Por Chile, yo me abstengo
Ni que se hubiesen puesto de acuerdo. Basta abrir las páginas de opinión de la prensa, escuchar a políticos y comentaristas de todas las tendencias, y vemos un mismo mensaje: “aquí no pasa nada”. Los movimientos sociales: “¡No existen!; ¡son manipulados por la ultraizquierda, y van a su seguro declive!” Las marchas: “¡No son nada en comparación a la cantidad de gente que va al mall!; ¡esas sí que son movilizaciones!” El rechazo a las instituciones del Estado: “¡Es normal, siempre ha sido así!”
las luchas de hoy
Es llamativo este empeño de convertir en normal lo que es extraordinario. Desde la lucha en contra de la dictadura y, acaso, desde antes del golpe, no ha habido movilizaciones más masivas como las que hemos visto en los últimos dos años.
Desde hace muchas décadas, el movimiento de los trabajadores no había visto este grado de tensión interna, de búsqueda de un camino nuevo de organización y de unidad, atizado por las luchas libradas por los subcontratados del cobre, los forestales, del salmón, los portuarios; y una infinidad de batallas individuales: en Agrosuper, de los pescadores, de los profesores, incluso de los gendarmes, y tantas más. Desde la transición, no se ha visto tal multiplicación de la pelea de los pobladores por sus demandas, como las movilizaciones en Freirina, Dichato, o la Aurora de Chile en Concepción, por nombrar sólo algunos ejemplos. Y no olvidemos las luchas del pueblo mapuche y su ofrenda de mártires, que hoy –a diferencia de lo que ocurría antes– ya no despiertan indiferencia. El despertar tan contundente del pueblo en las regiones más apartadas, como en Magallanes y Aysén, desafía cualquier precedente histórico. Y, de hecho, nunca antes ha habido movilizaciones de los estudiantes, universitarios y secundarios, más masivas y radicales como las de hoy.
régimen político
Los dirigentes políticos se niegan a tomar nota de todo esto. Insisten en actuar de la manera acostumbrada, la que adquirieron cuando se estableció el actual régimen político, hace más de 20 años. Siguen escogiendo entre ellos a los “representantes populares” en los municipios y el parlamento, siguen aprobando leyes al gusto de los empresarios, siguen tratando de cooptar al movimiento social, siguen con la manipulación a través de los medios de comunicación. Y siguen tocando la misma melodía de siempre: “hay que frenar a la derecha”, “súmate al cambio”; tocan un par de acordes de “equidad” o de “justicia”, y entonan el coro común, “empleo, crecimiento, seguridad”. Para los oídos más refinados, hay también unas notas: “gobierno de nuevo tipo”, “reformas”, “asamblea constituyente”.
No se dan cuenta que, en todos estos años de repetir lo mismo, han dejado ver su verdadera faz, han dejado al descubierto sus mentiras, su ineptitud, su mediocridad. Dejan en evidencia su desdén por la democracia, por la patria; su afán de lucro indiscriminado; sus traiciones, grandes y pequeñas; y su naturaleza incorregiblemente subordinada a los explotadores. Es la cara inmunda que, quizás, muchos no querían ver. Muchos querían evitar la mirada, pues su verdadero aspecto compele a actuar, a reemplazarlos.
nuestra elección
Y hoy, tenemos que elegir. ¿Seguimos conservando este régimen, avalamos a los representantes de los explotadores con nuestra inacción o iniciamos un camino propio como pueblo para dirigir nuestro destino?
Cualquier persona honesta no se confunde ante esta opción. Pero ello significa crear una condición indispensable, la unidad. La unidad de los trabajadores, la unidad de todo el pueblo.
La unidad no nace de un acuerdo de cúpulas o de invocaciones sin consecuencia, “porque suena bien”. Es el resultado de muchas luchas, de pequeños pasos que hay que dar para fortalecer nuestras organizaciones, para llevar adelante las demandas populares. Y exige confrontar al régimen político con sus promesas vacías, con su podredumbre.
un llamado a la unidad
Por eso, nosotros hemos hecho un llamado a abstenerse en las próximas elecciones municipales, a unirse a las iniciativas que han iniciado diversas organizaciones sociales que representan las luchas actuales. Llamamos, justamente, a sumarse esas luchas en contraposición a quienes quieren desviarlas en provecho propio.
Hay quienes argumentan que abstenerse, no votar, va en contra de un deber cívico. Pero entonces ¿por qué los mismos que hoy piden ser validados con el sufragio ciudadano abolieron la obligatoriedad del voto? ¿Si ellos crearon la posibilidad legal de abstenerse, al establecer el voto voluntario, por qué se quejan hoy? Abstenerse activamente es, de hecho, el cumplimiento del deber cívico de tomar posición: en contra del régimen caduco, en contra de los mentirosos, en contra de quienes niegan los derechos del pueblo.
Otros dicen que quienes no votan pierden su derecho a criticar “después”. ¿Seguro? ¿El ejercicio consciente de la decisión política de negar el apoyo a los corruptos e incompetentes, a los explotadores y mentirosos, extingue la facultad de la crítica? Vean, señores, nosotros no nos quejamos “después”: criticamos y proponemos un camino “antes”. Abstenerse activamente es un acto político por excelencia.
Algunos proponen que es mejor anular, en vez de abstenerse. Es una idea media rebuscada, a decir verdad. ¿Por qué ir a participar del mismo proceso que se pretende rechazar? Es más directo y claro no votar.
También se dice que la abstención beneficiaría a la derecha. Pero ese argumento no está planteado con honestidad. ¿Por qué no dicen la verdad? ¿Por qué no dicen abiertamente que quieren que demos nuestro voto a la otra oferta electoral, la de la Concertación?
¿Será porque no tienen argumentos para demostrar sus diferencias reales con la derecha? La verdad que ellos mismos han arrastrado por el lodo los términos de izquierda y derecha, hasta hacerlos irreconocibles. Hoy la opción está planteada entre el régimen político caduco y las luchas del pueblo por su unidad.
Otros se preocupan de que la abstención pueda dañar a la democracia. Pero ¿cómo un pronunciamiento a favor de las demandas populares podría perjudicarla? ¿No es la democracia, de cualquier tipo, una manifestación de la soberanía del pueblo, y no la de los gobernantes?
por chile, yo me abstengo
Finalmente, se afirma que abstenerse es ir en contra de quienes sí acuden a los comicios, y significa atacar a la idea misma de las elecciones. Es al revés. El llamado a no votar es una convocatoria al pueblo a unirse a favor de nuestras demandas y en contra de los políticos del sistema. Y nosotros no tenemos nada en contra de las elecciones. Al contrario, exigimos nuestro derecho concreto a elegir: la educación gratuita, salud de calidad para todos, trabajo, sueldos dignos, el respeto a nuestras organizaciones, una justicia verdadera, defensa de los intereses y riquezas nacionales, y el derecho de decidir nuestro destino.
Son ellos, no nosotros, los que asumen una posición negativa. Son ellos los que no cumplen sus promesas; son ellos los que no quieren que tengamos oportunidades; porque son ellos los que subastan el país al mejor postor. Por eso decimos: porque ellos no creen en la democracia, yo me abstengo; porque ellos lucran, yo no voto. Porque creo en la unidad, yo no les doy voto.
Por Chile, yo me abstengo.