Sólo los pueblos pueden vencer
Queda demostrado, una vez más, que la lucha revolucionaria es, sobre todas las cosas, un cometido moral. Si no se entiende eso, se camina hacia el fracaso. El revolucionario debe escoger siempre el bien del pueblo, debe decidirse siempre por los hombres y mujeres de la patria, siempre por la honestidad, siempre por la claridad, siempre por la justicia. Este dilema moral del revolucionario está presente en todo momento. ¿O no conocemos también por aquí a los que critican por la espalda, a los que rechazan la modestia, a los que no creen en el pueblo, a los que buscan el poder? Son esas desviaciones son las que abren la brecha al enemigo, cuyas armas predilectas son dinero, el miedo, la amenaza, las dádivas.