La cara de la barbarie
La prensa habla del shock que sufrió ‑súbitamente y sin motivos aparentes- un país caracterizado como símbolo de la tranquilidad y del bienestar. Pero hay una distorsión en este relato, una inconsistencia que encubre la gravedad de los hechos. Inicialmente se habló de atentados de terroristas islámicos. Después, presentan el casi centenar de muertes como la obra de un demente solitario. El trasfondo es distinto.
Hoy, sobre los cuerpos de las inocentes víctimas de Utøya, se yergue nuevamente la sangrienta faz del fascismo que proyecta su sombra sobre un continente marcado por la crisis del capital.