El camino del poder popular

La Estrella de la Segunda Independencia Nº41

Hubo opi­nio­nes encon­tra­das, ban­dos opues­tos y prin­ci­pios de ene­mis­ta­des que algún día debían ser a muer­te […] Discutióse la cues­tión con gran aca­lo­ra­mien­to, si se quie­re, pero con todas esas con­si­de­ra­cio­nes que se guar­dan en sus dispu­tas los miem­bros de una mis­ma fami­lia. Fue aque­llo un liti­gio, más bien que una insu­rrec­ción; una dis­cu­sión de legis­tas, más bien que una aso­na­da […]”. Así des­cri­be Miguel Luis Amunátegui los pro­ce­di­mien­tos del cabil­do de Santiago en sep­tiem­bre de 1810. Un acon­te­ci­mien­to que común­men­te, y de mane­ra equi­vo­ca­da, es con­si­de­ra­do como la pro­cla­ma­ción de la inde­pen­den­cia de Chile.

Ante la cri­sis del régi­men polí­ti­co impe­ran­te, debi­do al hun­di­mien­to de la casa real espa­ño­la, las cla­ses domi­nan­tes se reúnen para estu­diar los cam­bios reque­ri­dos para pre­ser­var el orden de las cosas. Enfrentados, súbi­ta e ines­pe­ra­da­men­te, a la deba­cle de los pre­su­pues­tos de su poder, inten­tan, “con argu­men­tos de legis­tas”, escu­dri­ñar una salida.

dos opciones

Es igual a lo que ocu­rre hoy. Tal como enton­ces, el régi­men se ve enfren­ta­do a su pro­pia rui­na. Y, tal como enton­ces, bus­ca una salida.

Sólo pocos dele­ga­dos del cabil­do esta­ban cons­cien­tes de lo que ven­dría a con­ti­nua­ción. Amunátegui, el gran por­ta­voz del libe­ra­lis­mo chi­leno, escri­bía, en 1853, su resu­men de la cri­sis colo­nial con el bene­fi­cio del cono­ci­mien­to his­tó­ri­co. Sabía lo mis­mo sabe­mos hoy. La sali­da no ven­dría por las argu­men­ta­cio­nes jurí­di­cas, no sería un ave­ni­mien­to entre miem­bros de una mis­ma fami­lia. La solu­ción sur­gi­ría de enfren­ta­mien­to a muer­te entre dos posi­cio­nes: con­ser­va­ción del régi­men o independencia.

En el Chile de hoy tam­bién se con­tra­po­nen dos vías, dos opcio­nes en torno al poder. Una pro­pa­ga pro­fu­sa­men­te su varia­da ofer­ta, pero su alcan­ce real es difí­cil de aprehen­der. La otra, apa­re­ce entre las som­bras, pero sus obje­ti­vos fina­les son cla­ros y sen­ci­llos. La pri­me­ra opción bus­ca sal­var al régi­men polí­ti­co. La segun­da quie­re ter­mi­nar con él. Unos rumian sobre qué modi­fi­ca­cio­nes son nece­sa­rias para pre­ser­var los resor­tes del poder del Estado. Los otros quie­ren que el poder depen­da sólo del pueblo.

la vía del poder popular

Esa vía, la del poder popu­lar, se ase­me­ja dis­con­ti­nua y sinuo­sa. A dife­ren­cia de la vía con­ser­va­do­ra, no usa el len­gua­je polí­ti­co acos­tum­bra­do. Su idio­ma es el de la acción, no el de la nego­cia­ción. No dice “una cosa por otra”, no tra­du­ce sus moti­va­cio­nes y obje­ti­vos a argu­men­tos jurí­di­cos y promesas.

Y sobre todo, no se pre­sen­ta ante la socie­dad de mane­ra gra­dual, sino revo­lu­cio­na­ria. Es decir, hace peque­ñas apa­ri­cio­nes, loca­les, limi­ta­das; insig­ni­fi­can­tes, dirían los “legis­tas”. Pero des­pués se vuel­ve nacio­nal, ili­mi­ta­da y arro­lla­do­ra. Es, en todo sen­ti­do, un poder popu­lar. Como refle­xio­na­ba Amunátegui con res­pec­to al men­cio­na­do dile­ma bicen­te­na­rio de auto­go­bierno o colo­nia, “la pen­dien­te de las revo­lu­cio­nes es res­ba­la­di­za. Una vez que los pue­blos se com­pro­me­ten con ella, es difí­cil que se detengan”.

Mientras esté en las som­bras, se pue­de con­cluir que exis­te, pero su ver­da­de­ra fuer­za, su com­po­si­ción y, tam­bién, sus debi­li­da­des, se desconocen.

un fantasma...

Esa for­ma incor­pó­rea tie­ne con­fun­di­dos a los repre­sen­tan­tes del régi­men. Buscan con­ju­rar­la, sin tener una noción cla­ra de qué es lo que deben ceder para seguir ganan­do, qué es lo que deben cam­biar para que nada cambie.

¿Quién es ese fan­tas­ma, se pre­gun­tan? “¡Son los estu­dian­tes!” res­pon­den algu­nos y dan bene­fi­cios, des­cuen­tos y becas. Prometen satis­fac­ción a las deman­das de la edu­ca­ción, o ter­mi­nar con el lucro. “¡No, no!”, excla­man des­pués, “son los pobla­do­res.” Y otor­gan bonos, por el frío, las alzas, los hijos o el ani­ver­sa­rio de matri­mo­nio, y ofre­cen sub­si­dios y cur­sos “para empren­der.” Otros, en cam­bio, sos­tie­nen que “son los tra­ba­ja­do­res”. Y ofre­cen un pos­na­tal, AFP esta­tal, capa­ci­ta­ción y “una debi­da con­si­de­ra­ción de sus jus­tas demandas”.

Pero en este moderno cabil­do se impo­nen las voces más ente­ra­das. Por lo bajo, mur­mu­llan “no pode­mos seguir rega­lan­do cosas inde­fi­ni­da­men­te; la gen­te no cree en noso­tros.” Y más fuer­te, excla­man, para que se escu­che en la gale­ría: “vean, seño­res, el pro­ble­ma es polí­ti­co”. Y así hemos teni­do ins­crip­ción auto­má­ti­ca, voto volun­ta­rio y pri­ma­rias. Concesiones a exi­gen­cias que nadie había for­mu­la­do. Y en este perío­do de elec­cio­nes, pro­me­ten más demo­cra­cia y par­ti­ci­pa­ción, regio­na­li­za­ción, fin al bino­mi­nal, nue­va cons­ti­tu­ción, asam­blea constituyente.

Pese a todo ello, el fan­tas­ma sigue hacien­do sus ron­das. En ver­dad, ellos creen fir­me­men­te en ese espec­tro, que en las noches asue­la sus recá­ma­ras, rechi­nan­do sus cade­nas. Pero el poder popu­lar no es un fan­tas­ma. Es el camino que el pue­blo cons­tru­ye en con­tra­po­si­ción a la sali­da que pro­pi­cia el régimen.

Las dos opcio­nes con­tra­rias, la con­ser­va­do­ra y la del poder popu­lar, sur­gen natu­ral­men­te de la lucha de cla­ses. El cho­que entre quie­nes pro­du­cen y quie­nes se apro­pian de la rique­za, da ori­gen a estas con­cep­cio­nes diver­sas sobre el poder.

para qué el poder

Y, sí, ese el pro­ble­ma de Chile de hoy. No son ni los estu­dian­tes ni los cara­bi­ne­ros, ni la cla­se media ni los polí­ti­cos, ni los tra­ba­ja­do­res ni los empre­sa­rios. El pro­ble­ma de Chile es el poder. Y en esta cir­cuns­tan­cia nacio­nal no cabe creer en fan­tas­mas, espe­jis­mos ni ilu­sio­nes. El poder no se expre­sa en fór­mu­las subli­mes, sino en la lucha por un hos­pi­tal en Quellón, por el gas en Punta Arenas, en con­tra de la con­ta­mi­na­ción en Freirina, por el agua en el nor­te, por la cul­tu­ra mapu­che, por la vivien­da dig­na de los pobla­do­res, por la edu­ca­ción gra­tui­ta, uni­ver­sal, igua­li­ta­ria de los secun­da­rios, por los dere­chos de los trabajadores.

La lucha por el poder no es “como un liti­gio en los tri­bu­na­les”, es la lucha por un gobierno de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, por la nacio­na­li­za­ción, rea­li­za­da por los mis­mos tra­ba­ja­do­res, de nues­tras rique­zas natu­ra­les e indus­trias estra­té­gi­cas; por una vida dig­na; por poner fin a los órga­nos arma­dos que repri­men y ame­na­zan a los chi­le­nos, y su reem­pla­zo por un nue­va fuer­za que defien­da al pue­blo. Es, como hace 200 años, la lucha por la inde­pen­den­cia, por la segun­da, la defi­ni­ti­va inde­pen­den­cia de nues­tra América.

la lucha hoy

El camino del poder popu­lar es direc­to y sen­ci­llo, pero recha­za a los fan­tas­mas, a los tri­bu­nos de oca­sión y las ilu­sio­nes. A las qui­me­ras, opo­ne tra­ba­jo, con­cien­cia, lucha.

Y hoy esa lucha debe par­tir por las deman­das más urgen­tes y con­cre­tas: tra­ba­jo, salud, vivien­da, edu­ca­ción, jus­ti­cia ver­da­de­ra. Y debe tomar como fun­da­men­to un hecho insos­la­ya­ble. Para abrir­se paso, hay que ter­mi­nar con este régi­men. Quienes lo inte­gran y defien­den, deben irse. Todos, sin excepción.

Ellos no quie­ren acep­tar esa reali­dad. Creen que pue­den encu­brir su sali­da con­ser­va­do­ra con pro­me­sas elec­to­ra­les. Esperan cerrar el camino del poder popu­lar con la ayu­da de quie­nes pos­tu­lan que las deman­das popu­la­res se pue­den defen­der mejor “des­de adentro”.

Están equi­vo­ca­dos. No ven que la vía del poder popu­lar sigue ade­lan­te a pesar de sus ilu­sio­nes. Y lo hace con accio­nes concretas.

Por eso, estos comi­cios son tam­bién un momen­to de esta lucha. Hay que gol­pear al régi­men, hay que crear una opción polí­ti­ca que sir­va de orien­ta­ción a esta lucha por el poder popu­lar. El camino que segui­mos es el de inten­si­fi­car las movi­li­za­cio­nes y a abs­te­ner­se en las elec­cio­nes. No hay que dar ni un voto a los vie­jos y nue­vos repre­sen­tan­tes del régi­men cadu­co; hay que for­ta­le­cer la orga­ni­za­ción y la lucha por las deman­das. Y debe­mos, como tra­ba­ja­do­res, pre­pa­rar­nos para ejer­cer el poder.

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