Votamos paro nacional: ¡Que se vayan todos!

Nuestra elección es clara. 4 de noviembre, paro nacional. Y el método ya está definido: golpearlos a ellos, duro y parejo, hasta que se vayan todos.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº61

Quizás nadie se habría acor­da­do de las elec­cio­nes muni­ci­pa­les pró­xi­mas. El úni­co avi­so fue el des­cu­bri­mien­to de que el Estado chi­leno ya no es capaz de orga­ni­zar­las como se debe. Que el régi­men polí­ti­co domi­nan­te no esté pre­pa­ra­do para resol­ver ese ‑o nin­gún otro- pro­ble­ma, en cam­bio, no nece­si­ta recor­da­to­rio. Los diri­gen­tes de los par­ti­dos del sis­te­ma enfren­ta­ron dos opcio­nes. Una, ase­gu­rar, como sea, la inte­gri­dad del “sufra­gio per­so­nal, igua­li­ta­rio, secre­to y volun­ta­rio” pres­cri­to en la cons­ti­tu­ción y que es la base de la demo­cra­cia repre­sen­ta­ti­va. La otra, con­sis­tía mon­tar un peque­ño e intras­cen­den­te gol­pe pala­cie­go en con­tra de un gobierno tam­bién peque­ño e intras­cen­den­te. Eligieron, por supues­to, la segun­da opción. Aquella en que nin­guno de ellos gana en par­ti­cu­lar y, en cam­bio, el daño al orden que los sus­ten­ta, es general.

Una advertencia oportuna

Nosotros adver­ti­mos que lle­ga­ría­mos a esta situa­ción. Hace cua­tro años, ante las mis­mas cir­cuns­tan­cias, lla­ma­mos a la abs­ten­ción “acti­va”. Argumentamos que la masa de la pobla­ción debía expre­sar su recha­zo al régi­men polí­ti­co domi­nan­te y levan­tar sus pro­pios intere­ses y deman­das. Dimos, enton­ces ‑y en las par­la­men­ta­rias y pre­si­den­cia­les subsiguientes- una dura bata­lla polí­ti­ca. Explicamos que nues­tra pos­tu­ra no obe­de­cía a even­tua­les con­si­de­ra­cio­nes doc­tri­na­rias, sino a una fría cons­ta­ta­ción de la situa­ción obje­ti­va. Denunciamos los enga­ños e ilu­sio­nes que espar­cían los par­ti­dos del sis­te­ma y las orga­ni­za­cio­nes de la “izquier­da extra­par­la­men­ta­ria”. Alertamos que las “refor­mas” limi­ta­das y mez­qui­nas que pro­me­tía la Nueva Mayoría no se cum­pli­rían. Y agre­ga­mos, que ello sólo pro­fun­di­za­ría su cri­sis, una cri­sis que se resol­ve­ría en los tér­mi­nos y méto­dos que fija la lucha de cla­ses. Es decir, en una con­fron­ta­ción entre las cla­ses fun­da­men­ta­les de la socie­dad, tra­ba­ja­do­res y capi­ta­lis­tas. Se tra­ta de una con­tien­da en que no es posi­ble una tran­sac­ción y en que los intere­ses, incli­na­cio­nes y temo­res de las demás cla­ses y sec­to­res de la pobla­ción que­dan en un segun­do plano.

Y así esta­mos hoy.

Yo te dije…” es una fra­se siem­pre des­agra­da­ble para el des­ti­na­ta­rio. Significa que el pasa­do ya no pue­de ser cam­bia­do y que el pre­sen­te ya no tie­ne solu­ción. Si hubo una opor­tu­ni­dad para bus­car otra sali­da, más “mode­ra­da”, si se quie­re, más nego­cia­da, más polí­ti­ca y, sí, más elec­to­ral, la cla­se domi­nan­te y su régi­men la desaprovecharon.

Elecciones irrelevantes

Ante estos hechos, las elec­cio­nes y sus dife­ren­tes opcio­nes aho­ra son irre­le­van­tes. El pro­pio régi­men ha renun­cia­do a usar­las como un medio para ensan­char su escuá­li­do apo­yo. Sabe que se enfren­ta a la mayo­ría de la pobla­ción ‑inclu­yen­do a muchos de los que toda­vía votan por sus par­ti­dos. Por eso, no somos noso­tros, son ellos los mayo­res pro­mo­to­res de la abstención.

Quienes, para variar, aún no se han dado cuen­ta, son las orga­ni­za­cio­nes que están fue­ra del régi­men y quie­ren entrar en él. La Derecha y Concertación se con­cen­tran en movi­li­zar a sus hoy redu­ci­das bases de apo­yo: redes clien­te­la­res entre la pobla­ción y a fun­cio­na­rios cuyo empleo depen­de del favor de ope­ra­do­res polí­ti­cos en la admi­nis­tra­ción públi­ca. La izquier­da extra­par­la­men­ta­ria, en tan­to, se lamen­ta de la “des­con­fian­za” gene­ra­li­za­da y se deses­pe­ra bus­can­do fór­mu­las para “reen­can­tar a la gen­te con la polí­ti­ca”. Al mis­mo tiem­po obser­van ató­ni­tos cómo esa mis­ma gen­te se suma, como nun­ca, a las luchas del momen­to y a la bús­que­da de un cam­bio autén­ti­co, por ejem­plo, en las movi­li­za­cio­nes del movi­mien­to “No más AFP” o, recien­te­men­te, en con­tra de la vio­len­cia de las mujeres.

En este con­tex­to, colo­car la defi­ni­ción polí­ti­ca y social actual en la pos­tu­ra res­pec­to de las elec­cio­nes, sig­ni­fi­ca, en los hechos, retro­ce­der en cua­tro o 10 años. Significa, jus­ta­men­te, “hacer­le el jue­go” a los corrup­tos, a los gran­des saquea­do­res del país. No, ese no es el camino. No es ya el tiem­po de adver­ten­cias. Hay que situar­se en la realidad.

¡Adelante con el paro nacional!

Nuevamente: el enfren­ta­mien­to que mar­ca nues­tro tiem­po se orde­na en el cho­que entre tra­ba­ja­do­res y capi­ta­lis­tas, entre la inmen­sa mayo­ría que dia­ria­men­te levan­ta este país y a aque­llos que le roban su futuro.

Aquí no hacen fal­ta gran­des cam­pa­ñas ni pro­me­sas. Se nece­si­ta orga­ni­za­ción, uni­dad y lucha. Ya sabe­mos que a nues­tro adver­sa­rio le impor­tan un ble­do las elec­cio­nes, quién las gana o cuán­tos par­ti­ci­pan de ellas, cuan­do quie­re golpearnos.

Entonces, nues­tra elec­ción es cla­ra. El pró­xi­mo paso está mar­ca­do en rojo en el calen­da­rio: 4 de noviem­bre, paro nacio­nal. Y el méto­do ya está defi­ni­do: gol­pear­los a ellos, duro y pare­jo, has­ta que se vayan todos.

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