Se dice que, durante la revolución francesa, la reina María Antonieta preguntó: “pero ¿qué es lo que tanto reclama la gente?” Un cortesano respondió: “se quejan de que no hay pan, su majestad”. “¡Bah!”, exclamó la reina, “¿y por qué no comen pastel, entonces?”. Esta pequeña historia no prueba que María Antonieta fuera una tontona, como muchos creen. Muestra cómo la clase dominante, una vez que pierde su capacidad de dirigir la sociedad, entra en una especie de trance en que confunde sus costumbres del pasado, sus apetitos, su corrupción, con una realidad que simplemente les pasa por encima.
Es una lección útil. Chile vive un tiempo de decisiones. La clase dominante no puede seguir gobernando como lo ha hecho hasta ahora. Su régimen político yace derrotado. Pero pretende que sus estertores sean vistos como una muestra de vitalidad y fuerza. Es necesario terminar con el engaño. Hay que acabar con esa agonía que impide dar solución a los problemas del país. La clase trabajadora, el pueblo entero, debe tomar la iniciativa.
el fracaso del gobierno
El gobierno ha firmado públicamente su propio certificado de defunción política. El intento de frenar la crisis con un programa neorreformista ‑es decir, cambios para proteger al régimen y no para satisfacer necesidades sociales- ha terminado en una debacle. Ahora, el nuevo programa es hacer… ¡nada! O aún peor, cree que puede, por decreto, regresar en el tiempo, a la vieja Concertación, la democracia de los acuerdos, “en la medida de lo posible”. Pocas veces el delirio se apodera de manera tan completa del personal político de un país y éste parece ser uno de esos casos.
La causa del fin del neorreformismo sería la situación económica. Pero eso equivale a justificar el fracaso político del “programa” con la excusa de que éste ‑desde un inicio- fue un puro fraude. La verdad es que eso no es tan así. Sus principales promotores, como el ex ministro Alberto Arenas, habían señalado ya ¡en 2012! que un futuro gobierno de la Nueva Mayoría enfrentaría una baja en el crecimiento. Indicaban, correctamente, dos factores fundamentales: el fin del superciclo del cobre y, asociado a ello, la conclusión de grandes proyectos de inversión minera y energética o, al contrario, su cancelación, como Hidroaysén, de Endesa (que, como sabemos ahora, se aseguró a través de su entonces presidente que todos esos adalides de los “derechos sociales” y de la “igualdad” fueran adecuadamente coimeados mientras reflexionaban sobre estos graves asuntos). Pero sigamos. Además, se quejaban entonces amargamente de que la administración Piñera gastaba y gastaba y que, por todo ello, sería necesaria una reforma tributaria que allegara “ingresos permanentes para gastos permanentes” –las “reformas estructurales”- y redujera el déficit fiscal.
En este contexto, no pueden ser los simples vaivenes coyunturales de la economía los que expliquen el suicidio político del neorreformismo. ¿Quizás el “chantaje empresarial”? Difícil. Fueron justamente los grandes grupos económicos locales y los capitales extranjeros los que apadrinaron a la Nueva Mayoría y su programa. Ya vimos que el freno a las inversiones viene de antes, y que obedece a factores globales.
Hay quienes creen que el argumento económico es un mero pretexto para encubrir un “giro conservador”. Sí, pero se olvidan que fueron razones económicas, o sea, mantener las condiciones de dominación que permiten la continuidad de la superexplotación de la clase trabajadora y el saqueo de los recursos naturales, que caracterizan al capitalismo dependiente que rige en Chile, las que motivaron el aparente “giro a la izquierda” inicial del neorreformismo.
No. El problema no es pan o pastel, como creía María Antonieta. La disyuntiva de hoy es si permitimos que los corruptos, los ladrones, los explotadores, profundicen y extiendan su crisis o si el pueblo de Chile emprende el cambio que verdaderamente necesita.
Ha quedado claro que la clase dominante es incapaz de dirigir orgánicamente. Carece de apoyo activo en la sociedad y no tiene “representantes” de sus intereses, sino sólo empleados, suches coimeados, corrompidos, prostituidos, ineptos e irresponsables. El fin del neorreformismo sólo profundizará la crisis y agravará los problemas del país. Esto no puede continuar.
las demandas populares
Es necesario que los trabajadores, que todo el pueblo tome la iniciativa ante la negación de sus derechos y demandas más urgentes: salud, trabajo, vivienda, educación…
Las auténticas necesidades del país han sido ignoradas por reformas que no son reformas. En educación, se les da más dinero a los sostenedores, y a los profesores, nada, o menos de lo que ya tenían con el estatuto docente. Los cambios al código laboral buscan que los empresarios, con un par de dirigentes truchos de ocasión, pacten jornadas laborales abusivas para todos los trabajadores, ¡y a eso llaman “adaptabilidad”!; pretenden que los trabajadores, en caso de conflicto, sean sus propios rompehuelgas, ¡y llaman a eso “fortalecimiento de la organización sindical”! Los hospitales prometidos, quedan para “más adelante”. Los jubilados y sus pensiones de hambre, también, mientras ya anuncian que quieren darle más plata de nuestros salarios a las AFP. Las poblaciones, los problemas de la delincuencia, del transporte público, las alzas de la luz, el agua, ni se tocan.
Nosotros entendemos que esas reivindicaciones desembocan en objetivos mayores. Los hemos señalado: nacionalización de los recursos naturales y de las industrias estratégicas, para que Chile no sea más un país dependiente, para que deje de explotar y comience a producir; educación y salud universales y gratuitas, vivienda dignas para todos, porque debemos formar a nuestros hijos y ayudar a las familias y a los mayores; la sustitución de los actuales institutos castrenses por órganos de defensa creados y dirigidos por el propio pueblo, para que dejen de ser entes aislados y amenazantes, y se conviertan en una auténtica protección de la patria; y se debe terminar con el actual régimen político corrupto para establecer un gobierno de los trabajadores que dirija al país de acuerdo a nuestras necesidades, nuestros intereses, nuestros valores y nuestra moral a obtención de la segunda y definitiva independencia de nuestra América. Esa es nuestra posición.
hacia el paro nacional
Hoy, es la hora de fijar nuestras propias prioridades. La experiencia de la lucha por la educación, de las huelgas en el comercio, en el transporte, en la minería, en múltiples ramas de la producción y los servicios, de las luchas de los pescadores artesanales, del paro de los profesores, de las movilizaciones de los portuarios, demuestran que las peleas aisladas no son suficientes. Pero indican que hay voluntad, urgencia y conciencia de la necesidad de la unidad.
Esa unidad debe expresarse en la acción, debe basarse en las verdaderas demandas populares, no en fines particulares o políticas oportunistas. En el actual contexto, debe hacerse valer la fuerza de los trabajadores, debe escucharse la voz de todo el pueblo, en una gran movilización, en un paro nacional que muestre una efectiva salida a la crisis.
En las actuales condiciones, el paro nacional que movilice al conjunto del pueblo en los lugares de trabajo, en las poblaciones y centros de estudio, constituye la herramienta lógica para construir una auténtica camino para construir una opción para la nación. No es posible crear la unidad con meros discursos, con iniciativas de dirigentes, con buenas intenciones o elucubraciones teóricas. Sí es posible actuar en común, y ganar, levantando las reales demandas del pueblo, demostrando la fuerza de su unidad, mediante la acción concreta de la movilización.
Llamamos a todas las organizaciones sociales y políticas que se identifican con los intereses de los trabajadores a sumarse al trabajo de organizar el paro nacional, a elaborar una plataforma directa y clara de las demandas más urgentes. El proceso de articulación puede y debe comenzar ya, puede y debe entroncarse a iniciativas que ya están en desarrollo, puede y debe impulsar decisiones prontas y unitarias. No hay tiempo que perder. El paro nacional, la movilización popular, son herramientas irresistibles. Digan lo que digan, fueron ellas las que echaron abajo la dictadura de Pinochet, y no los partidos, no los políticos que simplemente fueron los beneficiarios ilegítimos de la lucha y del sacrificio del pueblo.
Ante la crisis nacional, es necesario que usemos todos los instrumentos de lucha; esta vez, para vencer.