¿Por qué "Revolución"?

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Si un perió­di­co se pro­po­ne ser útil de ver­dad, ha de refle­jar el sem­blan­te de los tiem­pos en que nace. No debe ofre­cer una inter­pre­ta­ción del momen­to. No pue­de resig­nar­se a obser­var las aguas revuel­tas. Debe nave­gar. Ha de estar en medio de las gran­des corrien­tes de los pue­blos. Debe aspi­rar a ser par­te de la his­to­ria, a hacer his­to­ria.

¿Cuál son, enton­ces, los ras­gos de nues­tra épo­ca? Nosotros sos­te­ne­mos que vivi­mos en un tiem­po de revoluciones.

El mun­do está hoy en la bús­que­da de una res­pues­ta a la cri­sis gene­ral del capi­tal. Sus hechos eco­nó­mi­cos son cono­ci­dos; y sus cir­cuns­tan­cias polí­ti­cas, deter­mi­nan el acon­te­cer de los paí­ses, de Túnez a Atenas, de Santiago a Nueva York, de Ciudad del Cabo a Shanghai. Sin embar­go, lo que pri­ma es la cri­sis ideo­ló­gi­ca del capi­tal. La impo­si­ción, sin con­tra­pe­so, en la déca­da de los ‘90, de las fuer­zas más seña­la­das del capi­ta­lis­mo con­tem­po­rá­neo ‑el capi­tal finan­cie­ro, el pre­do­mi­nio de Estados Unidos, de las doc­tri­nas del “fin de la his­to­ria”- des­nu­dó, a la vez, la inca­pa­ci­dad de las cla­ses domi­nan­tes para seguir diri­gien­do, de dar orien­ta­ción a las sociedades.

Hoy se sabe que la his­to­ria ha con­ti­nua­do, pero su sen­ti­do pare­ce cada vez más incier­to. Los pos­tu­la­dos libe­ra­les de “demo­cra­cia, dere­chos huma­nos y libre ini­cia­ti­va” yacen man­ci­lla­dos, des­acre­di­ta­dos y cuestionados.

En el tor­be­llino de su cri­sis ideo­ló­gi­ca, el capi­tal mira hacia al pasa­do. Reaparecen, como fan­tas­mas, el fas­cis­mo, el refor­mis­mo, el nacio­na­lis­mo, etc., en infi­ni­ta y fre­né­ti­ca com­bi­na­ción ecléc­ti­ca. Presto a con­ten­tar los espí­ri­tus albo­ro­ta­dos de las lla­ma­das cla­ses medias, el capi­tal evi­ta la mira­da hacia un futu­ro que ame­na­za su existencia.

Los tra­ba­ja­do­res no tene­mos nece­si­dad de esas ilu­sio­nes. Es la úni­ca cla­se ‑pues es la que crea y construye- que tie­ne su espe­ran­za en el deve­nir, en sus hijos y nie­tos. Es la mira­da que requie­re la huma­ni­dad para sobre­vi­vir y pro­yec­tar un desa­rro­llo posible.

Revolución, al sumar­se a las revo­lu­cio­nes que vie­nen, se une a la tarea de defi­nir, de dar­le for­ma y direc­ción a los atis­bos de una nue­va civilización.

Para ello, hace fal­ta cla­ri­dad, ver­dad, un sen­ti­do racio­nal y obje­ti­vo; hace fal­ta refle­jar la viva ebu­lli­ción social, inte­lec­tual y moral de nues­tros pue­blos ame­ri­ca­nos. Defendemos las posi­cio­nes que sus­ten­tan la lucha por la Segunda Independencia, la revo­lu­ción americana.

Seguramente se nos acu­sa­rá de agua­fies­tas por no comul­gar con las últi­mas y noví­si­mas reve­la­cio­nes de la moda ideo­ló­gi­ca, por ser crí­ti­cos y por decir las cosas como son. Pero tam­bién se nos cues­tio­na­rá por un exce­so de opti­mis­mo, de volun­tad y de con­fian­za en el pueblo.

No nos impor­ta. Esos ras­gos nacen del hecho de que Revolución no bus­ca sal­dar vie­jas cuen­tas, sino desa­rro­llar el pro­gra­ma posi­ti­vo de un nue­vo orden. Seguimos a Mariátegui que, en su inmor­tal Amauta, decla­ró: “los que fun­da­mos esta revis­ta no con­ce­bi­mos una cul­tu­ra y un arte agnós­ti­cos. Nos sen­ti­mos una fuer­za beli­ge­ran­te, polé­mi­ca. No le hace­mos nin­gu­na con­ce­sión al cri­te­rio gene­ral­men­te falaz de la tole­ran­cia de las ideas. Para noso­tros hay ideas bue­nas e ideas malas.”

En otras pala­bras, toma­mos par­ti­do. Luchamos por mejo­rar, for­ta­le­cer, por dar­le un per­fil defi­ni­do a la cla­se tra­ba­ja­do­ra de nues­tra épo­ca. Concretamente, que­re­mos que Revolución sea una tri­bu­na más, una escue­la más, en que se ges­ten los nue­vos líde­res de la cla­se tra­ba­ja­do­ra, los hom­bres y muje­res que no quie­ren espe­rar más.