Traición o independencia
En Nueva York, en un notable edificio en forma de espiral, se exhiben las mayores colecciones de arte moderno. Todas son propiedad de la familia Guggenheim que, aparte del arte, cultivaba el gusto por los caballos de carrera y la filantropía en general. ¿Cuál sería el origen de semejante fortuna? La respuesta hay que buscarla, no en el museo Guggenheim, entre las pinturas de Picasso o Chagall, sino que, bajando varias cuadras por la avenida Madison, en el noveno piso de una torre de oficinas. Tras una vitrina, dos objetos: una barra de cobre de Chuquicamata y antiguo cheque de 1923 por 75 millones de dólares, pagados por la Anaconda Copper Mining Company por dos millones de acciones de la que fuera la más importante mina de Chile.
Así, con una burla irónica, el capital celebra un siglo de explotación y saqueo. Guggenheim Bros., antigua dueña de la Kennecott Corporation, que operaba el yacimiento de El Teniente, hace tiempo ha sido reemplazada por otras multinacionales que mantienen el mismo patrón de robo sostenido por la violencia y la traición.
imperialismo
La importancia del cobre para la industria mundial es evidente. Debido a sus capacidades conductoras, es la materia prima indispensable para la generación, transmisión y distribución de electricidad, y de manera creciente, en dispositivos electrónicos. Es, en todo sentido, un recurso básico. Por eso mismo, el cobre ilustra a la perfección el devenir del capitalismo… en su fase imperialista.
La carrera por el cobre ya había comenzado a inicios del siglo XX en el Congo, entonces adjudicado como “propiedad privada” de Leopoldo II, el rey de Bélgica. Las minas en esa región fueron explotadas por la Union Minière du Haut Katanga. 60 años después, esa misma compañía promovió y financió, bajo la supervisión de la CIA, la secesión de Katanga del Congo independiente y el asesinato de su primer ministro, Patrice Lumumba. Los ingleses, en tanto, explotaban las minas en la zona que comprende actualmente a Zambia y a Zimbabwe, y que ellos llamaron Rhodesia, por Cecil Rhodes, el dueño de la British South Africa Company, concesionaria de su dominio colonial en esa región. Estados Unidos operaba a través de la Cananea Consolidated Copper Company en México, en el estado de Sonora. Cuando, en 1906, los trabajadores se declararon en huelga, una columna de rangers y mercenarios procedente de Arizona invadió territorio mexicano para subyugar a los obreros. 23 murieron y sus líderes fueron apresados por el ejército mexicano, pero la huelga de Cananea fue la primera luz de la revolución que estallaría cuatro años más tarde. Y, en esa misma época, en Chile, la Braden Copper se hizo de El Teniente, ‑posteriormente comprada por la mencionada Kennecott- y, posteriormente, Anaconda, de Chuqui y el El Salvador.
Todas las compañías nombradas conformaron en 1935 el llamado cartel mundial del cobre. Sobre la base de la repartición imperialista del mundo, los capitales aplicaban la división imperialista de la producción, de la comercialización y de los precios.
chile, un país semi-colonial
Ese esquema se mantiene hasta hoy, pero con formas distintas. Ya no hay acuerdos públicos de precios, y el capital financiero alienta la especulación. Y, además, el fin del colonialismo europeo tras la II Guerra Mundial, llevó a muchos países a nacionalizar la explotación de sus recursos naturales. Una decisión lógica, considerando la escala de la producción y su significado estratégico.
Sin embargo, en el mayor productor de cobre, Chile, primó el semi-colonialismo. Las mineras extranjeras efectuaban inversiones mínimas para retirar el máximo beneficio inmediato posible. Durante décadas y décadas, el sueldo de Chile fue un salario mísero para el país, y una renta exorbitante para el capital.
traición a la patria
Cuando la revolución cubana marcó el inicio de una nueva época en el continente, Estados Unidos promovió una estrategia de reformas para frenar el avance popular y resguardar sus intereses. El gobierno DC de Eduardo Frei Montalva fue el alumno más aplicado de Washington. En vez de la nacionalización del cobre, ofreció su “chilenización”. El Estado adquirió a precios leoninos parte de las subsidiarias locales de las mineras y les otorgó generosos beneficios tributarios. A cambio, las empresas debían aumentar la producción y, con ello, los recursos fiscales.
Pero lo único que aumentó fueron los beneficios de las compañías extranjeras. Apremiado por crisis económica y la presión política que se había extendido a su propio partido, Frei propuso a Anaconda la “nacionalización pactada” de Chuquicamata y El Salvador. Cómo se realizó esa negociación queda develado en los documentos recientemente desclasificados por el Departamento de Estado de EE.UU., que, además, confirman las operaciones para impedir el triunfo electoral de Salvador Allende, los planes golpistas para impedir su asunción y la sedición en contra del gobierno de la UP. Pero se ha hablado poco de cómo el propio presidente de Chile conspiraba con Washington para perjudicar a Chile.Al final, el Estado pagaría US$ 175 millones por el 51 por ciento de minera cuyo valor libro total era de US$ 180 millones, mientras Anaconda seguía depredando las vetas de alta ley, no retiraba el ripio y no reponía equipos ni maquinaria. Los convenios previos de “chilenización” le habían garantizado a Anaconda que tributaría sobre una cotización del cobre de 29 centavos de dólar la libra. Cuando se firmó aquel acuerdo, el precio ya estaba en 36 centavos, y durante todo 1969 se había movido en torno a los 60 centavos. Una ganancia adicional para Anaconda, regalada por el Estado chileno. En una reunión con el embajador Edward Korry, Frei reconoció que si se filtraban las cifras que se habían compilado, él “quedaría como un traidor al interés nacional”.
nacionalización ¡ya!
La nacionalización del cobre, decidida por unanimidad por el Congreso Pleno el 11 de Julio de 1971, fue de corta duración. La independencia económica que había presagiado Salvador Allende fue pasajera. La “traición al interés nacional”, en efecto, prevaleció.
¡Y cómo no va a ser traición lo que ocurre! Mientras Codelco languidece, la inversión extranjera neta entre 1975 a 2006 fue de unos US$ 10 mil millones, sus ganancias, sólo en 2006, fue de US$ 20 mil millones. Es decir, en un año recuperaron todo lo invertido en una década, justamente el período en que las multinacionales volvieron a establecer su dominio y desplazaron a Codelco como mayor productor del país. Es éste el balance de la desnacionalización.
La posición de Chile en la extracción de cobre no tiene parangón en el mundo. En 2010 exportó por el equivalente a US$ 39 mil millones, seguido por Perú… con ¡US$ 8,8 mil millones! Pero nada de eso queda aquí. Nada queda en las zonas mineras. Nada queda para el futuro.
La nacionalización de los recursos básicos, y principalmente el cobre, es la gran tarea nacional de hoy. Es urgente e ineludible. Pero debe ser enfrentada con realismo y eficacia. Una medida semejante sólo puede ser cumplida por la clase trabajadora, que debe gobernar el país. La independencia económica debe contemplar todas las industrias estratégicas, la infraestructura, las telecomunicaciones, el comercio exterior y el sector financiero.
El neorreformismo que hoy prima en La Moneda y en el Congreso palidece ante las reformas que se realizaron bajo Frei Montalva. Pero su contenido de clase y sus objetivos coinciden: prometen cambios, afectan a intereses menores, pero protege a rajatabla a los capitales extranjeros, al capital financiero, y al imperialismo. De hecho, su programa tiene como norte impedir la recuperación del cobre.
Por eso, la nacionalización no sirve como consigna que un día se enarbola y, al otro, se desecha por conveniencias políticas. Sosteniendo al actual régimen, apoyando al dominio burgués, el robo, el coloniaje continuará, y las demandas populares de educación, salud, vivienda, seguirán postergadas.