El regreso de la lucha de clases

Nosotros decimos: ¡adelante con la movilización! La lucha efectiva vale más que una convocatoria ambigua o una dirigencia sin orientación. La lucha de clases obliga a tomar la iniciativa, a actuar de acuerdo a la realidad, y no de ilusiones ajenas y, sobre todo, exige elegir de qué lado se va estar en este conflicto.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº58

Para algu­nos, es una mala pala­bra. Para otros, es el peor de los peli­gros. Y hay quie­nes afir­man que ya no exis­te. Para todos los demás, es sim­ple­men­te la reali­dad. Es la lucha de clases.

Nuestras con­di­cio­nes de vida, sus lími­tes y posi­bi­li­da­des están deter­mi­na­dos por ella. La lucha de cla­ses que­da cer­ti­fi­ca­da en núme­ros en el suel­do de fin de mes y en las cuen­tas que hay que pagar; via­ja en la mis­ma micro reple­ta camino al tra­ba­jo y nos acom­pa­ña duran­te toda la jor­na­da labo­ral; sigue ahí, en el regre­so a casa, cuan­do noso­tros, cau­te­lo­sos, apu­ra­mos el paso mien­tras vemos a los tra­fi­can­tes ope­rar con total des­preo­cu­pa­ción. Está ahí, en la espe­ra en el con­sul­to­rio y en la pre­ca­rie­dad de la escue­la de los niños; en la indo­len­cia de las ofi­ci­nas públi­cas. Se mues­tra en cada comer­cio, en cada empre­sa, en cada mina, en los puer­tos y toda faena.

Y eso es así, por­que los resul­ta­dos gene­ra­les de la lucha de cla­ses deter­mi­nan cómo se orga­ni­za la eco­no­mía, el esta­do, la socie­dad: en favor de unos pocos, y en detri­men­to de los más. Pero la lucha de cla­ses está tam­bién siem­pre pre­sen­te en lo par­ti­cu­lar, lo coti­diano, por­que ‑justamente- es una lucha. Y noso­tros, los tra­ba­ja­do­res, la libra­mos todos los días. Y así lo hacen nues­tros enemi­gos, los due­ños del capital.

Es com­pren­si­ble que algu­nos no quie­ran escu­char hablar de la lucha de cla­ses. Se tra­ta de un hecho terri­ble, peor que cual­quier gue­rra. Las con­tien­das béli­cas tie­nen un ini­cio y un fin. La gue­rra social entre la cla­se que explo­ta y la cla­se que es explo­ta­da, en cam­bio, no se detie­ne nun­ca. Para ter­mi­nar­la, hay que abo­lir las cla­ses socia­les en que se divi­de la sociedad.

Si la lucha de cla­ses es un con­flic­to per­ma­nen­te ¿por qué deci­mos que ha regre­sa­do? Porque han cam­bia­do las con­di­cio­nes en que lle­va­mos ade­lan­te esta pelea.

crisis general del capital

El prin­ci­pal fac­tor es la cri­sis gene­ral del capi­tal. Es la inca­pa­ci­dad de la cla­se domi­nan­te de man­te­ner en fun­cio­na­mien­to su sis­te­ma. Ello se refle­ja en la eco­no­mía. Se sabe que el capi­ta­lis­mo no pue­de exis­tir sin cri­sis perió­di­cas. Pero éstas se han vuel­to más pro­fun­das y la recu­pe­ra­ción sub­si­guien­te más len­ta. La expan­sión ace­le­ra­da del capi­ta­lis­mo a nue­vos mer­ca­dos como China no ha dete­ni­do ese pro­ce­so. Al con­tra­rio, ha ati­za­do aún más la lucha de cla­ses. Cada año, millo­nes de cam­pe­si­nos se trans­for­man en inte­gran­tes de la cla­se tra­ba­ja­do­ra moder­na. Ahora es posi­ble que este­mos en vís­pe­ras de una nue­va caí­da glo­bal, como lo demues­tran muchos sig­nos, o que con­ti­núe el estan­ca­mien­to actual duran­te un tiem­po. Pero la cri­sis del capi­tal no se mani­fies­ta prin­ci­pal­men­te en la eco­no­mía, sino que gol­pea su capa­ci­dad del capi­tal de man­te­ner su direc­ción sobre la socie­dad. Lo que pro­me­tió ser una épo­ca mar­ca­da por la hege­mo­nía abso­lu­ta y final de los Estados Unidos, ha dado ori­gen a una encar­ni­za­da com­pe­ten­cia entre los paí­ses impe­ria­lis­tas y poten­cias regio­na­les. Como se ha dicho, hoy, un cuar­to de siglo des­pués del derrum­be del lla­ma­do “socia­lis­mo real”, nadie habla ya de la caí­da de la Unión Soviética. El tema aho­ra es el colap­so de la Unión… Europea, es decir, de la orga­ni­za­ción polí­ti­ca y eco­nó­mi­ca del capi­ta­lis­mo en el vie­jo con­ti­nen­te. Son los regí­me­nes polí­ti­cos bur­gue­ses los que acu­san de mane­ra más direc­ta el decli­ve del domi­nio del capi­tal. Prácticamente, no hay país alguno en que la direc­ción polí­ti­ca esta­ble­ci­da en las últi­mas déca­das no esté en cuestión.

En América Latina, ese pro­ce­so ha teni­do ras­gos par­ti­cu­la­res. El reno­va­do impul­so del pro­ta­go­nis­mo popu­lar lle­vó a una espe­cie de equi­li­brio ines­ta­ble, diri­gi­do, en varios paí­ses, por gobier­nos de índo­le nacio­na­lis­ta que com­bi­na­ban medi­das popu­la­res y de avan­za­da con la con­ser­va­ción del régi­men bur­gués. Hoy, la cri­sis gene­ral del capi­tal ame­na­za con tras­to­car tam­bién esos equi­li­brios. La con­se­cuen­cia de ello no es, como algu­nos creen, “la derro­ta de la izquier­da”, sino una lucha de cla­ses más abier­ta y más decisiva.

En Chile, la pro­gre­si­va anu­la­ción del régi­men polí­ti­co es más pro­lon­ga­da, pro­fun­da e irre­ver­si­ble. La evi­den­cia de la corrup­ción total de ese régi­men, y de todos sus com­po­nen­tes ‑par­ti­dos, apa­ra­to del Estado, empre­sa­ria­do, FF.AA., Iglesia, etc.-, lo deja muy en cla­ro. Pero se tra­ta de un efec­to, no de la cau­sa de la cri­sis. Es el capi­ta­lis­mo depen­dien­te, con­cen­tra­do, super­ex­plo­ta­dor al que sir­ve ese régi­men el que ha lle­ga­do un lími­te, coin­ci­den­te con la cri­sis mun­dial del capi­tal. Por eso, el vie­jo régi­men polí­ti­co no tie­ne una sali­da por fue­ra o por enci­ma de la lucha de cla­ses. Así lo ha demos­tra­do el rápi­do fra­ca­so del neo­rre­for­mis­mo levan­ta­do ini­cial­men­te por el actual gobierno.

El pro­gra­ma de refor­mas levan­ta­do hace dos años por el ofi­cia­lis­mo bus­ca­ba pro­te­ger al régi­men de la ame­na­za del “males­tar” y de un “esta­lli­do social”. Con el ine­quí­vo­co apo­yo de Estados Unidos, del capi­tal trans­na­cio­nal y algu­nos de los gran­des gru­pos eco­nó­mi­cos, la Concertación se pro­pu­so un pro­yec­to para ate­nuar la lucha de cla­ses. Logró lo con­tra­rio: ace­le­ra la caí­da del régi­men y alien­ta la lucha de clases.

adelante con la movilización

Hoy la cúpu­la de la CUT, cuya obse­cuen­cia al gobierno fue inusi­ta­da, inde­bi­da, incon­ve­nien­te e inefi­caz, se ve pre­sio­na­da a con­vo­car a un paro nacio­nal… en con­tra de ese mis­mo gobierno. Quienes cam­bia­ron su papel de diri­gen­tes sin­di­ca­les por la ilu­sión de ser pri­vi­le­gia­dos y adu­la­dos nego­cia­do­res legis­la­ti­vos fue­ron des­alo­ja­dos sin más trá­mi­te de la tri­bu­na del Senado cuan­do los par­la­men­ta­rios com­pra­dos por los empre­sa­rios sella­ban sus ver­da­de­ros acuerdos.

Los tra­ba­ja­do­res no tie­nen tiem­po para dete­ner­se a exa­mi­nar esas para­do­jas y des­en­ga­ños. Nosotros hemos abo­ga­do por el empleo de las herra­mien­tas de la lucha de cla­ses, las movi­li­za­cio­nes popu­la­res y el paro nacio­nal, en la situa­ción actual. Por eso moti­vo, lla­ma­mos a luchar este 22 de mar­zo en las empre­sas, en las calles, en las pobla­cio­nes, en los cen­tros educativos.

Pero tam­bién decla­ra­mos que la vuel­ta de la lucha de cla­ses deja en cla­ro que no se pue­de con­fiar en los par­ti­dos del sis­te­ma, en las elec­cio­nes y en las cúpu­las y orga­ni­za­cio­nes que no repre­sen­ten los intere­ses popu­la­res. La lucha de cla­ses impo­ne otra lógi­ca. La orga­ni­za­ción des­de la base, la acción direc­ta y la lucha con­se­cuen­te por las ver­da­de­ras deman­das popu­la­res y no por elu­cu­bra­cio­nes de gabinete.

Nosotros deci­mos: ¡ade­lan­te con la movi­li­za­ción! La lucha efec­ti­va vale más que una con­vo­ca­to­ria ambi­gua o una diri­gen­cia sin orientación.

La lucha de cla­ses obli­ga a tomar la ini­cia­ti­va, a actuar de acuer­do a la reali­dad, y no de ilu­sio­nes aje­nas y, sobre todo, exi­ge ele­gir de qué lado se va estar en este conflicto.

Estamos en una épo­ca de defi­ni­cio­nes. Nosotros, los tra­ba­ja­do­res, que levan­ta­mos este país todos los días, debe­mos luchar y debe­mos ven­cer. Y eso sig­ni­fi­ca una tarea muy pre­ci­sa: pre­pa­rar­nos como cla­se para ejer­cer el poder.

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