septiembre 19, 2011

Una sola lucha

Es un asun­to de cla­se. Los hijos de los tra­ba­ja­do­res lo saben, por cómo son obser­va­dos con rece­lo y mie­do cuan­do actúan en con­jun­to. Saben que son ellos mis­mos, con su acción, con su esfuer­zo, los que deben des­en­ca­de­nar los cambios.
Es el sur­gi­mien­to de una juven­tud que resul­ta impre­de­ci­ble, al rom­per con los meca­nis­mos de encua­dra­mien­to del sis­te­ma; uno de los ellos, la ruti­na esco­lar. Es el sur­gi­mien­to de una juven­tud orien­ta­da a la acción. Es el sur­gi­mien­to de una juven­tud que se guía por pre­cep­tos mora­les, al pro­po­ner un cam­bio pen­sa­do en las gene­ra­cio­nes veni­de­ras, en sus hijos. Es el sur­gi­mien­to de una juven­tud que no tie­ne mie­do al futu­ro. Es el sur­gi­mien­to de una juven­tud revolucionaria.

Este, y no el resul­ta­do cir­cuns­tan­cial de unas tra­ta­ti­vas con el gobierno, es uno de los fac­to­res que mar­ca­rán las luchas que vie­nen. Los jóve­nes com­pren­den que se tra­ta de una sola lucha, que la edu­ca­ción no está con­fi­na­da a escue­las y cole­gios, sino que abar­ca a toda la socie­dad; ven que una nue­va edu­ca­ción requie­re, en efec­to, de una nue­va socie­dad; entien­den que se debe pro­yec­tar el movi­mien­to por la edu­ca­ción en un movi­mien­to por la uni­dad del pue­blo, en un movi­mien­to por cam­biar­lo todo; y saben que eso reque­ri­rá de tra­ba­jo, orga­ni­za­ción y unidad.