mayo 17, 2011

Lucha en defensa de la vida

Miles y miles de chi­le­nos expre­san su repu­dio a Hidroaysén, en las calles de Coyhaique, de Puerto Montt, Temuco, Concepción, Valparaíso, Santiago o Iquique, tan lejos de los ríos y fior­dos. Rechazan la irra­cio­na­li­dad del capi­tal, se opo­nen a la des­truc­ción físi­ca de nues­tra patria, resis­ten a la inca­pa­ci­dad de los gober­nan­tes y plan­tean un espí­ri­tu nue­vo, orien­ta­do al futu­ro, a las gene­ra­cio­nes veni­de­ras. Porque no se tra­ta del ambien­ta­lis­mo cul­ti­va­do por peque­ños gru­pos. Cuando la defen­sa de la natu­ra­le­za se con­vier­te en una cau­sa nacio­nal, hay algo más en jue­go que una crí­ti­ca sim­ple­men­te idea­lis­ta a la des­truc­ción de la con­di­cio­nes de vida en la tie­rra. La inmen­sa mayo­ría de los chi­le­nos no cono­ce la Patagonia, ni tie­ne expec­ta­ti­vas reales de visi­tar­la. No se tra­ta sólo de defen­der un pai­sa­je, sino un prin­ci­pio, el de la dig­ni­dad; de la dig­ni­dad de diri­gir nues­tro des­tino, la dig­ni­dad de los que nos segui­rán cuan­do ya no estemos.