Por una nueva educación ¡a cambiarlo todo!

Los estudiantes vuelven a tomar la iniciativa. Mientras los gobernantes vacacionan y se encierran en sus disputas, los niños y jóvenes asumen la tarea patriótica de cuestionar el rumbo que toma nuestro país. Desde hace tiempo, se va gestando en el pueblo la creación de una nueva política, la formación de nuevos líderes, la concepción de nuevos objetivos nacionales. La lucha de los estudiantes, por su inmediatez e incondicionalidad, significa un fuerte impulso en ese proceso.
La Estrella de la Segunda Independencia Nº26

Los estu­dian­tes vuel­ven a tomar la ini­cia­ti­va. Mientras los gober­nan­tes vaca­cio­nan y se encie­rran en sus dispu­tas, los niños y jóve­nes asu­men la tarea patrió­ti­ca de cues­tio­nar el rum­bo que toma nues­tro país. Desde hace tiem­po, se va ges­tan­do en el pue­blo la crea­ción de una nue­va polí­ti­ca, la for­ma­ción de nue­vos líde­res, la con­cep­ción de nue­vos obje­ti­vos nacio­na­les. La lucha de los estu­dian­tes, por su inme­dia­tez e incon­di­cio­na­li­dad, sig­ni­fi­ca un fuer­te impul­so en ese proceso.

Muchos recuer­dan las jor­na­das del 2006. Pero hay fac­to­res nue­vos. Hoy las movi­li­za­cio­nes están acom­pa­ña­das de una nota­ble agi­ta­ción en las uni­ver­si­da­des, prin­ci­pal­men­te en defen­sa de las uni­ver­si­da­des tra­di­cio­na­les fren­te al vacia­mien­to finan­cie­ro a las que están some­ti­das. Por ese moti­vo, han reci­bi­do el apo­yo de las auto­ri­da­des de esas ins­ti­tu­cio­nes, que deman­dan com­pe­tir en mejo­res con­di­cio­nes con los plan­te­les privados.

dos actitudes

Hay un con­tras­te aquí que es impor­tan­te resal­tar. No es casua­li­dad de que nue­va­men­te los estu­dian­tes más jóve­nes se pon­gan a la cabe­za de las luchas. Ello no se debe a su mejor orga­ni­za­ción: las fede­ra­cio­nes uni­ver­si­ta­rias poseen más recur­sos y posi­bi­li­da­des que las asam­bleas de liceos indi­vi­dua­les. La razón está en la natu­ra­le­za de las deman­das de los secun­da­rios. Necesariamente apun­tan a obje­ti­vos que bene­fi­cia­rán a gene­ra­cio­nes pos­te­rio­res y no per­so­nal­men­te a aque­llos que luchan por ellas. En los plan­tea­mien­tos de la diri­gen­cia de las fede­ra­cio­nes uni­ver­si­ta­rias, en cam­bio, aún se con­ser­va mucho de la vie­ja polí­ti­ca. Priman la acti­tud defen­si­va, la idea de que se pue­den nego­ciar refor­mas y la bús­que­da de solu­cio­nes de cor­to pla­zo. Objetivamente, la exi­gen­cia de esta­ti­zar la edu­ca­ción muni­ci­pa­li­za­da se dife­ren­cia cua­li­ta­ti­va­men­te del recla­mo, legí­ti­mo, de aumen­tar el pre­su­pues­to. En ese sim­ple hecho radi­ca la cla­ri­dad, la uni­ver­sa­li­dad, de las rei­vin­di­ca­cio­nes y la orien­ta­ción prác­ti­ca hacia la uni­dad que expo­nen los secundarios.

Esta dis­tin­ción tie­ne impor­tan­cia si que­re­mos com­pren­der el sen­ti­do de la lucha por la educación.

Se ha hecho cos­tum­bre decir que la edu­ca­ción en Chile “está mal”. Pero eso no es así. Funciona per­fec­ta­men­te bien… para el sis­te­ma. Es un nego­cio gigan­tes­co y en cre­ci­mien­to, que brin­da “intere­san­tes opor­tu­ni­da­des” a sus due­ños ‑gru­pos reli­gio­sos, polí­ti­cos, empre­sa­rios, cor­po­ra­cio­nes extran­je­ras. Sus metas y resul­ta­dos corres­pon­den al país que actual­men­te somos: depen­dien­te, super­ex­plo­ta­do, domi­na­do; en suma, sin futuro.

la educación es un negocio

La edu­ca­ción aquí refle­ja, aca­so más que en cual­quier otra nación, el modo de fun­cio­na­mien­to del capi­ta­lis­mo: en lo inme­dia­to, la bús­que­da cal­cu­la­da y sis­te­má­ti­ca de ganan­cias, el lucro; y efec­tos irra­cio­na­les, anár­qui­cos y catas­tró­fi­cos en el lar­go plazo.

Cuando man­da la ganan­cia, todo lo demás des­apa­re­ce. Por eso, la tota­li­dad de los cole­gios de Chile hoy ope­ran como empre­sas que bus­can sumar “cabe­zas”, alum­nos que asis­tan a cla­ses, a cam­bio de la sub­ven­ción paga­da por el Estado. En eso no hay dife­ren­cia entre los esta­ble­ci­mien­tos muni­ci­pa­li­za­dos y los par­ti­cu­la­res sub­ven­cio­na­dos. Finalmente, una peque­ña por­ción de cole­gios pri­va­dos obtie­ne sus ingre­sos cobran­do direc­ta­men­te a los padres.

En Chile, enton­ces, la edu­ca­ción es un nego­cio. ¿Qué es lo que lo mue­ve? ¿Cómo se “crea el mer­ca­do”? La res­pues­ta es sim­ple: a tra­vés de la últi­ma pro­me­sa que aún pue­de hacer este sis­te­ma… apar­te de la ilu­sión de ganar­se la lote­ría. Se tra­ta de la noción de que edu­cán­do­nos, ase­gu­ran­do la mejor edu­ca­ción a nues­tros hijos, se podrá aspi­rar a algo mejor. Pero en este sis­te­ma, eso sig­ni­fi­ca la capa­ci­dad de pagar las cuen­tas, de obte­ner un empleo… La edu­ca­ción se con­vier­te así en un cálcu­lo de “ren­ta­bi­li­dad per­so­nal”. Antes, lle­gar a la uni­ver­si­dad era un logro; sus “car­to­nes” pare­cían pro­me­ter una situa­ción mejor a sus titu­la­res. Antes, un liceo indus­trial pre­sa­gia­ba la posi­bi­li­dad de encon­trar un tra­ba­jo cali­fi­ca­do. Hoy, todo eso es una eta­pa más en una carre­ra que no pare­ce tener fin. En el pre­sen­te, las fami­lias de muchos uni­ver­si­ta­rios pasan ham­bre y penu­rias, sólo para enfren­tar­se, en el futu­ro, a las deu­das y la cesan­tía del fla­man­te pro­fe­sio­nal. En las maña­nas, muchos jóve­nes se des­lo­man en el tra­ba­jo para poder pagar el pri­vi­le­gio de, por las noches, seguir molién­do­se en un ins­ti­tu­to. Y todo para, des­pués seguir sacri­fi­cán­do­se, pero con una “cali­fi­ca­ción”. El pun­to es que aque­lla gran pro­me­sa, la últi­ma pro­me­sa, no se cum­ple. La “ren­ta­bi­li­dad per­so­nal” es igual a la del capi­tal: no es un efec­to de la “libre com­pe­ten­cia”, sino del saqueo, los mono­po­lios y la explotación.

Curiosamente, en otros paí­ses el capi­ta­lis­mo común­men­te no le ha dado ese papel de nego­cio a la moder­na edu­ca­ción de masas. Le asig­na una fun­ción. Invierte recur­sos, muchos o pocos, según el caso, no para que se refle­jen en el arqueo men­sual o los balan­ces anua­les, como ocu­rre actual­men­te en Chile, sino para obte­ner resul­ta­dos que se veri­fi­ca­rán déca­das des­pués, como el alfa­be­tis­mo, des­tre­zas téc­ni­cas, el domi­nio de idio­mas, etc., todos fac­to­res que con­lle­van al cre­ci­mien­to de las fuer­zas pro­duc­ti­vas. El esta­ble­ci­mien­to de una pro­yec­ción a lar­go pla­zo es, en gene­ral, el sen­ti­do de toda edu­ca­ción. Con la crea­ción del Instituto Nacional en 1813, José Miguel Carrera no bus­ca­ba crear un “esta­ble­ci­mien­to de exce­len­cia”, no que­ría ganar pla­ta, sino “dar a la patria ciu­da­da­nos que la defien­dan, la diri­jan, la hagan flo­re­cer y le den honor.”

la nueva educación

La con­clu­sión es cla­ra. Los paí­ses que desean tener algún futu­ro se pro­po­nen metas uni­ver­sa­les. Los que quie­ren hun­dir­se, pos­tu­lan el enga­ño gene­ra­li­za­do y la ganan­cia de unos pocos a cos­ta de la mayoría.

La pre­gun­ta hoy debe ser, enton­ces, cuá­les son nues­tros obje­ti­vos. Nuestra meta es que la dig­ni­dad, el tra­ba­jo, la crea­ción de nues­tro pue­blo ilu­mi­nen el mun­do ente­ro, que ayu­den a encon­trar el camino para que la huma­ni­dad ente­ra se libe­re de toda opre­sión, de todo oscu­ran­tis­mo, y cada hom­bre, cada mujer, cada niño, pue­da desa­rro­llar ple­na­men­te sus facul­ta­des y ser feliz.

¿Qué edu­ca­ción se requie­re para este objetivo?

Los meca­nis­mos no son nue­vos. Se nece­si­ta de una edu­ca­ción uni­ver­sal, gra­tui­ta, abier­ta a todos. Se nece­si­ta de una edu­ca­ción que pro­mue­va la libe­ra­ción y el desa­rro­llo de la patria. Se nece­si­ta de una edu­ca­ción, una for­ma­ción, que per­mi­ta el des­en­vol­vi­mien­to inte­gral de los intere­ses pro­duc­ti­vos, socia­les, cul­tu­ra­les y espi­ri­tua­les del hombre.

La movi­li­za­ción de los estu­dian­tes es par­te de la nacien­te lucha del pue­blo que ya está hacien­do la tarea mayor de la edu­ca­ción del futu­ro. La edu­ca­ción de la soli­da­ri­dad. La edu­ca­ción de la cons­tan­cia. La edu­ca­ción de la liber­tad. La edu­ca­ción de la valen­tía. La edu­ca­ción de la inte­li­gen­cia. La edu­ca­ción del desin­te­rés. La edu­ca­ción del esfuer­zo. La edu­ca­ción de la belle­za. La edu­ca­ción de la dignidad.

El enun­cia­do es cono­ci­do, sus bases son ele­men­ta­les y sim­ples. Y, hoy, sólo sir­ve para poner de relie­ve lo cadu­co del régi­men, lo corroí­do de este sis­te­ma, que nun­ca podría acce­der a cam­biar la edu­ca­ción de acuer­do al recla­mo que hoy resue­na en las calles. No es capaz ya de refor­mar­se. Moribundo, nin­gún reme­dio lo pue­de sal­var. Lo vie­jo debe morir para que alum­bre lo nue­vo. Hay que cam­biar­lo todo.

Por el sacri­fi­cio de nues­tros padres,

Por el futu­ro de nues­tros hijos.

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