realizarse con sentido de responsabilidad, y no por ambiciones particulares.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº37

Nuestro programa

Empezamos el 2013 en medio de una gran con­fu­sión. En el par­la­men­to, en La Moneda, en las sedes de los par­ti­dos polí­ti­cos, en los direc­to­rios de las gran­des empre­sas, en los think tanks, nadie sabe qué rum­bo pro­po­ner para el país. A fal­ta de volun­ta­des e ideas, sur­gen los ins­tin­tos mesiá­ni­cos. Aparecen, en el plano polí­ti­co, “la Señora”, el “hijo del ferre­te­ro” o el del “gue­rri­lle­ro”, entre otros. En un año con has­ta cua­tro elec­cio­nes ‑pri­ma­rias, par­la­men­ta­rias y, even­tual­men­te, dos vuel­tas presidenciales- ellos han de ser los sal­va­do­res, no del país, se entien­de, sino de un régi­men polí­ti­co caduco.

Pretenden tras­pa­sar su angus­tia y su con­fu­sión a toda la socie­dad. Pero la mayo­ría, los que viven de su tra­ba­jo y no del enga­ño, de la explo­ta­ción y del saqueo, los que cono­cen la reali­dad del país, no tie­nen con­fu­sión algu­na: hace fal­ta un cam­bio fun­da­men­tal. Los que hoy diri­gen, no deben seguir al man­do del país.

claridad o confusión

La pre­gun­ta es qué tipo de cam­bio se requie­re y cómo ha de lle­var­se a cabo.

Muchas diri­gen­tes y orga­ni­za­cio­nes polí­ti­cas que son par­te del pue­blo o que recla­man luchar por sus intere­ses, en vez de ayu­dar a resol­ver este pro­ble­ma, con fre­cuen­cia lo com­pli­can. Más con­fu­sión. En vez de orien­tar, siguen al régi­men actual. Cuando jóve­nes y padres piden “edu­ca­ción gra­tui­ta”, res­pon­den con “fin al bino­mi­nal”. Cuando la ciu­da­da­nía recha­za a los polí­ti­cos, ellos se suman a sus alian­zas. Cuando el pue­blo pide suel­dos jus­tos, vivien­da, trans­por­te digno, salud, edu­ca­ción, pro­po­nen una “asam­blea constituyente”.

En suma, se man­tie­nen den­tro de los lími­tes fija­dos por el régi­men. No tie­nen con­fian­za en el pue­blo; le temen a su pro­ta­go­nis­mo, a sus capa­ci­da­des, a su poder. Por esa razón, no pue­den conducir.

la crisis general del capitalismo

Para con­du­cir hay que res­pon­der a esa pre­gun­ta que plan­tea nues­tra épo­ca: qué cam­bio y cómo rea­li­zar­lo. Hay que enten­der que el mun­do ha entra­do en una nue­va eta­pa, mar­ca­da por una cri­sis gene­ral del capi­ta­lis­mo. Ésta se expre­sa, como es lógi­co, en gran­des tras­tor­nos eco­nó­mi­cos, como los que viven nume­ro­sas nacio­nes euro­peas, por ejem­plo. Pero no es eso lo que moti­va la cri­sis gene­ral. Los cos­tos eco­nó­mi­cos, como siem­pre, los han paga­do los tra­ba­ja­do­res. Las cau­sas de las con­vul­sio­nes del sis­te­ma capi­ta­lis­ta son de índo­le polí­ti­ca e ideo­ló­gi­ca: se tra­ta, sim­ple­men­te, de su inca­pa­ci­dad de con­du­cir, de man­te­ner su orden y pro­yec­tar­lo al futuro.

Entre los que hoy deten­tan el poder, no se podrán hallar las solu­cio­nes a este dile­ma que dia­ria­men­te empu­ja a millo­nes de per­so­nas a la pobre­za, que obli­ga a habi­tan­tes de otro­ra prós­pe­ros paí­ses a emi­grar, que des­tru­ye las bases natu­ra­les de la vida huma­na, que difun­de incer­ti­dum­bre y temor por lo que vendrá.

salida revolucionaria

La sali­da a esta cri­sis debe venir de quie­nes hoy están exclui­dos del poder, pese a que son la inmen­sa mayo­ría de la pobla­ción; debe nacer de quie­nes hoy no saben cuál será el futu­ro de sus hijos, pese que son los que pro­du­cen las enor­mes rique­zas del país; debe pro­ve­nir de quie­nes hoy no son escu­cha­dos y res­pe­ta­dos, pese a que son los que siguen dia­ria­men­te una con­duc­ta de hon­ra­dez, tra­ba­jo y solidaridad.

Este hecho deter­mi­na que el cam­bio nece­sa­rio debe ser de carác­ter revo­lu­cio­na­rio. Eso sig­ni­fi­ca que las trans­for­ma­cio­nes deben ser en bene­fi­cio de todos, y no de una mino­ría; que el pro­ta­go­nis­ta del cam­bio debe ser todo el pue­blo, y no unos pocos, que debe rea­li­zar­se con sen­ti­do de res­pon­sa­bi­li­dad, y no por ambi­cio­nes particulares.

Hoy, el con­tras­te entre lo vie­jo, debi­li­ta­do y mori­bun­do, pero que se nie­ga a pere­cer, y lo nue­vo, que bus­ca un cau­ce, pero que care­ce de los ins­tru­men­tos para abrir­se camino, crea una ten­sión inso­por­ta­ble en la sociedad.

nuestro programa

En Chile, el pue­blo ha adqui­ri­do reno­va­das fuer­zas en los últi­mos años. Ha demos­tra­do su capa­ci­dad de orga­ni­zar­se y de movi­li­zar­se. Carece, sin embar­go, de un camino pro­pio, de una guía para el cam­bio. Si no se enfren­ta ese pro­ble­ma, la sali­da a la actual ten­sión social será cos­to­sa e impre­vi­si­ble. Lo res­pon­sa­ble es que los pro­pios tra­ba­ja­do­res se pre­pa­ren para asu­mir la con­duc­ción de la nación.

Por eso, para lan­zar­se a la lucha, el pue­blo nece­si­ta de un pro­gra­ma rea­lis­ta, via­ble e inte­gral que fije los obje­ti­vos de las trans­for­ma­cio­nes y repre­sen­te las nece­si­da­des ele­men­ta­les de todo el pue­blo. Su sig­ni­fi­ca­do no es téc­ni­co, sino polí­ti­co: mar­ca la deci­sión de cam­biar­lo todo, sin con­ce­sio­nes, sin retro­ce­sos, sin engaños.

La pri­me­ra meta de este pro­gra­ma es esta­ble­cer un gobierno de los tra­ba­ja­do­res. Hay que ter­mi­nar con el régi­men polí­ti­co actual, y reem­pla­zar­lo por una con­duc­ción que res­pon­da direc­ta­men­te a los intere­ses populares.

Se deben nacio­na­li­zar las indus­trias estra­té­gi­cas, la ban­ca y el comer­cio exte­rior. Esto sig­ni­fi­ca que se deben recu­pe­rar las rique­zas natu­ra­les, como el cobre, los recur­sos pes­que­ros, fores­ta­les, agrí­co­las y el agua pota­ble, y la infra­es­truc­tu­ra bási­ca del fun­cio­na­mien­to eco­nó­mi­co, para el bene­fi­cio del país. Su explo­ta­ción y uso deben que­dar enmar­ca­dos en un plan nacio­nal de desa­rro­llo. La nacio­na­li­za­ción del sis­te­ma finan­cie­ro impli­ca aca­bar con las AFP y su saqueo, y con­do­nar las deu­das per­so­na­les de los tra­ba­ja­do­res, con­traí­das bajo el actual sis­te­ma, y res­ta­ble­cer la sobe­ra­nía sobre la polí­ti­ca mone­ta­ria y financiera.

Se debe esta­ble­cer un sis­te­ma nacio­nal, a car­go del Estado, que pro­vea edu­ca­ción y salud uni­ver­sa­les y gra­tui­tas, y que ase­gu­re una vivien­da dig­na para todas las fami­lias chilenas.

Los órga­nos arma­dos del poder esta­tal no pue­den seguir como ins­tru­men­tos del anti­guo sis­te­ma. Se deben disol­ver las actua­les ins­ti­tu­cio­nes cas­tren­ses, y el pue­blo debe crear sus pro­pios órga­nos de defen­sa de la nación y del nue­vo orden: un ejér­ci­to del pueblo.

Y, final­men­te, Chile debe colo­car­se a la van­guar­dia de la lucha por la autén­ti­ca, defi­ni­ti­va, por la Segunda Independencia de nues­tra América.

Baja este número de "La Estrella de la Segunda Independencia" en formato pdf. Imprime y difúndelo.