¡A cambiarlo todo!

vemos un naciente movimiento popular que se crea en la acción. Sus expresiones son infinitamente más vitales que las de sus oponentes. Mientras éstos van hacia abajo, la fuerza de los trabajadores va enormemente en ascenso. Su causa es extraordinariamente noble y sus métodos son la acción directa de las masas y objetivos que corresponden a las demandas reales y urgentes de las grandes mayorías. Y mientras más clara es la delimitación con el régimen político corrupto, el régimen del capital, del robo, de las AFP, más se fortalece.

Por el sacrificio de nuestros padres, por el futuro de nuestros hijos

Una grue­sa y tajan­te línea de demar­ca­ción cru­za a Chile. A un lado del cer­co, se ha eri­gi­do una san­ta alian­za, entre el gobierno, los par­ti­dos del régi­men –des­de el UDI al PC – , los gre­mios empre­sa­ria­les, los gran­des gru­pos eco­nó­mi­cos y el capi­tal finan­cie­ro trans­na­cio­nal. Al otro lado, se movi­li­zan millo­nes de tra­ba­ja­do­res. La razón de esta deli­mi­ta­ción es, así se ha dicho, el sis­te­ma de las AFP. Por un lado lo defien­den, por otro exi­gen su eliminación.

Sin embar­go, se equi­vo­can quie­nes creen que, si se dilu­ye la razón inme­dia­ta, esa línea divi­so­ria tam­bién se vol­ve­rá borro­sa y que des­apa­re­ce­rá con el tiempo.

El mito de las AFP

Para ambas par­tes la mate­ria en dispu­ta es dema­sia­do impor­tan­te. Para los que se levan­tan en con­tra del sis­te­ma, el pro­ble­ma está rela­cio­na­do con sus pro­pias vidas, la de sus padres y abue­los. Los tra­ba­ja­do­res com­prue­ban con­cre­ta­men­te cómo se les expro­pia una par­te sig­ni­fi­ca­ti­va de sus sala­rios en bene­fi­cio de unos pocos. Y saben que cuan­do lle­gan a la edad de jubi­lar­se, enfren­tan la dis­yun­ti­va de seguir tra­ba­jan­do o de caer en la mise­ria. ¿Pero qué empleo pue­de desem­pe­ñar un sep­tua­ge­na­rio si no es, a su vez, por una mise­ria? Incluso aque­llos asa­la­ria­dos que per­ci­ben suel­dos más altos cons­ta­tan que la vejez sig­ni­fi­ca una caí­da en la incer­ti­dum­bre. Y esa incer­ti­dum­bre no es pura­men­te eco­nó­mi­ca, sino que gol­pea un ras­go fun­da­men­tal de nues­tro pue­blo: su sen­ti­do de futu­ro. Con el actual sis­te­ma, que­da en entre­di­cho la razón fun­da­men­tal que la mayo­ría de noso­tros impri­mi­mos a nues­tras exis­ten­cias: que es nece­sa­rio y jus­to sacri­fi­car­se en el pre­sen­te para bus­car un futu­ro mejor para nues­tros hijos. Pero si ese futu­ro mis­mo es ata­ca­do, man­ci­lla­do, deni­gra­do, por el abu­so y el robo ¿qué sen­ti­do podría tener nues­tro sacri­fi­cio hoy? La pacien­cia, esa gran pacien­cia que es otra carac­te­rís­ti­ca de nues­tro pue­blo, no es, como algu­nos creen, resig­na­ción o sumi­sión. Está direc­ta­men­te liga­da a ese sen­ti­do de futu­ro. Y la pacien­cia siem­pre se aca­ba algu­na vez.

Para los defen­so­res del sis­te­ma, en tan­to, se tra­ta de un asun­to de vida o muer­te. Las AFP son la colum­na ver­te­bral de los gran­des gru­pos eco­nó­mi­cos inter­nos y de sus nexos con los con­sor­cios trans­na­cio­na­les y el capi­tal finan­cie­ro que domi­nan a nues­tro país. Es decir, son la colum­na ver­te­bral del sis­te­ma. Como hemos dicho, las AFP no rea­li­zan nin­gu­na “capi­ta­li­za­ción indi­vi­dual” en favor de los “aho­rran­tes”. Su fun­ción es la capi­ta­li­za­ción colec­ti­va de los mono­po­lios en Chile. Participan de la pro­pie­dad de todas las gran­des empre­sas, en todos los direc­to­rios. Desde allí, coor­di­nan a los dis­tin­tos gru­pos capi­ta­lis­tas. Ayudan a dar orden a tal pre­ca­rio sis­te­ma eco­nó­mi­co. Esa es la médu­la de la cuestión.

Para quie­nes quie­ren man­te­ner el sis­te­ma, las pen­sio­nes ocu­pan un papel secun­da­rio, pero pro­pi­cio para tejer mitos. Por ejem­plo, el gobierno pre­sen­tó aho­ra un plan que bus­ca aumen­tar las coti­za­cio­nes, “con car­go al emplea­dor”, y pro­me­te una dis­tri­bu­ción “soli­da­ria” de esos recur­sos. Aquí tene­mos varios mitos a la vez. Hasta un niño sabe que un “apor­te empre­sa­rial” que se cal­cu­le como un por­cen­ta­je del sala­rio, será sim­ple­men­te un recor­te adi­cio­nal a nues­tros suel­dos. Eso es así en todos los paí­ses, inclu­yen­do a los que tie­nen los lla­ma­dos sis­te­mas de repar­to. Las pen­sio­nes, pre­ci­sa­men­te, no son una ayu­da “soli­da­ria” de los jóve­nes a los vie­jos, o de los que tie­nen más a los que no tie­nen menos o nada. Son sim­ple­men­te un pago dife­ri­do a la fuer­za de tra­ba­jo. Por eso, en el res­to del mun­do, la jubi­la­ción con­sis­te en un por­cen­ta­je garan­ti­za­do del suel­do que se per­ci­bía en el perío­do acti­vo. Lo que ocu­rre en Chile es que ese dine­ro es expro­pia­do a los tra­ba­ja­do­res por medio de las AFP, y las pen­sio­nes que efec­ti­va­men­te pagan son, son de ham­bre. El plan del gobierno no bus­ca ni siquie­ra ali­viar esta situa­ción. Persigue algo dis­tin­to: alle­gar más recur­sos para las pen­sio­nes míni­mas que garan­ti­za el Estado, pues el sis­te­ma tal como va, empu­ja a cre­cien­tes can­ti­da­des de tra­ba­ja­do­res a reci­bir esa ayu­da social cuan­do jubi­len. Las pen­sio­nes de ham­bre, enton­ces, no son el resul­ta­do de un error de cálcu­lo o de dise­ño. Son el resul­ta­do inevi­ta­ble de la super­ex­plo­ta­ción, el ver­da­de­ro y sucio fun­da­men­to del capi­ta­lis­mo en Chile.

Un régimen debilitado vs. el pueblo

Y en defen­sa de ese sis­te­ma se levan­tó una san­ta alian­za: gobierno y Congreso, par­ti­dos del régi­men ‑des­de la UDI has­ta el PC- y gre­mios empre­sa­ria­les, gru­pos eco­nó­mi­cos y medios de comu­ni­ca­ción. Pero este for­mi­da­ble blo­que a las pocas horas resul­tó una impos­tu­ra. El jefe de Carabineros prac­ti­có la insu­bor­di­na­ción, esta vez por you­tu­be, y nue­va­men­te sin san­ción algu­na. Las AFP, en cuyas pro­pues­tas se basa­ba el plan del gobierno, lo cues­tio­na­ron en públi­co, lue­go de que le habían el vis­to bueno en reunio­nes pri­va­das con el minis­tro de Hacienda. El gobierno, que se con­gra­tu­la­ba de haber reto­ma­do la ini­cia­ti­va al con­vo­car a la san­ta cru­za­da por las AFP, fue noti­fi­ca­do por el gru­po Matte, es decir, por la encues­ta del CEP de que no prác­ti­ca­men­te no exis­te. Y los par­ti­dos del régi­men… en fin, mejor dejar­lo has­ta aquí; el lec­tor regu­lar de estas pági­nas sabe que de vez en cuan­do se nos pue­de esca­par un gara­ba­to, pero tam­bién hay un cier­to nivel al que sim­ple­men­te no bajamos.

El pun­to es que, una vez tra­za­da la demar­ca­ción, el blo­que en defen­sa del sis­te­ma se mues­tra en todas sus face­tas, sus rela­cio­nes inter­nas, sus intere­ses, su deses­pe­ra­ción y su debilidad.

¿Y al otro lado del cer­co? Aquí vemos un nacien­te movi­mien­to popu­lar que se crea en la acción. Sus expre­sio­nes son infi­ni­ta­men­te más vita­les que las de sus opo­nen­tes. Mientras éstos van hacia aba­jo, la fuer­za de los tra­ba­ja­do­res va enor­me­men­te en ascen­so. Su cau­sa es extra­or­di­na­ria­men­te noble y sus méto­dos son la acción direc­ta de las masas y obje­ti­vos que corres­pon­den a las deman­das reales y urgen­tes de las gran­des mayo­rías. Y mien­tras más cla­ra es la deli­mi­ta­ción con el régi­men polí­ti­co corrup­to, el régi­men del capi­tal, del robo, de las AFP, más se for­ta­le­ce. Es evi­den­te que en este cam­po de los tra­ba­ja­do­res hay tam­bién con­tra­dic­cio­nes y debi­li­da­des. Algunos dirán que fal­ta más direc­ción o con­duc­ción. Seguramente, pero hace fal­ta enten­der que toda con­duc­ción autén­ti­ca debe estar fir­me­men­te enrai­za­da en el pue­blo, su expe­rien­cia y nece­si­da­des, y no en el afán de hacer­le el jue­go a los “del otro lado”. En este pun­to, orga­ni­za­cio­nes como la CUT, por ejem­plo, demues­tran gran­des difi­cul­ta­des de com­pren­sión, aun­que la mul­ti­tud se lo ha expli­ca­do de mane­ra bas­tan­te direc­ta a algu­nos diri­gen­tes gre­mia­les que pre­ten­dían dar dis­cur­sos “a la vie­ja usan­za”. Eso ya no va. Hay que deci­dir­se: no se pue­de estar en los dos cam­pos a la vez.

Una nueva etapa

Nosotros seña­la­mos que, en la medi­da en que se pro­fun­di­za­ba la cri­sis del régi­men en Chile, y la cri­sis gene­ral de capi­tal en el mun­do, la lucha de cla­ses comen­za­ría a mos­trar­se de mane­ra abier­ta. Pues eso es lo que ocu­rre hoy, en esta nue­va eta­pa. Hay que tener en cuen­ta que la lucha de cla­ses tie­ne sus pro­pias leyes y reglas, muy dis­tin­tas de las de la polí­ti­ca par­la­men­ta­ria o de las fede­ra­cio­nes uni­ver­si­ta­rias, por ejem­plo. Para empe­zar, es una lucha, no un espec­tácu­lo o medio “para ins­ta­lar una deman­da”, como has­ta hace poco. Recordemos, diri­gen­tes socia­les, inte­lec­tua­les y acti­vis­tas que han levan­ta­do ini­cia­ti­vas crí­ti­cas al sis­te­ma de las AFP lo han hecho por muchos años, sin éxi­to. ¿Y por qué es hoy una cau­sa nacio­nal, a pesar del silen­cio de los medios de comu­ni­ca­ción, de la mani­pu­la­ción, de las cam­pa­ñas de pro­pa­gan­da negra y de la san­ta alian­za? Pues han cam­bia­do las con­di­cio­nes: unos mues­tran su ago­ta­mien­to y con­fu­sión, y los otros prue­ban su fuer­za y agu­di­zan la vis­ta. Ese es el efec­to de la lucha de cla­ses, deli­mi­ta, sepa­ra a las dos fuer­zas en pug­na. Quienes no com­pren­dan esta regla, y no sepan ubi­car­se en uno de los cam­pos, corren el ries­go de ser tri­tu­ra­dos en medio de la batalla.

La lucha de cla­ses, insis­ti­mos, tie­ne algu­nas leyes. Cuando se mues­tra abier­ta­men­te, cuan­do pro­vo­ca esa deli­mi­ta­ción en dos ban­dos defi­ni­dos, es difí­cil vol­ver a encap­su­lar­la, a frag­men­tar­la, a escon­der­la. El movi­mien­to que hoy se levan­ta en con­tra de las AFP, por ejem­plo, pue­de cre­cer o, inclu­so, estan­car­se tem­po­ral­men­te, pero nece­sa­ria­men­te incor­po­ra­rá otras deman­das popu­la­res, por tra­ba­jo digno, por la vivien­da, por la salud, por la edu­ca­ción. Reivindicaciones que apun­tan a la mis­ma raíz y que se sin­te­ti­zan en un lla­ma­do: “¡a cam­biar­lo todo!

En este con­tex­to, el obje­ti­vo de orga­ni­zar un gran paro nacio­nal que le dé un cau­ce a esta lucha, es sim­ple­men­te una con­se­cuen­cia lógi­ca del desa­rro­llo de los acon­te­ci­mien­tos y es, a su vez, una pers­pec­ti­va para con­quis­tar vic­to­rias. Es, hoy, de una tarea concreta.

Dijimos que una línea sepa­ra a dos fuer­zas. Una, quie­re dar una deses­pe­ra­da pelea de vida o muer­te por sus pri­vi­le­gios y el botín de su saqueo. La otra fuer­za, la de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, la del pue­blo, lucha por el futu­ro. En esta lucha, para ganar, las moti­va­cio­nes y pro­pó­si­to deben ser cla­ros y defi­ni­dos: por el sacri­fi­cio de nues­tros padres, por el futu­ro de nues­tros hijos ¡a cam­biar­lo todo!