Mineros

La salida revolucionaria

Esta nueva época histórica comienza con grandes convulsiones políticas y sociales. Tanto en las naciones dependientes como en los centros imperialistas, la clase dominante ve como sus acostumbrados regímenes políticos se demuestran insuficientes para dirigir o controlar las elementales fuerzas suscitadas por la decadencia de su sistema. Sin excepción, los gobernantes dicen descubrir las bondades de un Estado fuerte, cuya intervención pudiera trazar un camino para superar los peligros de la crisis. Sin embargo, estas declamaciones sólo indican cuánto se han debilitado sus propios recursos políticos.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº13

La nueva época histórica y las tareas de los trabajadores (II)

Esta nue­va épo­ca his­tó­ri­ca comien­za con gran­des con­vul­sio­nes polí­ti­cas y socia­les. Tanto en las nacio­nes depen­dien­tes como en los cen­tros impe­ria­lis­tas, la cla­se domi­nan­te ve como sus acos­tum­bra­dos regí­me­nes polí­ti­cos se demues­tran insu­fi­cien­tes para diri­gir o con­tro­lar las ele­men­ta­les fuer­zas sus­ci­ta­das por la deca­den­cia de su sistema.

Sin excep­ción, los gober­nan­tes dicen des­cu­brir las bon­da­des de un Estado fuer­te, cuya inter­ven­ción pudie­ra tra­zar un camino para supe­rar los peli­gros de la cri­sis. Sin embar­go, estas decla­ma­cio­nes sólo indi­can cuán­to se han debi­li­ta­do sus pro­pios recur­sos políticos.

neo-bonapartismo y guerra

La his­to­ria nos seña­la que el modo más común para hacer fren­te a estas dis­yun­ti­vas, radi­ca en una con­cen­tra­ción del poder polí­ti­co, del poder del Estado, en una auto­ri­dad cen­tra­li­za­da. Un for­ta­le­ci­mien­to de los gobier­nos, com­pen­sa­do con ape­la­cio­nes al “pue­blo”, con la erec­ción de un poder que arbi­tra entre los intere­ses de cla­se en pug­na. La excep­cio­na­li­dad de este régi­men con­tie­ne, no obs­tan­te, por medio de su con­cen­tra­ción de pode­res, un pro­gre­si­vo debi­li­ta­mien­to del con­jun­to del apa­ra­to del Estado bur­gués. He ahí el neo-bonapartismo del siglo XXI como opción.

La his­to­ria nos ense­ña tam­bién que la for­ma que emplean los impe­ria­lis­tas para enfren­tar las cri­sis, es la gue­rra. Esto no cons­ti­tu­ye nin­gún secre­to. Desde hace seis años, Estados Unidos y varios paí­ses euro­peos sos­tie­nen una gue­rra en Irak y Afganistán. Ahora, el actual gobierno de Estados Unidos, enca­be­za­do, casual­men­te, por un hom­bre que bus­ca eri­gir­se en árbi­tro entre los intere­ses de cla­se en pug­na, que defien­de las bon­da­des de la inter­ven­ción del Estado para enfren­tar la cri­sis y que encu­bre con ape­la­cio­nes al pue­blo la con­ti­nui­dad de una inau­di­ta con­cen­tra­ción de pode­res here­da­da de su pre­de­ce­sor, pre­ten­de exten­der esta gue­rra a Pakistán. Un país de 176 millo­nes de habi­tan­tes, dota­do de un arse­nal nuclear y com­pro­me­ti­do, a su vez, en un esta­do de gue­rra laten­te con un país de una pobla­ción de 1.100 millo­nes de per­so­nas, la India.

En efec­to, Barack Obama, ele­gi­do, como es sabi­do, bajo la pro­me­sa del “cam­bio” y la de pro­pi­ciar el regre­so de las fuer­zas de ocu­pa­ción des­de Irak, pre­si­de sobre el mayor pre­su­pues­to de gue­rra en la his­to­ria de Estados Unidos. El poten­cial de que esta gue­rra, que ya está en mar­cha, se con­vier­ta en una gue­rra impe­ria­lis­ta de pro­por­cio­nes, es muy gran­de y, a estas altu­ras, qui­zás inevitable.

Tanto la ten­den­cia neo-bonapartista en lo interno, como la mili­ta­ris­ta en lo externo, recién están for­mán­do­se en el caso de la actual admi­nis­tra­ción de la Casa Blanca. Si esto es váli­do en Washington, exis­ten, en el res­to del mun­do, tam­bién múl­ti­ples posi­bi­li­da­des de sali­das mix­tas que se mue­van entre el neo-bonapartismo y la con­for­ma­ción de amplios blo­ques polí­ti­cos bur­gue­ses, que incor­po­ren inclu­so a fuer­zas que se dicen repre­sen­ta­ti­vas de los intere­ses popu­la­res. El éxi­to de este tipo de vías depen­de, empe­ro, de la capa­ci­dad de los gobier­nos de ampliar cons­tan­te­men­te el arco polí­ti­co que lo sos­tie­ne. Del mis­mo modo, el recur­so de la gran gue­rra impe­ria­lis­ta tam­bién está dis­po­ni­ble para poten­cias meno­res y peque­ñas en for­ma de gue­rras más limi­ta­das y, sobre todo, de la gue­rra interna.

vía revolucionaria

Este pano­ra­ma, tra­za­do en grue­sas líneas, es el que enfren­tan los tra­ba­ja­do­res hoy. Pero la cla­se tra­ba­ja­do­ra tie­ne su pro­pia sali­da, su vía revolucionaria.

A dife­ren­cia de otras épo­cas, la que prin­ci­pia aho­ra está carac­te­ri­za­da por una simi­li­tud y simul­ta­nei­dad de las con­di­cio­nes en todo el mun­do. La posi­bi­li­dad revo­lu­cio­na­ria se ha vuel­to gene­ral y obje­ti­va. Ya no es excep­cio­nal, ni depen­de exclu­si­va­men­te de fac­to­res con­tin­gen­tes, con­cre­tos y sub­je­ti­vos en un país u otro.

La sali­da revo­lu­cio­na­ria aún debe for­mar­se. Pero la uni­fi­ca­ción de las fuer­zas revo­lu­cio­na­rias nacien­tes y aún dis­per­sas no depen­de, en pri­mer lugar, de una estra­te­gia o una polí­ti­ca comu­nes. La estra­te­gia y la polí­ti­ca de los tra­ba­ja­do­res se basan sim­ple­men­te en la uni­dad, la con­duc­ción y el poder popular.

Lo que hay que cons­truir es una línea ideo­ló­gi­ca común, la guía hacia la edi­fi­ca­ción de una nue­va socie­dad. En cada momen­to de ascen­so de las luchas, la cla­se tra­ba­ja­do­ra ha for­mu­la­do, una y otra vez, un pro­gra­ma his­tó­ri­co de sus aspi­ra­cio­nes y de su camino revo­lu­cio­na­rio. Los fun­da­men­tos de este pro­yec­to ya se han crea­do, a un horri­ble pre­cio, en base a los com­ba­tes y derro­tas en la lucha de cla­ses moder­na. Los obje­ti­vos del pro­gra­ma revo­lu­cio­na­rio de la nue­va épo­ca, de la línea ideo­ló­gi­ca de nues­tros días, deben con­tem­plar, como nun­ca antes en la his­to­ria, la uni­ver­sa­li­dad de la obra trans­for­ma­do­ra, su nece­si­dad inelu­di­ble y la urgen­cia de la acción.

Esa es, hoy, la tarea.

La Estrella de la Segunda Independencia Nº13

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