Carta a un columnista muy importante

Esta lucha es sólo un comienzo. Los problemas que nosotros denunciamos sólo se pueden resolver, en definitiva, con la nacionalización de los puertos y de las empresas que controlan el comercio exterior. Y eso, a su vez, es sólo una parte de los objetivos a los que apunta la lucha de clases hoy. Al final, se trata de determinar quiénes son, como usted dice, los realmente “importantes” en nuestra sociedad.

Señor Joaquín García-Huidobro Correa,

Nos toma­mos la liber­tad de res­pon­der­le a su car­ta abier­ta ‑publi­ca­da en “El Mercurio” del domin­go 19 de enero, pági­na D‑12- diri­gi­da al com­pa­ñe­ro Sergio Vargas, voce­ro de los tra­ba­ja­do­res por­tua­rios de San Antonio. Lo hace­mos por­que, sin des­me­re­cer a los diri­gen­tes, los “muy impor­tan­tes” en el movi­mien­to de los por­tua­rios son los tra­ba­ja­do­res. El paro es deci­di­do por asam­blea y la lucha la lle­va­mos todos. No depen­de, como usted pare­ce creer, de una sola persona.

Usted pro­po­ne dejar de lado las recri­mi­na­cio­nes, aun­que por ahí se le esca­pan varias. Insinúa que tene­mos “prác­ti­cas mato­nes­cas” por luchar por nues­tros dere­chos. La reali­dad es que los úni­cos mato­nes son las empre­sas, ade­más de Carabineros y la Armada, que actúan como si fue­ran los guar­dias pri­va­dos de las enti­da­des portuarias.

Usted se extra­ña, don Joaquín, de que no con­fie­mos en la jus­ti­cia. Sí, habla­mos en serio cuan­do deci­mos que no pode­mos pagar los bufe­tes jurí­di­cos que “mue­ven” las cau­sas. Usted mis­mo es abo­ga­do, ¿habla en serio, cuan­do apa­ren­ta no saber cómo fun­cio­nan las cosas en tribunales?
¿Y habla en serio cuan­do sos­tie­ne que los tra­ba­ja­do­res ganan “la abru­ma­do­ra mayo­ría” de los jui­cios labo­ra­les? ¿No sabe usted que esos jui­cios res­pon­den a la prác­ti­ca habi­tual de los empre­sa­rios de des­pe­dir a los tra­ba­ja­do­res en mani­fies­ta vio­la­ción de la ley? ¿Y no sabe usted que ellos actúan así bajo el cálcu­lo de que sólo una mino­ría de los per­ju­di­ca­dos pre­sen­ta­rá una deman­da judi­cial? El “jui­cio per­di­do” es, en reali­dad, un peque­ño cos­to que los emplea­do­res pagan gus­to­sa­men­te por robar­le a miles y miles de tra­ba­ja­do­res sus indem­ni­za­cio­nes, coti­za­cio­nes pre­vi­sio­na­les y demás pres­ta­cio­nes pres­cri­tas por la ley.

En todos los otros jui­cios, esos en los que los magis­tra­dos deben dilu­ci­dar a quién favo­re­cen, al capi­tal o al tra­ba­jo, en los que real­men­te se jue­ga algo, noso­tros per­de­mos siem­pre. ¿No sabía que nues­tros com­pa­ñe­ros de Mejillones acu­die­ron a la Dirección del Trabajo para que se les reco­no­cie­ra a todos los tra­ba­ja­do­res el dere­cho a for­mar par­te de un mis­mo sin­di­ca­to? Pues la auto­ri­dad le dio la razón a los sub­ter­fu­gios de la empre­sa y se olvi­dó de las garan­tías cons­ti­tu­cio­na­les, los tra­ta­dos inter­na­cio­na­les y de la ley. ¿No se enteró?

Parece que como abo­ga­do anda medio per­di­do. Y como pro­fe­sor de filo­so­fía de la Universidad de Los Andes, ¿cómo anda? Usted pre­gun­ta que “des­de cuán­do que la dig­ni­dad exclu­ye some­ter­se a la jus­ti­cia”. ¿Pero no sabe que la dig­ni­dad sur­ge cuan­do uno se levan­ta fren­te a la injus­ti­cia? La dig­ni­dad no pue­de medir­se por la sumi­sión a las leyes, sino por actuar con­for­me a que es jus­to. Usted habla de una “socie­dad libre”. Pero ¿cuál es su liber­tad? Usted ofre­ce una sola opción: aca­tar y callar. ¿Eso es lo que ense­ña en su cátedra?

cartaNos acu­sa de per­ju­di­car al “90% de los pro­duc­to­res de arán­da­nos [que] tie­ne menos de 10 hec­tá­reas, es decir, se tra­ta de gen­te que nece­si­ta ven­der sus pro­duc­tos para sobre­vi­vir el res­to del año”. La pro­por­ción es en reali­dad de un 70%, según el Ministerio de Agricultura, don Joaquín, pero no impor­ta, por­que pare­ce que tam­po­co sabe mucho de pro­duc­ción agrí­co­la. Los arán­da­nos no son como el tri­go; su gra­cia es que se pue­den pro­du­cir inten­si­va­men­te en peque­ñas super­fi­cies. Para man­te­ner las 10 hec­tá­reas se requie­ren duran­te el año unos 40 tra­ba­ja­do­res, que aumen­tan a 100 en perío­do de cose­cha. Entonces, eso de “peque­ño pro­duc­tor” y de “sobre­vi­vir” es has­ta por ahí nomás.

Y otra cosa. Las empre­sas agrí­co­las media­nas y peque­ñas no expor­tan direc­ta­men­te, sino que ven­den su pro­duc­ción a inter­me­dia­rios, que son los que efec­túan el envío al exte­rior. ¿No lo sabía?

A dife­ren­cia de usted noso­tros sí sabe­mos eso. Sabemos que los que aho­ra llo­ran por el paro, no corren peli­gro de per­der “la pro­duc­ción de un año”. Son gran­des con­glo­me­ra­dos que mono­po­li­zan el comer­cio exte­rior y sufren un aumen­to de sus cos­tos. Per con lo que han per­di­do en un par de días de para­li­za­ción, esas empre­sas bien podrían haber cum­pli­do con la ley y haber satis­fe­cho, con cre­ces, nues­tras deman­das. Sin embar­go, no se tra­ta sim­ple­men­te de pla­ta. Aquí hay más en jue­go. La deses­pe­ra­ción no es por la fru­ta. ¿No escu­chó al pre­si­den­te eje­cu­ti­vo de Codelco, el señor Thomas Keller, decir que “el cobre no se pudre”? Pero de todas mane­ras repri­men e inten­tan rom­per a cual­quier cos­to el movi­mien­to del puer­to de Angamos.

Y sos­pe­cha­mos que, pese a que usted se hace el dis­traí­do, tam­bién lo sabe. ¿No es usted, don Joaquín, accio­nis­ta de la Compañía Sudamericana de Vapores, de Navarino, y de Saam, entre otras?

¡Ah! y ya que esta­mos en eso: usted nos pide iden­ti­fi­car “con prue­bas” si el paren­tes­co era “rele­van­te” para ganar un jui­cio en la Corte Suprema. En caso con­tra­rio, debe­mos retrac­tar­nos, dice usted. Bien. Pero antes, que­ría­mos pre­gun­tar: el señor Felipe García-Huidobro Correa, tam­bién accio­nis­ta en esas enti­da­des, ¿no será, por esas casua­li­da­des de la vida, fami­liar suyo? Y ¿no será ese caba­lle­ro, el mis­mo vice­al­mi­ran­te que actual­men­te se desem­pe­ña como coman­dan­te en jefe de la III Zona Naval? Eso sí que sería feo, por eso de los “con­flic­tos de inte­rés” ¿ver­dad?

Ve, don Joaquín, usted mis­mo puso el tema de las fami­lias que son un “fac­tor rele­van­te” en nues­tro país.

Ahora, no se tra­ta de recri­mi­nar­le nada, señor, sino de “pre­ci­sar nues­tras dis­cre­pan­cias”. Y la ver­dad es que le agra­de­ce­mos que nos haya escri­to esa car­ta. No lo dice usted con todas sus pala­bras, pero deja bas­tan­te cla­ro que el movi­mien­to de los por­tua­rios es par­te de la lucha de cla­ses. Y ahí está el pro­ble­ma, don Joaquín.

Porque esta lucha es sólo un comien­zo. Los pro­ble­mas que noso­tros denun­cia­mos sólo se pue­den resol­ver, en defi­ni­ti­va, con la nacio­na­li­za­ción de los puer­tos y de las empre­sas que con­tro­lan el comer­cio exte­rior. Y eso, a su vez, es sólo una par­te de los obje­ti­vos a los que apun­ta la lucha de cla­ses hoy. Al final, se tra­ta de deter­mi­nar quié­nes son, como usted dice, los real­men­te “impor­tan­tes” en nues­tra socie­dad. ¿Es la gen­te a la que usted sir­ve o somos noso­tros? Los que cose­cha­mos las fru­tas, esti­ba­mos los bar­cos, con­du­ci­mos los camio­nes, extrae­mos el cobre; los fores­ta­les, los pes­ca­do­res, los meta­lúr­gi­cos, los ven­de­do­res, los mozos, los barren­de­ros, los pro­fe­so­res, los obre­ros de la cons­truc­ción, los inde­pen­dien­tes, los sub­con­tra­ta­dos…, en fin, ya se habrá dado cuen­ta a lo vamos.

Usted nos pide que, por favor, como “ges­to patrió­ti­co”, levan­te­mos el paro. No les pide a los empre­sa­rios que cedan. Ya vimos por qué ¿no es cier­to? No se tra­ta de un pesos más, pesos menos. Se tra­ta de impe­dir que cun­da el ejem­plo: que se extien­dan los méto­dos de la asam­blea, de la acción, de la lucha, de la soli­da­ri­dad, de la uni­dad, el “nun­ca más solos”. En suma, de la dignidad.

Su car­ta, cree­mos, vie­ne a des­tiem­po. Este movi­mien­to de los por­tua­rios even­tual­men­te se resol­ve­rá ‑bien, mal o más o menos- des­preo­cú­pe­se de eso, don Joaquín. Pero lo que ya no va parar es la lucha de los tra­ba­ja­do­res por cam­biar­lo todo.

Eso nomás que­ría­mos avisarle.