Las mujeres y hombres trabajadores celebramos este Primero de Mayo una nueva jornada de combate. Lo hacemos bajo la más espeluznante de las condiciones: una pandemia global que ha lanzado a millones de personas al desempleo y la miseria. Al mismo tiempo que ha envuelto a todos en una profunda incertidumbre, esta peste ha atizado la conciencia. Ha dejado de relieve dos hechos fundamentales. Uno, pese a que se trata de una pandemia, al final, los muertos los hemos puesto nosotros. Y, dos, la crisis económica mundial, las carencias y el sufrimiento que el virus ha desatado, han redundado en fabulosas ganancias para los capitalistas. Como en toda crisis, se deprimen las condiciones de vida de los trabajadores. El gran capital se concentra aún más, engullendo a sus competidores menores. Pretende emprender la “recuperación” con más explotación. No tendría ningún valor el Primero de Mayo, como día internacional de la clase trabajadora, sino como una gran revista de fuerzas, en que los trabajadores se preparen y se organicen para nuevos combates, en todos los países.
Las consecuencias de octubre
En Chile, este Primero de Mayo es inédito también por otra razón, por otra condición sorprendente: las consecuencias sociales y políticas del levantamiento popular del 18 de octubre. Éste marcó con fuego una línea divisoria. Ha puesto a los trabajadores frente a la responsabilidad de mostrar un camino hacia la liberación del conjunto del pueblo.
Aquí también fueron hombres y mujeres trabajadores los que aportaron la sangre. Los mártires del levantamiento se elevan, olvidados y anónimos, por sobre la indecencia de los asesinos y los politiqueros que pretenden lucrar con su sacrificio. Los nombres de Cristián Valdebenito, de Maicol Yagual, de José Uribe, de Romario Veloz, de Paula Lorca, de Alex Núñez, del pequeño Joel Triviño y de tantos otros, de tantos que ni siquiera han sido registrados, no pueden ser borrados. ¿Se les ha rendido el homenaje que merecen? ¿O son silenciados simplemente por ser de la clase trabajadora, por ser pobres o inmigrantes o pobladores o por ser iletrados o porque las circunstancias de su asesinato han sido oscurecidas o porque realizaron su lucha no en la “forma debida”, aquella prescrita por los que hoy contemporizan con los criminales? ¿Son silenciados porque su martirio exige justicia y castigo? Este Primero de Mayo, los trabajadores recordamos a quienes son, simplemente, parte de una gran humanidad que avanza y puja en contra de quienes no trepidan en nada para defender sus miserables intereses.
El poder de los trabajadores
Sobre esa entrega final se ha erigido esta insólita situación, desde 2019 hasta hoy: el surgimiento del poder de los trabajadores, forjado en su conciencia y en su lucha. Un poder que se opone al poder de los capitalistas ‑de los que verdaderamente dominan el país, la política, la sociedad. En esa contraposición radica la clave de los bruscos giros, de las fulminantes caídas, del pavor que sufren los de arriba. Nosotros siempre hemos tenido poder: sin los trabajadores nada se hace, nada se produce, nada se crea. Pero ese poder, en los períodos ordinarios, no se manifiesta abiertamente, no se organiza ni se dirige a un objetivo. Hoy, en cambio, ese poder nos brinda victorias y conquistas, arrancadas, en medio del caos de la crisis, a quienes nunca habían cedido nada.
La agitación por el tercer retiro del 10% es un ejemplo de aquello. Muchos pretenderán ungirse artífices de la victoria, muchos se atribuirán haber derrotado al gobierno. Pero este tipo de procesos no se definen por maniobras parlamentarias o por consignas altisonantes. Se resuelven en la lucha. Y en esa pelea, nuevamente, nosotros, los trabajadores, hemos prevalecido. Y bastó, en esta ocasión, una muestra relativamente pequeña de nuestra fuerza para lograrlo: las barricadas, la lucha en las calles. Ese es el poder de los trabajadores.
Pero ese poder no existe aisladamente. Está encadenado al poder de la clase dominante. Ninguna de las partes logra imponerse por completo. Este es el principal factor de la crisis. Para terminar con ella, una de las dos partes debe imponerse. Por eso las elecciones, la nueva constitución o las definiciones presidenciales se han vuelto tan irrelevantes. Quienes han enarbolado las demandas populares para participar, por ejemplo, de los próximos comicios para la convención constitucional, sin duda, son los primeros en darse cuenta de este problema. Deberían, si son sinceros, reconocerlo abiertamente frente al pueblo. Si optan por “mantener las apariencias”, sólo venderían, por un plato de lentejas, su voceada “independencia”. Se convertirían en aliados del régimen político. Es cierto, las elecciones pueden deparar sorpresas, pueden demostrar el repudio al régimen político. Eso, sin duda, profundizaría la crisis. Pero de lo que se trata es de resolverla.
Las tareas de nuestro tiempo
Los trabajadores no pueden confiar en nadie, excepto en sí mismos. No pueden esperar ayuda de nadie, sino la que surja de su propia solidaridad. Pero pueden compartir los frutos de sus avances históricos con todos los miembros de la sociedad. Esa es la proyección del poder de los trabajadores.
¿Cuáles son las tareas inmediatas? Profundizar la lucha por las demandas más urgentes, en salud, trabajo, vivienda, educación, en aplicación de la justicia frente a los crímenes que se cometen diariamente en contra del pueblo, y la instauración de la dignidad en la nación. En todos los lugares, en todo momento. Ha surgido con fuerza la idea del paro nacional. De hecho, se ha impuesto por sobre la “sanitaria” convocatoria de la CUT, otro organismo que se ha dedicado a “mantener las apariencias” del pasado. El paro nacional es la herramienta propia de la clase trabajadora, levanta su organización, unifica su lucha y la pone en el centro de la escena. No hay duda de que, en el período que viene, el paro nacional, eficaz, combativo, organizado, jugará un papel determinante para que los trabajadores puedan conquistar todo el poder.
Sólo quien ejerza todo el poder, sólo un gobierno de los trabajadores, expresión de la voluntad de todo el pueblo, puede implementar las medidas de emergencia para enfrentar la ruina nacional y ayudar a sentar las bases de una nueva sociedad que se oponga a las amenazas de la barbarie.
Así, compañeras y compañeros, están planteadas las cosas este Primero de Mayo. Es la lucha de Chile, es la lucha de América, es la lucha de nuestro mundo, de nuestro tiempo.