Hasta que la dignidad se haga costumbre

La experiencia de diciembre pasado, en que se formó desde las bases una fuerte corriente por la dignidad docente, demuestra que esta batalla se puede ganar. El gobierno está debilitado políticamente, al igual que los representantes del oficialismo en la dirigencia del Colegio de Profesores. Ambos buscarán desviar la lucha, confundir, frenar. Esperan radicar la discusión en el Congreso, con los parlamentarios corruptos. No hay que hacerles caso. No hay nada que hablar allí.

La movi­li­za­ción de los pro­fe­so­res en con­tra del lla­ma­do pro­yec­to de “carre­ra docen­te” del gobierno ocu­rre en un momen­to espe­cial de la vida nacio­nal. La lucha de los docen­tes ayu­da impul­sar las deman­das popu­la­res por la edu­ca­ción. En medio de la cri­sis del régi­men polí­ti­co, con­fron­ta las nece­si­da­des y aspi­ra­cio­nes de la mayo­ría con las mise­rias y trai­cio­nes de una mino­ría ínfi­ma y corrup­ta. Por eso se tra­ta de una bata­lla importante.

El pro­yec­to del gobierno para la carre­ra docen­te no se dife­ren­cia de sus demás refor­mas. Digámoslo nue­va­men­te: ha hecho una refor­ma tri­bu­ta­ria para los gran­des gru­pos eco­nó­mi­cos, edu­ca­cio­nal para los gran­des sos­te­ne­do­res pri­va­dos, labo­ral para los patro­nes, elec­to­ral para los par­ti­dos del régi­men, etcé­te­ra. Ahora su plan de “carre­ra docen­te” se suma a esta leta­nía como la refor­ma para des­pe­dir pro­fe­so­res, para eli­mi­nar sus dere­chos adqui­ri­dos, para empu­jar a los maes­tros anti­guos a la mise­ria de la jubi­la­ción, y para esta­ble­cer un cuer­po docen­te some­ti­do y dis­po­ni­ble. Eso es lo medu­lar del pro­yec­to. Lo demás es una lar­ga lis­ta de agra­vios acce­so­rios. Los aumen­tos de suel­do son con­di­cio­na­dos y esqui­vos; la for­ma­ción pro­fe­sio­nal es limi­ta­da y des­ti­na­da al lucro de las empre­sas edu­ca­cio­na­les bien conec­ta­das a los altos fun­cio­na­rios del Estado. Se exi­gi­rá un títu­lo uni­ver­si­ta­rio y un ren­di­mien­to míni­mo en la PSU que no val­drán nada, pues para tra­ba­jar como pro­fe­sor se debe­rá cum­plir con un examen “habi­li­tan­te”.

Y en efec­to, la “carre­ra” que el gobierno ima­gi­na para los pro­fe­so­res, es una lar­ga com­pe­ten­cia de eva­lua­cio­nes, cer­ti­fi­ca­cio­nes y exá­me­nes, para con­ser­var su empleo o, even­tual­men­te, avan­zar un poco.

Muchas de las crí­ti­cas al pro­yec­to apun­tan a sus moti­va­cio­nes ideo­ló­gi­cas. Así, se ha dicho que pro­fun­di­za un mode­lo “indi­vi­dua­lis­ta”, la “estan­da­ri­za­ción” de la edu­ca­ción, etc. Eso muy es cier­to, pero no hay que olvi­dar que nada de esto es nue­vo. El gobierno se limi­ta a copiar a una polí­ti­ca que comen­zó a apli­car­se en Estados Unidos, duran­te el perío­do de Reagan en los años ’80, cuan­do se ini­ció una ofen­si­va en con­tra del pro­fe­so­ra­do y sus con­quis­tas que se escu­da­ba, jus­ta­men­te, en las eva­lua­cio­nes, cer­ti­fi­ca­cio­nes, las “ren­di­cio­nes de cuen­tas”. Bajo el pre­tex­to de mejo­rar la edu­ca­ción, se gol­peó a los docen­tes. Y los sin­di­ca­tos de maes­tros caye­ron en la tram­pa: opu­sie­ron doc­tos argu­men­tos aca­dé­mi­cos a la abo­li­ción de sus dere­chos y espe­ra­ron, en vano, la pro­tec­ción de los polí­ti­cos del Partido Demócrata. Hoy, su situa­ción es abso­lu­ta­men­te des­me­dra­da, al igual que la de los cole­gios públi­cos de Estados Unidos.

Los pro­fe­so­res chi­le­nos no pue­den dejar tomar en con­si­de­ra­ción esa expe­rien­cia, que es la base del pro­yec­to del gobierno. Los docen­tes que son fun­cio­na­rios de las cor­po­ra­cio­nes muni­ci­pa­les, no pue­den dejar de obser­var las con­di­cio­nes labo­ra­les de sus cole­gas en cole­gios par­ti­cu­la­res sub­ven­cio­na­dos, don­de prác­ti­ca de las eva­lua­cio­nes y con­tro­les es un arma pre­di­lec­ta de explo­ta­ción usa­da por sostenedores.

Pues, los pro­fe­so­res no pue­den olvi­dar que, ante todo, son tra­ba­ja­do­res. El gobierno quie­re hacer­les creer que su pro­yec­to sólo bus­ca mejo­rar la edu­ca­ción. Quiere apro­ve­char­se del idea­lis­mo de muchos maes­tros, de “la voca­ción de edu­car”, de su rol de “guías de la juven­tud”, para man­te­ner a los docen­tes some­ti­dos y ninguneados.

Un cam­bio en la edu­ca­ción no depen­de sólo de los pro­fe­so­res, del mis­mo modo que la edu­ca­ción, la for­ma­ción inte­lec­tual, moral y físi­ca de niños, jóve­nes y adul­tos no se rea­li­za exclu­si­va­men­te en la escue­la. Elevar esa for­ma­ción, que ocu­rre en las casas, en las calles, en los luga­res de tra­ba­jo, cons­tan­te­men­te y en todas par­tes, requie­re de una trans­for­ma­ción de la socie­dad, del desa­rro­llo de la con­cien­cia. Las deman­das popu­la­res por la edu­ca­ción que se levan­ta­ron con tan­ta fuer­za en 2011 no pedían sim­ple­men­te una refor­ma, sino apun­ta­ban nece­sa­ria­men­te a cam­bios reales, a un futu­ro dis­tin­to para las nue­vas generaciones.

Hoy, en esta socie­dad, regi­da por un sis­te­ma de explo­ta­ción, diri­gi­da por un régi­men corrup­to y cadu­co, la voca­ción de los maes­tros se mani­fies­ta en la lucha por sus dere­chos, en edu­car a sus alum­nos en la soli­da­ri­dad, en la cla­ri­dad, en la con­se­cuen­cia. Y de paso, los pro­fes de mate­má­ti­ca podrán demos­trar las cuen­tas fal­sas que saca el gobierno, los de len­gua­je, podrán des­en­mas­ca­rar las fala­cias lógi­cas y la basu­ra retó­ri­ca del ofi­cia­lis­mo, y… ¡qué decir de los de edu­ca­ción física!

La expe­rien­cia de diciem­bre pasa­do, en que se for­mó des­de las bases una fuer­te corrien­te por la dig­ni­dad docen­te, demues­tra que esta bata­lla se pue­de ganar. El gobierno está debi­li­ta­do polí­ti­ca­men­te, al igual que los repre­sen­tan­tes del ofi­cia­lis­mo en la diri­gen­cia del Colegio de Profesores. Ambos bus­ca­rán des­viar la lucha, con­fun­dir, fre­nar. Esperan radi­car la dis­cu­sión en el Congreso, con los par­la­men­ta­rios corrup­tos. No hay que hacer­les caso. No hay nada que hablar allí.

El pro­yec­to de carre­ra docen­te debe ser reti­ra­do. Las deman­das más urgen­tes deben de los pro­fe­so­res deben ser aten­di­das. Son esta­bi­li­dad labo­ral, con­di­cio­nes labo­ra­les dig­nas, mejo­res suel­dos y jubi­la­cio­nes deco­ro­sas, inclu­yen­do el pago de la deu­da his­tó­ri­ca. Se debe reto­mar la lucha por las rei­vin­di­ca­cio­nes popu­la­res por una nue­va edu­ca­ción, jun­to a los estu­dian­tes y apo­de­ra­dos. Hoy, esas ban­de­ras no son sim­ple­men­te un recla­mo a las auto­ri­da­des; son par­te fun­da­men­tal de las deman­das de un Chile que se levan­ta en con­tra de la podre­dum­bre de un régi­men de ladro­nes y explotadores.

Por eso, sig­ni­fi­ca tan­to la con­sig­na que levan­tan los docen­tes: ¡que la dig­ni­dad se haga costumbre!