febrero 26, 2010

La liberación de la mujer es la revolución

¿No es sos­pe­cho­so, aca­so, que se pos­tu­le que los pro­ble­mas de la mujer ‑en la casa, en la vida fami­liar, en el tra­ba­jo, como ser humano al que se le nie­ga el res­pe­to y la dig­ni­dad, que es con­ver­ti­do en objeto- deban ser resuel­tos por leyes dic­ta­das por la mis­ma cla­se que es la cau­san­te de esos males? ¿No es increí­ble que exi­to­sas “altas eje­cu­ti­vas”, des­ta­ca­das “pre­si­den­tas feme­ni­nas”, deban ser­vir de con­sue­lo a los explo­ta­dos y explo­ta­das, a un pue­blo pri­va­do de su sobe­ra­nía, de su poder?
Este “femi­nis­mo” ofi­cial hace el tra­ba­jo de la bur­gue­sía. Al ver­da­de­ro femi­nis­mo, del cual nos decla­ra­mos orgu­llo­sos lucha­do­res, no le bas­tan las cuo­tas. Exige todo y enfren­ta todas las cau­sas de la degra­da­ción, opre­sión y alie­na­ción de la mujer, las mis­mas que humi­llan, domi­nan e impi­den la rea­li­za­ción y la dig­ni­dad del hombre.