Mujeres: a conducir la revolución

Cada mujer sabe muy bien por qué lucha, por sus hijos, por sus madres, por ellas mismas, por primera vez, libres.

El movi­mien­to que sacu­de los cimien­tos de Chile, que no se detie­ne ante la vio­len­cia, las men­ti­ras y el odio, es revo­lu­cio­na­rio: sus obje­ti­vos y deman­das exi­gen cam­biar­lo todo, requie­ren ter­mi­nar con un régi­men corrup­to y aca­bar con una cla­se de explo­ta­do­res. Pero es revo­lu­cio­na­rio tam­bién por­que ha levan­ta­do una meta más pro­fun­da, la libe­ra­ción de la mujer.

Las muje­res han esta­do a la cabe­za de este movi­mien­to. Han debi­do enfren­tar, por ello, los más abyec­tos abu­sos. Han debi­do resis­tir gol­pes, dis­pa­ros, tor­tu­ras, agre­sio­nes sexua­les. Centenares han sido encar­ce­la­das: ellas deben luchar con­tra la indi­fe­ren­cia y el silen­cio. Pues, al mis­mo tiem­po, en el Congreso, se abra­zan par­la­men­ta­rias par­la­men­ta­rios de todas las ten­den­cias, sin per­der pala­bra algu­na sobre la suer­te de las muje­res que se han levan­ta­do a luchar por sus derechos.

El régi­men corrup­to deja al des­cu­bier­to una impor­tan­te con­tra­dic­ción. Bajo la pre­sión de las calles, otor­ga con­ce­sio­nes ‑pari­da­des y discursos- pero cuan­do la mujer asu­me el pro­ta­go­nis­mo que tan­tas veces le ha sido nega­do, es decir, cuan­do asu­me la tarea de su ver­da­de­ra libe­ra­ción, res­pon­de con palos, balas y desprecio.

La mujer es la revo­lu­ción. También en la lucha social se ha pre­ten­di­do rele­gar su papel a un papel secun­da­rio y subor­di­na­do. Pero esa lucha no es com­ple­ta, si no reco­no­ce la con­duc­ción de las muje­res, que asu­men esa tarea no por pre­ben­das o cuo­tas, sino por su libe­ra­ción. Esa fuer­za, una vez des­per­ta­da es inigua­la­ble. Van por todo. Van por todos.

Cada mujer sabe muy bien por qué lucha, por sus hijos, por sus madres, por ellas mis­mas, por pri­me­ra vez, libres. Por eso son un enemi­go tan pode­ro­so para el sistema.

El levan­ta­mien­to popu­lar ha deja­do de mani­fies­to, como pocas veces antes, el rol cen­tral de la acción de las muje­res tra­ba­ja­do­ras. Por esa razón, el triun­fo de la revo­lu­ción Chile abri­rá un nue­vo capí­tu­lo en la his­to­ria de las revoluciones.

Significa no sólo el des­per­tar de la mitad de la pobla­ción, has­ta aho­ra opri­mi­da, silen­cia­da y con­di­cio­na­da; su entra­da pro­ta­gó­ni­ca en la esce­na his­tó­ri­ca es revo­lu­cio­na­ria, pues pro­yec­ta una huma­ni­dad que no esté divi­di­da, frag­men­ta­da, incompleta.

Ahora las tareas son: libe­rar a las com­pa­ñe­ras encar­ce­la­das; a for­ta­le­cer el poder del pue­blo en con­tra de sus enemi­gos ‑los gran­des empre­sa­rios saquea­do­res y ladro­nes, el régi­men polí­ti­co corrup­to y sus polí­ti­cos, los jue­ces que ava­lan la injus­ti­cia, la alta ofi­cia­li­dad de cara­bi­ne­ros y las FFAA y los cri­mi­na­les con­tra el pueblo- echar aba­jo a Piñera, y que se vayan todos. Por un gobierno de los tra­ba­ja­do­res que cum­pla las deman­das del pue­blo y el entre­gue el poder a sus autén­ti­cos repre­sen­tan­tes, lea­les a los intere­ses del pueblo.

¡Fuera Piñera!

¡Que se vayan todos!

¡Gobierno de los trabajadores!