Votar por el régimen caduco u optar por las demandas populares
Se ha cerrado la inscripción de las listas para las elecciones municipales de octubre próximo. No hay mayores novedades. Bueno, en realidad, sí. Es imposible no advertir el ramillete de beldades que, en otro tiempo, adornarían los calendarios de las vulcanizaciones y que ahora engalanarán la propaganda electoral en las calles y avenidas. Tampoco podemos negar que en las listas de concejales ‑un cargo irrelevante desde cualquier punto de vista- se ven más dirigentes sociales y vecinos conocidos que en ocasiones anteriores. Y, finalmente, es cierto que se presentarán más opciones en la boleta electoral. La Concertación, al igual que en los comicios anteriores, tendrá no una, sino dos listas, para elegir lo mismo, pero incluyendo, esta vez, al Partido Comunista. También se postulan agrupaciones más pequeñas, como el PRI, o partidos extraparlamentarios de diversas tendencias.
opciones
Entonces, ¿sí hay novedades? Las fuerzas políticas que competirán en la contienda, efectivamente, intentan remarcar sus diferencias. La Derecha defiende el actual sistema. La Concertación también lo defiende, pero sostiene que éste debería ser dirigido por ella.
Sin embargo, otros plantean matices: deben realizarse algunas modificaciones, algunas mejoras. Hay posturas que se centran en la crítica a determinados aspectos del orden actual, por ejemplo, las trabas que les impiden ingresar al parlamento o competir con los partidos más grandes. Están presentes quienes proponen una asamblea constituyente que elabore una nueva ley básica.
Lo curioso es que, al final, todos llegan a la misma conclusión: la única forma de realizar cambios, es hacerlo dentro del actual sistema. Si ellos tienen razón, el asunto es fácil. Deberemos contener nuestra ansiedad durante unos breves tres meses, ir a depositar nuestro voto por la opción que más nos acomode y, a continuación, podremos volver a nuestras casas y esperar ‑de preferencia sentados- que los nuevos representantes resuelvan los problemas que debemos enfrentar diariamente.
soluciones
¿Sí? ¿Se impondrá la educación gratuita y de calidad para todos? ¿Se aumentará el salario mínimo de acuerdo a una canasta familiar real? ¿Subirán los sueldos en la misma medida en que crecen las ganancias de los empresarios, se ajustarán a la posibilidades de una vida decorosa para nuestras familias? ¿El problema de la vivienda, de las deudas hipotecarias usureras, se resolverá? ¿La salud dejará de ser un privilegio? ¿Se terminará con el saqueo que realizan los consorcios transnacionales en nuestro país? ¿La corrupción y la indecencia de los gobernantes, dejarán de ser una norma y serán duramente sancionadas? ¿Se acabarán la persecución a los mapuches, los ataques arteros a mujeres y niños? Las necesidades de las regiones, de Aysén, del Norte Grande, de Magallanes, de Arauco, serán consideradas ¿no es cierto? ¿No?
No. La respuesta, lo sabemos, es negativa. La conclusión que ofrecen los partidos políticos es la errada, y no lo es la convicción que alberga nuestro pueblo sobre la necesidad de un cambio real en nuestra patria.
crisis
Los políticos, es claro, ven en este proceso electoral que se inicia la tabla de salvación para su régimen moribundo. Esperan que los sufragios en las urnas mágicamente insuflen nueva vida a su agónico sistema. Esperan que el ejercicio democrático y cívico de votar supere lo que ellos llaman “la crisis de representación”. Pero aquí no hay una crisis de representación. Hay una crisis del régimen político entero.
nuestra elección
Es lo que no entienden quienes se plantean como críticos del sistema, quienes alegan simpatía con las demandas populares. Ellos dicen: “nosotros podremos ‘representar’ vuestros reclamos”. Pero entonces, ¿por qué se alían a los partidos de los empresarios? ¿A favor de qué intereses están? ¿Por qué piden que ‘el pueblo mande’ y se subordinan a los que quieren seguir disponiendo sobre él? ¿Cuál es su programa? ¿O sólo son buenas intenciones? Es decir ¿es simple ingenuidad o un engaño?
La pregunta de fondo es la siguiente: ¿por qué acudir al auxilio de un sistema en bancarrota, en vez de prepararse por darle el golpe de gracia? ¿Por qué privilegiar una apariencia de poder para algunos “representantes”, en vez de construir el poder del pueblo? Y hoy, concretamente, ¿por qué quieren sumarse a quienes quieren hacer pagar a los trabajadores por sus crisis, en vez de cobrarle la cuenta a los causantes de tanta miseria?
Es necesario, entonces, revisar aquellas conclusiones erradas, interesadas, y ver la situación del país y del mundo con más realismo, desde el punto de vista de los trabajadores y no de las ilusiones, de las falsas esperanzas.
De hecho, hay que hacer una elección. Hay que decidirse por las luchas que hoy está dando el pueblo y no por los mecanismos que levantan sus adversarios para dividir, confundir y ganar tiempo. Hay que optar: validar, en la hora nona, al régimen, o abstenerse activamente, levantando las banderas, las demandas, de hoy: por la nacionalización de las riquezas nacionales y las ramas de la economía estratégicas; por la educación gratuita; por sueldos dignos; por la salud; por la vivienda; por los derechos del pueblo mapuche; por la dignidad; por la segunda independencia; por cambiarlo todo.