Una sola lucha
Hoy se habla del “problema mapuche” como si fuera un espectáculo más. Todos opinan, todos quieren ser parte del coro. Por encima de las cabezas de los hombres y mujeres reales, prescriben sus diagnósticos y tratamientos. La Concertación ‑la misma que aplicó leyes pinochetistas, la militarización en La Araucanía, las cárceles, los allanamientos y los ataques cobardes a mujeres y niños por una policía convertida en fuerza de protección de latifundistas; la misma que ordenó los asesinatos por la espalda- ahora descubre, por conveniencia y ocasión, su veta humanitaria. El actual gobierno, ligado ‑también- a los intereses de terratenientes y capitales forestales, promete un “fondo de tierras” y cambios legales. Y no son los únicos. Muchos esconden detrás de exhibiciones de simpatía una antigua condescendencia hacia “los indios”. Pero el problema mapuche no existe. Lo que hay es un problema chileno.
el problema chileno
El pueblo mapuche fue un pilar fundamental de la constitución de nuestra nación. No es casualidad que Bernardo O’Higgins incorporara símbolos mapuches en los estandartes patrios de la primera independencia. Para los Libertadores ‑Bolívar, O’Higgins, Sucre, San Martín- la emancipación del colonialismo era un proceso que trascendía la mera separación política de España. Concebían la independencia como la formación de una nueva nacionalidad creada por todos aquellos que querían ser libres y que contribuyeran a la causa libertaria. No hubo presunción alguna en la exaltación de la cultura araucana, sino un intento de fundar sobre la base de los habitantes originarios de Chile una nueva nación de proyección americana y universal.
tierra en territorio
Con la derrota de este camino, principia el problema chileno. La restauración oligárquica impuso una creciente separación entre la población, dividiendo a los mapuches que vivían en La Frontera del resto de los habitantes del país, sin importar su etnia o ascendencia. Los dueños del país impusieron su propio muro de Adriano en el sur de Chile. Esta segregación sirvió a los intereses de los ricos que confinaron a los mapuches a una porción del país. Convirtieron la tierra en territorio. Pero cuando el beneficio económico se hizo patente, comenzaron a usurpar, a sangre y fuego, con engaños y mentiras, también esa parte de Chile a los mapuches. Querían someterlos a los dictados de los beneficios económicos y del capital. Querían “igualarlos”, del mismo modo en que el capital borra todo rasgo distintivo colectivo e individual, del mismo modo en que convierte a la cultura y al hombre en mercancía. El intento de exterminar al pueblo mapuche se inicia entonces con esa división nacida del fracaso del proyecto de la Primera Independencia. Pero el propósito de terminar con los mapuche se mantuvo hasta hoy.
extinción gradual
Con posterioridad a la dictadura de Pinochet, que dejó una nueva estela de sangre sobre los campos del sur, se procedió a entregar tierras como un paliativo y un freno ante la resistencia mapuche. Antropólogos, sociólogos e historiadores que, en vez de un pueblo, sólo veían un objeto de estudio, propiciaron este diseño que fue adoptado por políticos y burócratas esperaban apaciguar los ánimos… y una tajada de los fondos destinados a financiar las compras de terrenos. Los supuestos objetivos “indigenistas” de este plan quedan desmentidos con sus efectos reales: mientras más se subdivida la tierra, mientras más dueños tenga, más rápidamente se desvanece la cultura mapuche. Antecedentes similares, como los de los pueblos indígenas de EE.UU., son testimonio de esa extinción gradual.
Pretendidos representantes del pueblo mapuche han querido profundizar o reformar esta política. Tienen en mente los esquemas de dominación impuestos a los pueblos originarios Estados Unidos y Canadá. Aspiran a una “ autonomía” que brinde a algunos de ellos la posibilidad de erigirse en administradores y burócratas indígenas. Quieren un arreglo con el sistema capitalista.
una condición irreductible
Pero a diferencia de lo que sostienen estos dirigentes y estudiosos, ser mapuche no significa ser dueño de la tierra, ni siquiera de la recuperada de la usurpación ilegítima o aquella otorgada a modo de compensación interesada y falaz. No significa su posesión. Simplemente equivale a ser parte de ella. Esta condición irreductible convierte a los mapuche en un enemigo mortal del sistema.
El problema mapuche es el problema chileno. La sobrevivencia de los mapuche no depende de programas gubernamentales, no depende de cuotas especiales en un parlamento corrupto, no depende de un reconocimiento vacío en una constitución podrida. Depende de la afirmación de ser un pueblo y de la voluntad de ser libres. Es un acto de creación histórica.
Pues, de lo contrario ¿quién podría pretender una proyección la cultura mapuche sobre la base de las dádivas? ¿quién podría afirmar el orgullo de pertenecer a un pueblo altivo bajo el condicionamiento y el desprecio apenas velado de los opresores? Ese modo de existencia del pueblo mapuche equivaldría a su muerte inexorable.
una sola lucha
Ser mapuche, hoy, es ser trabajador, estudiante, poblador, campesino, militar; es ser parte, entonces, de la lucha por fundar una nueva nacionalidad Americana.
Es una sola lucha. La misma que se está dando en en los campos, ciudades y las cárceles de la Araucanía. Es la misma lucha que se da en las poblaciones, en los sindicatos, en las universidades, en las escuelas de nuestra patria. Es la lucha del sistema capitalista contra de quienes quieren ser libres y dignos.
No se puede salvar la cultura mapuche, si no se salva a Chile. Es una lucha integral, por una segunda independencia. Este enfrentamiento tiene un carácter fundamentalmente ideológico y moral, pues busca la derrota del capitalismo y la creación de una nueva civilización. Es una lucha que debemos librar en todo el territorio nacional, porque debemos sacar a estos gobiernos de turno y poner a los trabajadores en el poder.
Esta gesta no puede ser aislada; el capitalismo y el sistema actúan monolíticamente en defensa de sus privilegios. La única manera de salvar la cultura mapuche, es unir su defensa a la lucha decisiva de todos los trabajadores. No hay otro camino.