El presente libro reúne una selección de documentos y escritos del Partido Revolucionario de los Trabajadores – Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP), entre los años 1962 y 1977. Entre el nacimiento de una pequeña organización basada en la reivindicación de las raíces indígenas americanas y la derrota de los mayores partidos revolucionarios de nuestro continente en manos de la dictadura argentina, media una historia marcada por la acción revolucionaria, el sacrificio y la dedicación a la causa popular.
¿Por qué es necesario conocer, hoy, la experiencia del PRT-ERP? En principio, bastarían las razones puramente históricas o comparativas. El PRT creció hasta convertirse en el partido revolucionario de mayor desarrollo y fuerza en toda América del Sur y dirigió una fuerza militar que desafió todos los esquemas conocidos hasta entonces. Capaz de realizar operaciones exitosas en contra de unidades mayores del ejército burgués, tanto en el campo como en la ciudad, el ERP se constituyó, en su época, en la mayor fuerza armada popular de América del Sur. Su trabajo de propaganda desafió dos dictaduras sanguinarias, las persistentes campañas de terror del Estado durante los gobiernos de Juan Domingo Perón e Isabel Perón, además del período de ‘apertura democrática’ creado en el breve gobierno de Cámpora en 1973. Sin falta, aparecieron regularmente los números de “El Combatiente”, “Estrella Roja” y del diario legal “El Mundo”, distribuidos en decenas de miles y, en el caso del último, centenares de miles de ejemplares. Enfrentando resueltamente la influencia, que otros reputaban imbatible, del peronismo sobre las organizaciones populares, el PRT se convirtió en un gran conductor del movimiento de los trabajadores en las principales zonas industriales del país, además de desarrollar un trabajo formidable entre los villeros, campesinos y el estudiantado. No obstante estos motivos, la lucha del PRT es, en gran medida, desconocida. O, lo que es lo mismo, conocida sólo a través de estereotipos interesados. De esos hay muchos. No es raro ver como su gesta histórica es descalificada como “militarismo” o “foquismo”; su concepción revolucionaria tildada de “rígida” o “doctrinaria”; su esfuerzo de construir un partido junto a las masas, caricaturizado como una mal entendida “proletarización”.
Los documentos que se reproducen a continuación dan cuenta de aciertos y errores de distinta índole. No muestran, ni podrían mostrar la totalidad del trabajo realizado por los militantes del PRT-ERP. Pero ciertamente ayudan a hacer luz sobre esas calificaciones que falsean y ocultan la historia. Lo principal ‑un ejemplo revolucionario vivo acumulado por los hombres y mujeres que conformaron sus filas, un pensamiento avanzado sobre las luchas y sus necesidades estratégicas- necesita ser aún salvado del olvido. En parte, el desconocimiento se debe a la magnitud de la derrota sufrida en manos de la dictadura militar argentina, principalmente entre los años 1976 y 1977. Se puede afirmar que en pocos casos el exterminio físico de los cuadros de una organización revolucionaria ha sido más perfecto que en el del PRT. A la pérdida de los hombres, siguió la pérdida de una experiencia única de construcción. La huella más profunda, sin embargo, de la acción de esos revolucionarios sigue vive en el pueblo argentino, como los fantasmas de hombres y mujeres sencillos, trabajadores, abnegados y resueltos.
El PRT fue fundado en 1965 como parte de una fusión entre dos organizaciones muy disímiles, el FRIP y Palabra Obrera. El FRIP es un movimiento basado en el norte de Argentina, especialmente en las provincias de Tucumán y Santiago del Estero, de las más postergadas económica y políticamente del país. Se distingue por su intento de desarrollar una línea ‘indoamericana’. En ella se vislumbran elementos de lo que hoy se conoce como ‘indigenismo’ ‑es decir, el postulado de que los pueblos originarios de América tienen un papel propio y diferenciado en el proceso de liberación- además del esbozo de un pensamiento americano genuino (ver Tomo I, capítulo 1, “Lucha de los pueblos indoamericanos”). Sin embargo, es el contacto con los trabajadores azucareros y el fortalecimiento del FRIP en su seno, lo que lleva a sus miembros y líderes, especialmente a Mario Roberto Santucho, a adoptar una concepción revolucionaria y al marxismo.
Palabra Obrera, por su parte, era un organismo trotskysta, liderado por uno de los principales jefes de esa tendencia en Argentina, Nahuel Moreno. El grupo esta conformado por intelectuales como Moreno, además de obreros politizados de los grandes centros industriales del país. Al momento de la fusión con el FRIP, iniciada en 1963, Palabra Obrera había cerrado un intento de ‘entrismo’ en el peronismo, una táctica común entre los pequeños grupos trotskystas de formar facciones afines en el interior de partidos socialdemócratas o, como en este caso, en la corriente nacionalista y populista liderada por el general Juan Domingo Perón. Acaso, el nuevo partido respondió menos a las tendencias originales de sus partes componentes, ‑que de todos modos aflorarían luego en lo que respecta a los trotskystas- sino a un nuevo enfoque de la lucha revolucionaria: “sostiene el PRT que la revolución argentina forma parte de la revolución latinoamericana, colonial y mundial, y que la lucha antiimperialista contra el imperialismo yanqui, como así la unidad histórica, cultural y geográfica de Latinoamérica, define a la revolución latinoamericana como una unidad” (Tomo I, capítulo 1, Mario Roberto Santucho, “4 Tesis sobre el Norte Argentino”).
El desarrollo del PRT en su fase inicial no puede comprenderse sin tomar en consideración la lucha de las masas argentinas. Desde el derrocamiento del régimen nacionalista de Perón por las Fuerzas Armadas a mediados de la década de los ’50, las principales organizaciones populares estaban dominadas por el peronismo, una corriente que, por su propia naturaleza, llevaba en su seno contradicciones insuperables. Proscrito electoralmente, el peronismo gozaba de un apoyo compacto fundamentalmente entre la clase trabajadora. Sin embargo, su liderazgo en la Argentina se componía de representantes de la burguesía, incluyendo al propio Perón que desde el exilio emitía instrucciones tanto para alentar como para frenar la resistencia de las masas. (ver Tomo I, capítulo 5, “El peronismo”).
Sin embargo, la propia acción de las masas fue abriendo un camino de lucha alejado de las constantes oscilaciones y componendas del peronismo. Esa senda culmina en 1969, con el ‘Cordobazo’, una vasta insurrección popular protagonizada por los trabajadores del centro industrial de esa zona, dirigidos por sindicalistas revolucionarios como Agustín Tosco, y que unificó a todo el pueblo de la ciudad en una formidable demostración de fuerza.
No hay duda que la acción y el pensamiento del PRT fueron madurando en conjunto con ese ascenso de la lucha popular. Tampoco hay duda de que a ese crecimiento cotidiano se sumó el fuerte impulso que irradiaba de la revolución cubana, de los movimientos revolucionarios surgidos bajo su influjo, y el programa de lucha continental propuesto por Ernesto ‘Che’ Guevara, además de los importantes aportes de la lucha del pueblo de Viet-Nam en contra del imperialismo estadounidense.
Este proceso hace insoportable la convivencia con el sector trotskysta de Moreno, que frena el avance de las nuevas concepciones oponiendo trabas y conductas oportunistas. En 1968 se produce la división del partido. El PRT, quien ya reconoce en Mario Roberto Santucho a su cuadro más preparado y visionario, se lanza de lleno a una dura labor de construcción de un partido revolucionario, que se reflejaría en poco tiempo en un importante crecimiento de la organización, en el fortalecimiento de sus cuadros y, sobre todo en la creación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ver Tomo I, capítulos 3 y 4).
El ERP se reconoce como un heredero de la lucha independentista de San Martín y O’Higgins, del glorioso Ejército de los Andes, a la vez que incorpora las experiencias de resistencia del pueblo argentino en contra de las dictaduras militares argentinas. Pero especialmente destaca la aplicación creadora del pensamiento militar marxista, de las nociones estratégicas del ‘Che’, y las contribuciones doctrinarias de la revolución vietnamita. El ejército se concibe desde un inicio como una fuerza de las masas para la guerra civil, subordinada a la dirección del partido revolucionario y que crecería gracias al sacrificio de sus combatientes y la ayuda del pueblo. El PRT se distinguió así nítidamente de las tendencias ‘foquistas’, que preconizaban la preponderancia de la organización militar por sobre el partido y que propugnaban un enfoque limitado sobre la acción de la fuerza militar en la lucha revolucionaria.
El crecimiento del PRT-ERP se produce en consonancia con el fortalecimiento de la lucha popular en contra de la dictadura. El PRT defendió en todo momento una posición unitaria con las organizaciones de origen peronista que se habían situado a la izquierda de esa corriente, que también llevaban adelante una lucha armada y que defendían un programa del llamado “socialismo nacional”, un intento imposible de conciliar la dirección burguesa de Perón con objetivos revolucionarios. Esta línea de unidad táctica correspondía netamente a la línea política de construcción de una fuerza revolucionaria del pueblo, que no hacía concesiones a las clases dominantes y sus representantes ‑por lo tanto, tampoco al peronismo- pero que buscaba en todo momento de la unidad del pueblo como factor central de la lucha revolucionaria. Masacres como la perpetrada en la base naval de Trelew, realizada tanto en contra de prisioneros del ERP como de las organizaciones armadas peronistas, demuestran que la burguesía entendía perfectamente la importancia frenar ese proceso de unificación y de lucha común, tanto en el plano de las organizaciones más avanzadas como en el seno del pueblo (ver Tomo I, capítulo 7, “El Gran Acuerdo Nacional y el “Abrazo” Perón- Lanusse”, capítulo 8, “La fuga, Trelew” y 9, “Por qué el ERP no dejará de combatir” del Tomo I).
La lucha en contra de la dictadura militar colocó al PRT-ERP frente a importantes problemas políticos. El imperialismo y la burguesía decidieron apostar nuevamente por la carta del peronismo por vía de la “normalización democrática” y el regreso del anciano general Perón al poder. Ese complejo momento vio al PRT frente a la disyuntiva de buscar una respuesta política frente a las elecciones propuestas por el régimen como salida a la crisis, así a como llevar adelante la campaña del ERP. El PRT-ERP adoptó un camino que combinó una serie de iniciativas políticas y estratégicas: el impulso a los Comités Fabriles y Comités de Base como un modo de ampliar su lucha política en la base social, la creación del Frente Antiimperialista por el Socialismo, FAS, por un lado, y la preparación de la lucha guerrillera rural, con la creación de la Compañía del Monte, que comenzó a operar en Tucumán, por el otro (ver capítulos 1, 2 y 3 del Tomo II).
En este período se realizan algunas de las mayores operaciones del ERP; los ataques a unidades como el Comando de Sanidad, a la base de caballería blindada de Azul, y al batallón de Arsenales “Domingo Viejobueno”, en Monte Chingolo. Los resultados fueron resonantes éxitos y dolorosas derrotas, pero demostraron la existencia de una fuerza capaz de enfrentarse a las Fuerzas Armadas del Estado burgués en combates decisivos.
Tras la muerte de Perón, y el establecimiento del frívolo y sanguinario interregno encabezado formalmente por su viuda, Isabel Perón, la presión sobre el pueblo argentino se incrementó. En una desesperada lucha en contra del tiempo, el PRT-ERP buscó prepararse para la respuesta de la burguesía a la lucha de las masas, evidenciada en el aumento y la radicalización de las huelgas en la industria frente a una campaña de asesinatos, secuestros y represión cada vez más dura.
Las bases creadas en Tucumán fueron golpeadas por el Ejército, que empleó una combinación de tácticas de contrainsurgencia, aprendidas tanto del imperialismo estadounidense como del francés, que las había aplicado en Argelia; todas ellas teñidas de barbarie y represión en con12 tra del pueblo, logrando, en definitiva, la separación de las fuerzas de la Compañía del Monte de las masas.
Los reveses militares, como el ataque a los Arsenales de Guerra de Monte Chingolo, ubicado en las afueras de Buenos Aires, sólo aumentaron la presión, que por otra parte hacía cada vez más estrecho el campo para el trabajo legal y de propaganda (Tomo II, capítulo 12).
El golpe militar de agosto de 1976 obligó al PRT a aplicar una nueva política frente a una situación que parecía marcada por el retroceso de la lucha de las masas y un incremento de la actividad de aniquilación del enemigo. La resistencia en contra de la ofensiva contrarrevolucionaria se prolongaría en el tiempo y más que nunca el partido debía estar junto al pueblo y sus luchas. En ese período, el PRT-ERP sufrió con una frecuencia creciente golpes demoledores. Importantes cuadros de la organización fueron capturados y asesinados por el enemigo.
Pero el PRT, aún en estas circunstancias, nunca dejó de crecer, nunca dejó de incorporar a nuevos militantes dispuestos a unirse al camino revolucionario. Con anterioridad, en 1974, Mario Roberto Santucho había propuesto uno de los mayores avances teóricos en la concepción moderna del proceso de la lucha revolucionaria. En su escrito, “Poder burgués y poder revolucionario”, vuelve a examinar los antiguos problemas del poder del Estado y de los factores que inciden en su derrocamiento por parte del pueblo. Santucho analiza con perspicacia el concepto de doble poder, y traza los elementos fundamentales que complejo proceso que permite entender la toma del poder y la construcción del socialismo, como un continuo desenvolvimiento del poder popular (Tomo II, capítulo 7)
El 19 de julio de 1976, un grupo de asalto del ejército cerca el departamento en que funcionaba el Buró Político del PRT. Combatiendo, mueren Mario Roberto Santucho, secretario general del PRT y comandante en jefe del ERP, Domingo Menna y Benito Arteaga, miembros del Buró Político de la organización.
La muerte de sus principales líderes no significó la extinción de PRT, pero sí marcó el camino de un descenso acelerado por las decisiones de sus sucesores y acicateado por la continuación incesante de la guerra de exterminio en contra de sus cuadros. Los propios aparatos de represión admitieron que los militantes del PRT debían morir, puesto que, a diferencia de los miembros de las organizaciones peronistas, aquellos eran “irrecuperables”.
El ERP siguió combatiendo, a pesar de los golpes. Junto con numerosas acciones cotidianas, emprendió en 1977 la “Operación Gaviota”, que tenía por objetivo aniquilar a la cabeza de la dictadura. El intento fracasó, pero testimonia, una vez más, una voluntad inquebrantable de continuar la lucha (Tomo II, capítulo 15).
En este período, la dirigencia del PRT busca desesperadamente detener la masacre a sus militantes y decreta la salida al exilio de su dirección y de un importante contingente de cuadros, además de orientar a los que permanecerían en el país a reducir o suspender su actividad política hasta que las circunstancias cambiaran.
La decisión creó las condiciones para una pugna interna que terminaría, en el exterior, con la división y la disolución de facto del PRT. El camino recorrido por el PRT y el ERP es, como decíamos, una demostración de la magnitud la lucha del pueblo argentino en ese período y de los grandes logros que en el transcurso de ella acumuló el PRT. Esos logros son fruto de una línea revolucionaria que rompió los esquemas de la época y que provenía del ejemplo de Ernesto Che Guevara, de la orientación inaugurada por él y de su concepción de la lucha y del carácter del revolucionario, en particular, su idea del revolucionario como ejemplo moral. Se puede decir que, más en acciones que en los discursos, tan abundantes en la izquierda latinoamericana, el PRT es el más fiel continuador de la línea guevarista y, a la vez, su ‘traductor’ audaz a las condiciones argentinas y a su carácter nacional.
En este sentido, uno de los mayores aportes de PRT radicó en su impulso decidido, en conjunto con Miguel Enríquez del MIR chileno, a la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR), creada en 1974. Conformada como un organismo de intercambio y ayuda mutua entre el PRT, el MIR, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) de Bolivia y del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN‑T), de Uruguay, la JCR era comprendida por el embrión de una dirección revolucionaria de continental; “nuestro pequeño Zimmerwald”, como dijo Miguel Enríquez, en alusión a la conferencia de los revolucionarios europeos que sirvió de antecedente de la III Internacional, conformada tras la Revolución de Octubre de 1917 (ver Tomo II, capítulo 9).
Dialécticamente, la línea revolucionaria continental y americanista del PRT se expresaba su condición de partido argentino, enraizado en la Argentina profunda y olvidada, que conforma una parte de nuestra Gran Nación Americana. Fue un partido nacional como resultado de ser un partido rigurosamente leninista. Ajeno a la deformación común de concebir el partido revolucionario de nuevo tipo como la dirección de un pequeño grupo de intelectuales sobre una masa anónima y dúctil, el PRT fue leninista porque reunió y formó a los mejores hijos del pueblo argentino, a lo más avanzado de la clase trabajadora. Convirtió a los oprimidos en líderes y jefes. Hombres como Antonio del Carmen Fernández, obrero azucarero de Tucumán y miembro del Buró Político del PRT, o Juan Eliseo Ledesma, joven metalúrgico de Córdoba, jefe del Estado Mayor del ERP, modelos brillantes de conductores, anticipan en un ejemplo marcado por el sacrificio, la abnegación y la entrega, el camino en que los humildes, los trabajadores se harán cargo de su propia historia.
¿Por qué, entonces, hay que estudiar al PRT-ERP? Porque sus principales lecciones siguen vigentes. Vigentes como precursores de la construcción de un auténtico partido revolucionario en nuestra tierra americana, como la continuación genuina del nuevo camino revolucionario inaugurado por Ernesto ‘Che’ Guevara, como demostración de que la confianza en el pueblo es la vía para vencer.