Por una nueva educación: la educación de la conciencia

La lucha por una nue­va edu­ca­ción está hoy en el cora­zón de las preo­cu­pa­cio­nes nacio­na­les. Es el resul­ta­do de la his­tó­ri­ca movi­li­za­ción de estu­dian­tes secun­da­rios, de uni­ver­si­ta­rios, de docen­tes, de tra­ba­ja­do­res, de miles y miles de fami­lias. El acon­te­ci­mien­to asom­bra al mun­do; no se tra­ta de un movi­mien­to que sim­ple­men­te bus­que resis­tir medi­das incon­sul­tas de un gobierno, sino que pro­po­ne un rum­bo distinto.

Su ori­gen está en un des­per­tar y en un avan­ce de la con­cien­cia. ¿Por qué esa con­cien­cia se cen­tra hoy en la edu­ca­ción? Porque es una pro­yec­ción del por­ve­nir de país, repre­sen­ta­do en el futu­ro de
nues­tros hijos.

He ahí lo for­mi­da­ble de esta lucha: ilu­mi­na las con­tra­dic­cio­nes de nues­tra socie­dad y le opo­ne un prin­ci­pio de trans­for­ma­ción y de futuro.

El pro­ble­ma está en que, mien­tras las deman­das son cla­ras, los pro­gra­mas polí­ti­cos oscu­re­cen, con fre­cuen­cia, el ver­da­de­ro sen­ti­do de la lucha. Lo tras­la­dan al ámbi­to buro­crá­ti­co – admi­nis­tra­ti­vo del Estado, de las fór­mu­las cen­tra­das en los recur­sos finan­cie­ros o de espe­cia­lí­si­mas teo­rías socia­les.
En cier­ta medi­da, eso es inevi­ta­ble. Actualmente, la lucha social en con­tra de un régi­men debi­li­ta­do y supe­ra­do exce­de cons­tan­te­men­te, aca­so sin pro­po­nér­se­lo, los mar­cos acos­tum­bra­dos de las pug­nas rei­vin­di­ca­ti­vas. Avanza a tien­tas mien­tras bus­ca defi­nir su fuer­za y el alcan­ce exac­to de sus metas. De mane­ra pro­gre­si­va, sin embar­go, se for­ma la con­vic­ción de que, bajo el actual régi­men, lograr refor­mas, aun las más deli­mi­ta­das, se hace im- posi­ble; o que sólo se hacen posi­bles en la pro­yec­ción de un movi­mien­to que apun­te a una trans­for­ma­ción de la socie­dad en su con­jun­to. Se for­ma la con­cien­cia de que es nece­sa­rio cam­biar­lo todo. Falta dar­le vida y con­sis­ten­cia a esa idea, unir­la en una fuer­za que per­mi­ta cum­plir las deman­das popu­la­res.
A nues­tro jui­cio, es el momen­to de pro­po­ner un pro­gra­ma que re- fle­je el pro­ble­ma de la edu­ca­ción de una mane­ra posi­ti­va e inte­gral; que adop­te una pers­pec­ti­va nacio­nal, es decir, que se base en las deman­das con­cre­tas y esta­blez­ca un nexo con las luchas de la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Y, par­ti­cu­lar, que res­pon­da a la pre­gun­ta de qué es la edu­ca­ción y qué debe proponerse.

Programa para la nue­va edu­ca­ción
El plan de lucha para una nue­va edu­ca­ción debe ser radi­cal, debe ir a las raí­ces, a las cau­sas ver­da­de­ras de los pro­ble­mas, en vez de pro­po­ner enmien­das super­fi­cia­les. Los orí­ge­nes de la actual cri­sis social no radi­can en el sis­te­ma edu­ca­ti­vo. Sus cau­sas están en el capi­ta­lis­mo, que en el caso chi­leno toma una for­ma depen­dien­te, de super­ex­plo­ta­ción y saqueo sin lími­tes. Pero en la mis­ma medi­da en que los males de la edu­ca­ción son una mues­tra viva de ese carác­ter espe­cial del domi­nio del capi­tal en nues­tro país, su supera­ción no depen­de de cam­bios par­cia­les. El camino para cam­biar­lo todo con­sis­te en la tran­si­ción de las deman­das inme­dia­tas de hoy a la opción revo­lu­cio­na­ria por la nue­va socie­dad de maña­na. El pro­gra­ma pro- pone solu­cio­nes con­cre­tas que toman nota del hecho que aun las rei­vin­di­ca­cio­nes más peque­ñas con­du­cen a los lími­tes del sis­te­ma domi­nan­te; por ende deben lle­var a ampliar la fuer­za, la uni­dad del pue­blo, hacia la segun­da independencia.

  1. Educación uni­ver­sal, gra­tui­ta e igua­li­ta­ria para todos.
  2. El obje­ti­vo de la edu­ca­ción es la for­ma­ción de la con­cien­cia; la afir­ma­ción de la dig­ni­dad, del tra­ba­jo y la crea­ción del pue­blo chi­leno, el desa­rro­llo de la auto­no­mía moral del indi­vi­duo y la pre­pa­ra­ción de las bases de una nue­va socie­dad sin explo­ta­ción, en que cada hom­bre y mujer pue­da des­en­vol­ver libre­men­te sus capa­ci­da­des y ser feliz.
  3. Fin al lucro. La edu­ca­ción no es una mer­can­cía; es una tarea nacio­nal que debe ser finan­cia­da con la tri­bu­ta­ción a las empre­sas y los ricos, no de los padres.
  4. Para el pue­blo, lo mejor. La edu­ca­ción debe ser común para todos, ase­gu­ran­do a los hijos de los tra­ba­ja­do­res –como míni­mo– la mis­ma ins­truc­ción que a los ricos.
  5. Creación de un Servicio Nacional de Educación que reali­ce el tra­ba­jo admi­nis­tra­ti­vo y de apo­yo a las escue­las y liceos.
  6. Los liceos y cole­gios son diri­gi­dos por mesas terri­to­ria­les de edu­ca­ción, com­pues­tas por los pro­fe­so­res, apo­de­ra­dos, alum­nos y repre­sen­tan­tes de orga­ni­za­cio­nes de la comunidad.
  7. Creación de Escuelas Nacionales –para todos los alum­nos a par­tir de los 15 años de edad– que com­bi­nen un ciclo común y la pre­pa­ra­ción téc­ni­ca pro­fe­sio­nal y para el ingre­so a la universidad.
  8. Carrera fun­cio­na­ria para los docen­tes, suje­to al per­fec­cio­na­mien­to cons­tan­te en uni­ver­si­da­des, aca­de­mias espe­cia­les y en los cole­gios. Reconocimiento a la res­pon­sa­bi­li­dad de guiar a los jóve­nes. Un pro­fe­sor pleno debe ganar lo mis­mo que un ofi­cial de Ejército.
  9. Establecimiento de Universidades Nacionales, inte­gra­das –median­te res­pon­sa­bi­li­da­des y misio­nes con­cre­tas, como la direc­ción de las Escuelas Nacionales– al con­jun­to del sis­te­ma edu­ca­ti­vo y al desa­rro­llo cien­tí­fi­co, cul­tu­ral y social del país. Las uni­ver­si­da­des deben tener bajo su cui­da­do el patri­mo­nio cul­tu­ral del país, para bene­fi­cio de todos los chilenos.
  10. Abrir la edu­ca­ción uni­ver­sal y téc­ni­ca de las Es- cue­las Nacionales y las uni­ver­si­da­des a los fun­cio­na­rios de las Fuerzas Armadas y de Orden de todas las gra­dua­cio­nes. Fin al ais­la­mien­to social y moral de los tra­ba­ja­do­res uni­for­ma­dos; fin a la dis­cri­mi­na­ción de los cla­ses y suboficiales.