Unidad y fuerza trabajadores
Este Primero de Mayo no es como otros. Todos los años, recordamos una tradición y un legado histórico. Pero hoy, aparte de los desfiles, las manifestaciones y los discursos, los trabajadores en el mundo entero reflexionamos sobre el futuro. Tal como nuestros padres y abuelos debieron, en algún momento de sus vidas, tomar una posición, hoy los estamos enfrentados al mismo dilema.
Y nos preguntamos: ¿qué pasará mañana? ¿yo, qué debo hacer?
UNA NUEVA ETAPA
El mundo está cambiando. En pocos años y meses, grandes crisis están transformando los regímenes dominantes en diversas regiones del mundo; las instituciones políticas pierden su autoridad y eficacia; la economía parece no seguir ya un rumbo previsible; donde antes imperaba la certeza, se impone la incertidumbre.
Pero se trata sólo de aspectos parciales de un problema más general. Lo que subyace a esta situación es la zozobra del capitalismo. Después de un período de oro ‑tras la Segunda Guerra Mundial- el declive de este sistema se ha acelerado y ha abierto una nueva etapa de la lucha de clases; en el enfrentamiento entre trabajadores en contra de los que no trabajan, porque son los dueños del capital. La lucha de clases existe siempre, pero es en estos momentos en que se hace evidente para todos.
En años pasados, se pretendió abolir la lucha de clases; así, por decreto. Pero esa ilusión ya se agotó. Correspondió a la última ofensiva del capital en el decenio de 1990, en que se lanzó a conquistar fabulosos nuevos mercados, se apropió a precio vil de empresas estatales, eliminó beneficios sociales, atacó los derechos sindicales. Para muchos, el avance parecía irresistible y definitivo; algunos intelectuales declararon en ese período que había nacido una nueva era, en que el capitalismo (y con él, la lucha de clases) había sido superado por una forma más potente que llamaron neoliberalismo, que no admitía sino una oposición parcial y limitada.
Sin embargo, la realidad mostró algo distinto. El capital se expandió, convirtiendo a millones y millones de hombres y mujeres en el mundo entero a la condición del proletario moderno –sin seguridad, sin derechos, sin futuro-; pero no lo hizo por su dinamismo propio, sino en base a la especulación financiera, a la acumulación de monumentales riquezas ficticias.
Hoy, ese impulso postrero de los capitalistas se ha frenado. Nos dejan sus crisis y sus desastres, y pretenden que nosotros los ayudemos a salir del atolladero. Se acuerdan que existimos, que podemos pagar sus cuentas. Sólo basta que nos “apretemos el cinturón”, trabajemos por menos, que nos endeudemos con ellos. Pero también se acuerdan, con pavor, que, además de su salvación, podemos ser quienes los expulsemos del poder.
LA LUCHA DE CLASES EN CHILE
¿Cómo se manifiesta esta lucha de clases en Chile?
A primera vista, todo parece indicar que los capitalistas llevan la delantera. Sus utilidades son asombrosas; tienen línea directa con el gobierno y con la oposición; manejan la prensa y la televisión; las leyes y los tribunales les favorecen; controlan todos los recursos del país.
¿Y los trabajadores? A primera vista, parecemos divididos, dispersos y débiles. Nuestras organizaciones sindicales abarcan sólo a una minoría, muchos dirigentes carecen de visión, y a varios también les falta la vergüenza. Con demasiada frecuencia, las luchas se pierden porque se dan casi solitariamente en contra de un adversario que moviliza todo su poderío.
A primera vista, un panorama negro y sin salida. Pero nosotros sostenemos otra cosa. Decimos que sólo hace falta impulsar la unidad y la fuerza de los trabajadores y podremos hacer valer nuestra dignidad.
La verdad es que en estos años se han formado miles y miles de líderes honestos, comprometidos con los trabajadores. La verdad es que cada día se levantan, en cada rincón de Chile, hombres y mujeres dispuestos a defender sus derechos. La verdad es que hechos como el Puntarenazo demuestran que, cuando el pueblo actúa con unidad, es un poder de temer. Y la verdad es que sabemos que depende sólo de nosotros terminar con esa actitud defensiva que marcó las décadas pasadas.
Sabemos que, al contrario, nuestra forma natural de actuar es ir de frente, a la ofensiva. Cuando se formó la clase trabajadora moderna en Chile, hombres como Luis Emilio Recabarren, se lanzaron a organizar a sindicatos, recorriendo todo el país, hasta crear, con sacrificios y esfuerzo, una fuerza que concitó el respeto y la admiración en todo el continente. Hombres como Clotario Blest, que se dedicaron a difundir la idea de la unidad, a pesar de los ataques y las envidias políticas, hasta erigir la Central Única de Trabajadores. Lo que tenían en común estos y muchos otros luchadores es que entendían que el objetivo no consistía simplemente en solicitar o defender pequeñas ventajas concedidas por el capital y el Estado. Se vieron enfrentados, al igual que nosotros, a ese dilema: ¿qué pasará mañana? ¿yo, qué debo hacer?
Para ellos, y para millones de otros hombres y mujeres, decidirse fue simple: eligieron el lado de sus padres, de sus abuelos, de sus hermanos, de sus compañeros. Eligieron ser hombres y mujeres libres.
Nosotros reivindicamos y continuamos esa historia. Pero a diferencia de quienes nos precedieron, hoy tenemos la certeza de que podemos vencer definitivamente. Esta convicción nace de la experiencia que hemos recogido: debemos actuar sistemáticamente, de manera ofensiva, clara, seria y responsable, confiando en nuestras propias fuerzas.
Tenemos que dar pasos concretos.
Hoy la primera tarea es crear la unidad y fuerza de los trabajadores, de todo el pueblo chileno.
EL CAMINO DE LA UNIDAD
¿Qué unidad proponemos?
Proponemos que la solidaridad sea el principio rector de toda la acción de los trabajadores. Los hechos lo demuestran: cada vez que rompemos con el aislamiento, con los intereses particulares y la desidia, hemos vencido, en pequeñas y grandes batallas.
Postulamos que debemos actuar con completa independencia de los intereses de la clase dominante y de quienes le hacen el juego. Tenemos la capacidad y el deber de tomar nuestras propias decisiones, sin tener que escuchar a los políticos o los representantes del capital.
Declaramos que tenemos una infinita confianza en nuestra fuerza. Somos los que sostenemos la patria y debemos dirigir nuestros propios destinos.
Manifestamos que la unidad se proyecta entonces hacia la gran meta de cambiarlo todo y de construir una nueva sociedad en que reine la libertad y la felicidad.
La fuerza que demanda este objetivo debemos construirla ahora.
Lucharemos por crear organizaciones de los trabajadores controladas por la base.
Por promover y formar líderes honestos y comprometidos que se pongan a la cabeza de las luchas.
Por crear organizaciones sindicales combativas y ofensivas en todas las áreas de la vida productiva; por organizar a los trabajadores desocupados.
Por crear lazos firmes con todas las organizaciones populares y luchar en conjunto por nuestras demandas.
Por no darles ni un respiro a quienes se erigen como los dueños de Chile, de ampliar las luchas hasta conformar un gran movimiento de todo el pueblo para cambiar este sistema.
No sólo en nuestro país, en todo el mundo los trabajadores se reúnen este Primero de Mayo para pasar revista a sus contingentes, para sopesar sus posibilidades, para medir al adversario y para imaginar su futuro. Y todos enfrentamos este dilema: “¿yo, qué debo hacer?”
La respuesta es clara y no la debemos ocultar más:
Debemos unirnos,
debemos organizarnos,
debemos luchar,
debemos vencer.
Por el sacrificio de nuestros padres, por el futuro de nuestros hijos.
¡Nunca más solos!