Vamos por todo el poder

Este Primero de Mayo se celebra bajo las más insólitas de las circunstancias: una crisis global que, en Chile, se define por la contraposición del poder de los trabajadores y el asediado poder del capital. Necesitamos conquistar el poder, todo el poder, para enfrentar las consecuencias de la crisis y construir nuestro futuro.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº79

Las muje­res y hom­bres tra­ba­ja­do­res cele­bra­mos este Primero de Mayo una nue­va jor­na­da de com­ba­te. Lo hace­mos bajo la más espe­luz­nan­te de las con­di­cio­nes: una pan­de­mia glo­bal que ha lan­za­do a millo­nes de per­so­nas al des­em­pleo y la mise­ria. Al mis­mo tiem­po que ha envuel­to a todos en una pro­fun­da incer­ti­dum­bre, esta pes­te ha ati­za­do la con­cien­cia. Ha deja­do de relie­ve dos hechos fun­da­men­ta­les. Uno, pese a que se tra­ta de una pan­de­mia, al final, los muer­tos los hemos pues­to noso­tros. Y, dos, la cri­sis eco­nó­mi­ca mun­dial, las caren­cias y el sufri­mien­to que el virus ha des­ata­do, han redun­da­do en fabu­lo­sas ganan­cias para los capi­ta­lis­tas. Como en toda cri­sis, se depri­men las con­di­cio­nes de vida de los tra­ba­ja­do­res. El gran capi­tal se con­cen­tra aún más, engu­llen­do a sus com­pe­ti­do­res meno­res. Pretende empren­der la “recu­pe­ra­ción” con más explo­ta­ción. No ten­dría nin­gún valor el Primero de Mayo, como día inter­na­cio­nal de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, sino como una gran revis­ta de fuer­zas, en que los tra­ba­ja­do­res se pre­pa­ren y se orga­ni­cen para nue­vos com­ba­tes, en todos los países.

Las consecuencias de octubre

En Chile, este Primero de Mayo es iné­di­to tam­bién por otra razón, por otra con­di­ción sor­pren­den­te: las con­se­cuen­cias socia­les y polí­ti­cas del levan­ta­mien­to popu­lar del 18 de octu­bre. Éste mar­có con fue­go una línea divi­so­ria. Ha pues­to a los tra­ba­ja­do­res fren­te a la res­pon­sa­bi­li­dad de mos­trar un camino hacia la libe­ra­ción del con­jun­to del pueblo.

Aquí tam­bién fue­ron hom­bres y muje­res tra­ba­ja­do­res los que apor­ta­ron la san­gre. Los már­ti­res del levan­ta­mien­to se ele­van, olvi­da­dos y anó­ni­mos, por sobre la inde­cen­cia de los ase­si­nos y los poli­ti­que­ros que pre­ten­den lucrar con su sacri­fi­cio. Los nom­bres de Cristián Valdebenito, de Maicol Yagual, de José Uribe, de Romario Veloz, de Paula Lorca, de Alex Núñez, del peque­ño Joel Triviño y de tan­tos otros, de tan­tos que ni siquie­ra han sido regis­tra­dos, no pue­den ser borra­dos. ¿Se les ha ren­di­do el home­na­je que mere­cen? ¿O son silen­cia­dos sim­ple­men­te por ser de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, por ser pobres o inmi­gran­tes o pobla­do­res o por ser ile­tra­dos o por­que las cir­cuns­tan­cias de su ase­si­na­to han sido oscu­re­ci­das o por­que rea­li­za­ron su lucha no en la “for­ma debi­da”, aque­lla pres­cri­ta por los que hoy con­tem­po­ri­zan con los cri­mi­na­les? ¿Son silen­cia­dos por­que su mar­ti­rio exi­ge jus­ti­cia y cas­ti­go? Este Primero de Mayo, los tra­ba­ja­do­res recor­da­mos a quie­nes son, sim­ple­men­te, par­te de una gran huma­ni­dad que avan­za y puja en con­tra de quie­nes no tre­pi­dan en nada para defen­der sus mise­ra­bles intereses.

El poder de los trabajadores

Sobre esa entre­ga final se ha eri­gi­do esta insó­li­ta situa­ción, des­de 2019 has­ta hoy: el sur­gi­mien­to del poder de los tra­ba­ja­do­res, for­ja­do en su con­cien­cia y en su lucha. Un poder que se opo­ne al poder de los capi­ta­lis­tas ‑de los que ver­da­de­ra­men­te domi­nan el país, la polí­ti­ca, la socie­dad. En esa con­tra­po­si­ción radi­ca la cla­ve de los brus­cos giros, de las ful­mi­nan­tes caí­das, del pavor que sufren los de arri­ba. Nosotros siem­pre hemos teni­do poder: sin los tra­ba­ja­do­res nada se hace, nada se pro­du­ce, nada se crea. Pero ese poder, en los perío­dos ordi­na­rios, no se mani­fies­ta abier­ta­men­te, no se orga­ni­za ni se diri­ge a un obje­ti­vo. Hoy, en cam­bio, ese poder nos brin­da vic­to­rias y con­quis­tas, arran­ca­das, en medio del caos de la cri­sis, a quie­nes nun­ca habían cedi­do nada.

La agi­ta­ción por el ter­cer reti­ro del 10% es un ejem­plo de aque­llo. Muchos pre­ten­de­rán ungir­se artí­fi­ces de la vic­to­ria, muchos se atri­bui­rán haber derro­ta­do al gobierno. Pero este tipo de pro­ce­sos no se defi­nen por manio­bras par­la­men­ta­rias o por con­sig­nas alti­so­nan­tes. Se resuel­ven en la lucha. Y en esa pelea, nue­va­men­te, noso­tros, los tra­ba­ja­do­res, hemos pre­va­le­ci­do. Y bas­tó, en esta oca­sión, una mues­tra rela­ti­va­men­te peque­ña de nues­tra fuer­za para lograr­lo: las barri­ca­das, la lucha en las calles. Ese es el poder de los trabajadores.

Pero ese poder no exis­te ais­la­da­men­te. Está enca­de­na­do al poder de la cla­se domi­nan­te. Ninguna de las par­tes logra impo­ner­se por com­ple­to. Este es el prin­ci­pal fac­tor de la cri­sis. Para ter­mi­nar con ella, una de las dos par­tes debe impo­ner­se. Por eso las elec­cio­nes, la nue­va cons­ti­tu­ción o las defi­ni­cio­nes pre­si­den­cia­les se han vuel­to tan irre­le­van­tes. Quienes han enar­bo­la­do las deman­das popu­la­res para par­ti­ci­par, por ejem­plo, de los pró­xi­mos comi­cios para la con­ven­ción cons­ti­tu­cio­nal, sin duda, son los pri­me­ros en dar­se cuen­ta de este pro­ble­ma. Deberían, si son sin­ce­ros, reco­no­cer­lo abier­ta­men­te fren­te al pue­blo. Si optan por “man­te­ner las apa­rien­cias”, sólo ven­de­rían, por un pla­to de len­te­jas, su vocea­da “inde­pen­den­cia”. Se con­ver­ti­rían en alia­dos del régi­men polí­ti­co. Es cier­to, las elec­cio­nes pue­den depa­rar sor­pre­sas, pue­den demos­trar el repu­dio al régi­men polí­ti­co. Eso, sin duda, pro­fun­di­za­ría la cri­sis. Pero de lo que se tra­ta es de resolverla.

Las tareas de nuestro tiempo

Los tra­ba­ja­do­res no pue­den con­fiar en nadie, excep­to en sí mis­mos. No pue­den espe­rar ayu­da de nadie, sino la que sur­ja de su pro­pia soli­da­ri­dad. Pero pue­den com­par­tir los fru­tos de sus avan­ces his­tó­ri­cos con todos los miem­bros de la socie­dad. Esa es la pro­yec­ción del poder de los trabajadores.

¿Cuáles son las tareas inme­dia­tas? Profundizar la lucha por las deman­das más urgen­tes, en salud, tra­ba­jo, vivien­da, edu­ca­ción, en apli­ca­ción de la jus­ti­cia fren­te a los crí­me­nes que se come­ten dia­ria­men­te en con­tra del pue­blo, y la ins­tau­ra­ción de la dig­ni­dad en la nación. En todos los luga­res, en todo momen­to. Ha sur­gi­do con fuer­za la idea del paro nacio­nal. De hecho, se ha impues­to por sobre la “sani­ta­ria” con­vo­ca­to­ria de la CUT, otro orga­nis­mo que se ha dedi­ca­do a “man­te­ner las apa­rien­cias” del pasa­do. El paro nacio­nal es la herra­mien­ta pro­pia de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, levan­ta su orga­ni­za­ción, uni­fi­ca su lucha y la pone en el cen­tro de la esce­na. No hay duda de que, en el perío­do que vie­ne, el paro nacio­nal, efi­caz, com­ba­ti­vo, orga­ni­za­do, juga­rá un papel deter­mi­nan­te para que los tra­ba­ja­do­res pue­dan con­quis­tar todo el poder.

Sólo quien ejer­za todo el poder, sólo un gobierno de los tra­ba­ja­do­res, expre­sión de la volun­tad de todo el pue­blo, pue­de imple­men­tar las medi­das de emer­gen­cia para enfren­tar la rui­na nacio­nal y ayu­dar a sen­tar las bases de una nue­va socie­dad que se opon­ga a las ame­na­zas de la barbarie.

Así, com­pa­ñe­ras y com­pa­ñe­ros, están plan­tea­das las cosas este Primero de Mayo. Es la lucha de Chile, es la lucha de América, es la lucha de nues­tro mun­do, de nues­tro tiempo.

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