La historia invisible

El proceso de Ucrania refleja, en la lejanía, las contradicciones próximas de nuestro tiempo: los esfuerzos desesperados del capitalismo por salvar sus regímenes, las maquinaciones del imperialismo, las variantes para frenar la lucha de clases, lo sanguinario de los instrumentos que emplea para ese fin; pero nos muestra, al fin, la tendencia política-histórica que debemos conocer y dominar: el camino del poder popular.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº49

Ocurre fren­te a nues­tros ojos. La bar­ba­rie de la gue­rra civil en Ucrania, la masa­cre de dece­nas de per­so­nas en la sede de los sin­di­ca­tos de Odessa, la cruel­dad e inhu­ma­ni­dad de los agre­so­res, las esce­nas ate­rra­do­ras de sufri­mien­to y muer­te, son trans­mi­ti­das de mane­ra ins­tan­tá­nea a los con­fi­nes más leja­nos del mun­do. A pesar de la indi­fe­ren­cia ofi­cial, de las men­ti­ras, no pode­mos evi­tar esas imá­ge­nes. Pero ¿qué real­men­te vemos?

En 1806, las tro­pas fran­ce­sas ocu­pa­ron la ciu­dad ale­ma­na de Jena, enca­be­za­das por Napoleón. En una car­ta, Hegel rela­tó el suce­so y comen­tó que había vis­to “al espí­ri­tu uni­ver­sal mon­ta­do a caba­llo”. Es decir, don­de el obser­va­dor común veía a sol­da­dos y a un hom­bre peque­ño y cor­pu­len­to como jefe, el filó­so­fo cons­ta­tó el paso de un nue­vo prin­ci­pio que, en su opi­nión, englo­ba­ba toda la his­to­ria, ponién­do­le así fin.

la historia en movimiento

Pero la ver­dad es que, con Napoleón, la his­to­ria no ter­mi­nó. Al empe­reur le segui­rían nue­vos líde­res y poten­ta­dos, nue­vos Estados y regí­me­nes, nue­vas gue­rras y revo­lu­cio­nes. Hace no más de 25 años, sin embar­go, un estu­dio­so de Hegel (y fun­cio­na­rio del Departamento de Estado de EE.UU.) decre­tó ‑aho­ra sí- el “fin de la his­to­ria”. No lo per­so­ni­fi­có en un hom­bre, sino en una cir­cuns­tan­cia par­ti­cu­lar: el poder omní­mo­do del que que­dó inves­ti­do Estados Unidos tras la caí­da del blo­que soviético.

Pero así como Napoleón demos­tró que ‑lejos del espí­ri­tu del mundo- era un ser mor­tal, el pode­río de Estados Unidos y del capi­ta­lis­mo tam­bién son finitos.

La his­to­ria con­ti­núa. Y gol­pea hoy en Ucrania con furor hege­liano. Porque ocu­rre que, al igual que con Napoleón en 1806, ese país con­den­sa las prin­ci­pa­les con­tra­dic­cio­nes que mar­can este momen­to de la historia.

En el con­flic­to de Ucrania están pre­sen­tes las ten­den­cias más impor­tan­tes de la cri­sis glo­bal del capi­ta­lis­mo. Por una par­te, el debi­li­ta­mien­to agu­do de los regí­me­nes polí­ti­cos bur­gue­ses, la ten­sión entre las poten­cias impe­ria­lis­tas, la exci­ta­ción de los nacio­na­lis­mos y la ilu­sión de que esos con­flic­tos pue­dan ser con­te­ni­dos por la vía bona­par­tis­ta. Por otra par­te, está el cre­cien­te pro­ta­go­nis­mo de los pue­blos, la bús­que­da de for­mas de acción de tra­ba­ja­do­res y la ten­den­cia obje­ti­va hacia el poder popu­lar. Son los ras­gos de la his­to­ria viva, en desa­rro­llo, de nues­tro tiempo.

las lecciones de ucrania

La cri­sis en Ucrania comen­zó bajo el signo, no de la con­cien­cia de la his­to­ria, sino de la ideo­lo­gía de su fin. Miles de ciu­da­da­nos levan­ta­ron, ini­cial­men­te, la más impo­si­ble – es decir, ahistórica- de las con­sig­nas. En su pro­tes­ta en con­tra del corrup­to régi­men de Yanúkovich, pedían el ingre­so de Ucrania a la Unión Europea. Imposible, por­que ‑como sabe has­ta un niño- la UE no quie­re, ni pue­de, acep­tar nue­vos miem­bros y menos al que­bra­do Estado ucra­niano. Imposible, por­que aún un esta­tu­to de aso­cia­ción sig­ni­fi­ca­ba, no el acce­so a las bon­da­des eco­nó­mi­cas de la metró­po­lis euro­pea, sino el some­ti­mien­to a los dic­ta­dos de ajus­te de la troi­ka, con su secue­la de cesan­tía, recor­te de suel­dos y ser­vi­cios socia­les. Imposible, por­que el supues­to nacio­na­lis­mo de la pla­za Maidan ter­mi­na­ría en la más ver­gon­zo­sa abdi­ca­ción de la sobe­ra­nía ucra­nia­na. Imposible, por­que todo la manio­bra había sido digi­ta­da por Estados Unidos, pero la UE es domi­na­da por Alemania, que bus­ca, jus­ta­men­te un enten­di­mien­to, con… ¡Rusia!

Bajo la ban­de­ra de la UE, se con­gre­ga­ba el cho­vi­nis­mo más vul­gar; bajo la con­sig­na de la demo­cra­cia repre­sen­ta­ti­va, ope­ra­ban los neo­na­zis y apo­lo­gis­tas del colaboracionismo.

Tras la denun­cia de la corrup­ción ofi­cial, actua­ban los mis­mos oli­gar­cas y mafio­sos que han sos­te­ni­do a todos los gobier­nos ucra­nia­nos des­de la caí­da de la URSS.

caja de pandora

También aquí, Estados Unidos cre­yó que podría mane­jar la ola de levan­ta­mien­tos popu­la­res de los años recien­tes. Pero al igual que en Siria, Libia, Egipto, no ha sido así. De la famo­sa caja de Pandora, una vez abier­ta, salie­ron todo tipo de sor­pre­sas. En una rápi­da reac­ción, Rusia ane­xó la penín­su­la de Crimea, base de su flo­ta del Mar Negro. Y en la par­te de Ucrania don­de se con­cen­tra la pobla­ción urba­na y la pro­duc­ción indus­trial y mine­ra del país se levan­tó la con­sig­na de la resis­ten­cia al nue­vo régi­men de Kiev y la autodeterminación.

Es inne­ga­ble que Rusia tam­bién pre­ten­de diri­gir el movi­mien­to en el sur y este de Ucrania. Es par­te de la ten­den­cia bona­par­tis­ta con la que Putin pre­ten­de pro­te­ger su régi­men de con­vul­sio­nes simi­la­res. Hace siglo y medio, Louis Bonaparte se ves­tía con los ropa­jes del tran­si­to­rio Imperio de su tío, el ya men­cio­na­do Napoleón. Putin acen­túa el nacio­na­lis­mo y se pre­sen­ta como un cam­peón del anti­im­pe­ria­lis­mo. Y, rom­pien­do su pre­di­lec­ción por las glo­rias del zaris­mo y de la Iglesia Ortodoxa, jue­ga aho­ra con los sím­bo­los sovié­ti­cos. Eso es impor­tan­te, pues el sen­ti­mien­to de los lla­ma­dos “pro­rru­sos” de Ucrania está imbui­do por las con­quis­tas socia­les y cul­tu­ra­les que se per­die­ron con el fin de la Unión Soviética.

el camino del poder popular

Mientras, en la región del Donetsk el pue­blo tra­za un camino por sus pro­pios medios. En un refe­rén­dum en 2.000 cole­gios elec­to­ra­les en 53 loca­li­da­des, un 89 por cien­to de los votan­tes rati­fi­có la rup­tu­ra con el régi­men de Kiev. Según la pren­sa occi­den­tal, el acto elec­cio­na­rio fue rea­li­za­do bajo la égi­da de auto­ri­da­des “auto­pro­cla­ma­das”. En efec­to, “alcal­des popu­la­res”, “comi­tés de auto­de­fen­sa”, “gobier­nos” y “repú­bli­cas popu­la­res”, todos se auto­pro­cla­man como tales. Para quie­nes sos­tie­nen los intere­ses del impe­ria­lis­mo, aque­llo sería anti­de­mo­crá­ti­co e ilegítimo.

Pero todo poder popu­lar es “auto­pro­cla­ma­do”, pues es la afir­ma­ción de un poder nue­vo, direc­to, de las masas, fren­te al régi­men cons­ti­tui­do. Así comen­zó la inde­pen­den­cia ame­ri­ca­na. Así, auto­pro­cla­mán­do­se, actuó la Revolución de Mayo en Buenos Aires, el cabil­do de Santiago y la pri­me­ra jun­ta de gobierno; así fue el regis­tro orga­ni­za­do por O’Higgins sobre la inde­pen­den­cia, un refe­rén­dum tam­bién. Así son los cami­nos de la historia.

Mientras los auto­pro­cla­ma­dos prac­ti­can la demo­cra­cia, efec­ti­vos mili­ta­res ucra­nia­nos ocu­pan los loca­les de vota­ción y, ate­mo­ri­za­dos, abren fue­go con­tra la muche­dum­bre, como en Krasnoarmeysk. Mientras las auto­ri­da­des de Kiev son inca­pa­ces de cual­quier acción con­cre­ta, los auto­pro­cla­ma­dos actúan con efi­ca­cia. ¿Quién es más gobierno aquí? ¿Quién es más legí­ti­mo? ¿Quién va con la his­to­ria y quién en con­tra de ella?

El pro­ce­so de Ucrania, decía­mos, refle­ja, en la leja­nía, las con­tra­dic­cio­nes pró­xi­mas de nues­tro tiem­po: los esfuer­zos deses­pe­ra­dos del capi­ta­lis­mo por sal­var sus regí­me­nes, las maqui­na­cio­nes del impe­ria­lis­mo, las varian­tes para fre­nar la lucha de cla­ses, lo san­gui­na­rio de los ins­tru­men­tos que emplea para ese fin; pero nos mues­tra, al fin, la ten­den­cia política-histórica que debe­mos cono­cer y domi­nar: el camino del poder popular.

El des­en­la­ce de la gue­rra civil en Ucrania está por deci­dir­se. Parece pro­ba­ble que se impon­ga, tar­de o tem­prano, sobre la san­gre derra­ma­da, un arre­glo entre las poten­cias intere­sa­das. ¿Será dura­de­ro? ¿Puede serlo?

Al final, la pre­gun­ta es: ¿qué va con la his­to­ria y qué se resis­te a su avan­ce? La ver­dad es que lo esta­mos vien­do fren­te a nues­tros ojos. Es la his­to­ria, es el espí­ri­tu uni­ver­sal, pero aho­ra pues­to sobre sus pies. Y avan­za, ya no soli­ta­rio, a caba­llo, sino en mul­ti­tu­des de hom­bres y muje­res, jóve­nes y niños, que desa­fían las balas, las men­ti­ras y la pre­po­ten­cia de quie­nes dicen que su poder es eterno.

La his­to­ria de hoy nos deja lec­cio­nes, la nece­si­dad de la uni­dad, la nece­si­dad de la con­duc­ción, la nece­si­dad de la dis­ci­pli­na, la nece­si­dad del poder popu­lar, la nece­si­dad de la revolución.

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