La lucha de los secundarios
El mundo tomó nota de las movilizaciones de los estudiantes secundarios en las calles de Santiago y de otras ciudades del país. Las marchas, tomas, los paros de clases, las asambleas, fueron consideradas, aunque sea por medio de una fotografía, en los titulares de la prensa internacional.
Aciertan quienes ven en la lucha de miles y miles de jóvenes en contra de un sistema educativo caduco una fuerza poderosa.
un precedente histórico
Las movilizaciones actuales están directamente relacionadas con las jornadas de lucha del año 2006. Se produjo entonces un proceso histórico. No por su extensión –aunque abarcó a centenares de miles e incluso millones de personas‑, ni por sus objetivos –aunque estos se radicalizaron hasta tocar la médula del sistema imperante. El carácter histórico estuvo en que las movilizaciones de los estudiantes secundarios abrieron una nueva etapa en la lucha de clases en Chile: los primeros pasos de una ofensiva del pueblo. En esta etapa comienzan a regir nuevos principios de acción, de organización, nuevos objetivos, que rompen con los retrocesos de la década y media de dominación incontestada que le precedió.
Brevemente, ¿cuáles son los estos principios? La acción directa y ofensiva, la unidad de propósitos y organización, el carácter avanzado de los fines propuestos.
Las tomas y asambleas, las marchas y manifestaciones, no fueron simples instrumentos de presión para negociaciones con las autoridades. Fueron la sustancia misma del movimiento. En pocos días y semanas nació un sinnúmero de nuevos líderes, surgidos directamente del seno de las bases de los estudiantes y tributarios de sus decisiones. Éstas se orientaron progresivamente a una lucha frontal en contra del sistema de educación o, mejor, en contra de la faz educacional del sistema en su conjunto.
el carácter del movimiento
Hoy el bloque dominante se pregunta si las luchas estudiantiles actuales pueden convertirse en una repetición de la “rebelión pingüina” del 2006. Sus funcionarios ponderan con una mezcla de preocupación y alivio lo que llaman el carácter “anárquico” del movimiento de los escolares, es decir, la ausencia de fuerzas y de dirigentes con los cuales se podría negociar. Estiman que dando rienda suelta a la represión “pasarán” este difícil invierno.
Están equivocados. Las movilizaciones actuales no son una repetición ni una continuación del 2006. Son una expresión marcada de esta nueva etapa de luchas populares, que incorporan aquellos principios de unidad, orientación ofensiva, demandas cada vez más avanzadas, el reemplazo de formas de organización anticuadas por métodos de acción
lge=loce
Las demandas del movimiento de los escolares son múltiples. Sin embargo, la más política de ellas, el rechazo a la denominada LGE o Ley General de Educación, es la consigna que aglutina a sus diversos componentes. Ésta, a su vez, es la base de la participación de otras organizaciones como el Colegio de Profesores en las movilizaciones, con vistas a forzar al gobierno y al parlamento a desechar la tramitación del proyecto y a “abrir un debate sobre la educación”. La LGE fue acordada en un patético acto en La Moneda que reunió, tomados de las manos, a ministros y parlamentarios de la Concertación y de la Derecha. Uno de los funcionarios responsables de las mayores miserias en nuestros liceos no pudo reprimir las lágrimas. Se debe archivar esa imagen para los libros de historia del futuro. En el capítulo dedicado a la rápida descomposición intelectual y moral de la clase dominante, ilustrará los aspectos más cómicos de este proceso de decadencia.
En cuanto al proyecto de la LGE, éste no cambia en lo más mínimo el actual sistema educativo. Lo defiende y mantiene, agregándole más burocracia, como una “Superintendencia de Educación” y una “Agencia de Calidad de la Educación”.
En realidad, dentro del sistema imperante, no existe ley, no existe diseño institucional, que pueda romper con la miseria diaria que caracteriza la situación en nuestras escuelas y liceos. La oposición a la LGE deja la iniciativa en manos de los políticos, del gobierno y los partidos. Éstos pueden, en el peor de los casos, desechar su engendro legislativo, si se ven presionados a ello. Pueden, si les parece, convocar a nuevas “comisiones asesoras” y encargar nuevos estudios sobre la educación “que Chile necesita”. La orientación a la faz institucional es la mayor debilidad del actual movimiento.
Su mayor fortaleza, en cambio, radica en su disposición interna, en su orientación ofensiva. Son pocos los que aspiran a seguir el juego planteado por el bloque dominante. Y son muchos, los que ya se están alineando en la lucha por cambiar este sistema.
el avance de la conciencia
En muchos momentos de nuestra historia, los estudiantes secundarios han sido la bandera de esperanza para los adultos. El movimiento de los secundarios constituye hoy un impulso importante a la construcción de la fuerza popular capaz de derribar este régimen y de construir un nuevo orden. No lo es, repetimos, por su extensión o por sus demandas contingentes. Preguntarse honestamente qué educación quieren los niños y jóvenes, significa un paso gigante en el camino hacia una nueva sociedad. Hacer esa pregunta no como un ejercicio intelectual o aislado, sino como parte de un proceso colectivo de creación, de lucha, de poder, significa apuntar hacia la opción de la revolución. Es, en suma, la formación de la conciencia.
a ampliar el movimiento
Hoy, se puede decir que los “los alumnos educan a sus mayores”. Las lecciones son claras. Los estudiantes solos, no cambiarán el orden imperante, menos harán una revolución. Pero, van mutando y reaparecen más activos e intransigentes, la experiencia que desarrollan la van tomando las demás organizaciones y sin grandes pérdidas el pueblo va ejercitando métodos de confrontación que servirán a las luchas futuras. Hoy una nueva generación de hombres y mujeres se foguea para llevar a cabo el sueño incumplido de sus padres, una patria para los trabajadores.
el poder, un trabajo persistente
Nuestra preocupación no debe ser, por tanto, la LOCE o la LGE, la Comisión de Educación o la ministra.
Nuestro trabajo está en profundizar la lucha del conjunto. Las formas de organización creadas por los secundarios, su orientación ofensiva debe extenderse y perfeccionarse, se debe vincular a los padres y a la comunidad toda con la lucha en los liceos. Se debe propiciar la confluencia entre distintas demandas y reivindicaciones y se deben crear maneras de unificar las luchas. Hay que superar las barreras físicas de los liceos, extender la “educación intensiva” en lucha social que brindan los secundarios a las poblaciones, a los amigos, a los padres. Se debe incrementar la propaganda masiva, de ampliación de las consignas y reivindicaciones de los estudiantes, a todos los ámbitos.
Este es un trabajo constante, persistente y… urgente. La coyuntura da más ventajas a nuestros adversarios. Las coyunturas pasan. La lucha secundaria debe dejar de ser coyuntural y focalizada, para transformarse en una lucha permanente contra el sistema. Para ello hay que construir sobre las fortalezas del actual movimiento, su impulso a la conciencia. La conciencia es simplemente la construcción de poder, de poder real; eso no lo logra una sola organización u movimiento, sino el conjunto del pueblo. Su consigna debe ser la unidad. Su meta, la conciencia, el poder del pueblo.