El pueblo toma fuerza

Las elecciones próximas representan el regreso a la vieja trampa del "mal menor". Pero se trata -a pesar del supuesto enfrentamiento entre "fascismo" y "progresismo"- de un episodio fugaz en las luchas del pueblo. Los trabajadores hoy tienen la iniciativa y tienen que prepararse para luchas decisivas.

Las elec­cio­nes pró­xi­mas y los pasa­dos comi­cios par­la­men­ta­rios y de pri­me­ra vuel­ta pre­si­den­cial repre­sen­tan un epi­so­dio pasa­je­ro en el pro­ce­so polí­ti­co y social chileno.

Significa el regre­so a una vie­ja tram­pa, urdi­da en el perío­do de la lla­ma­da tran­si­ción: la elec­ción del mal menor.

Pero se tra­ta sólo de un inci­den­te fugaz en el deve­nir de la lucha de nues­tro pueblo.

La dis­yun­ti­va, que se ha plan­tea­do aho­ra, entre fas­cis­mopro­gre­sis­mo escon­de, bajo tone­la­das de men­ti­ras y el temor autén­ti­co en algu­nos sec­to­res de la ciu­da­da­nía, la ver­da­de­ra con­tra­po­si­ción de nues­tro tiem­po: el poder del pue­blo enfren­ta­do al poder de la burguesía.

Esta segun­da vuel­ta es una pug­na entre dis­tin­tos ban­dos del régi­men polí­ti­co y que tie­ne mucho de apa­ren­te o impos­ta­da. El régi­men pre­ten­de arras­trar a la pobla­ción a la reso­lu­ción de su cri­sis.

Se tra­ta de dos ban­dos que están en ban­ca­rro­ta. La dere­cha se hun­dió polí­ti­ca­men­te duran­te el gobierno de Piñera. Sus par­ti­dos están que­bra­dos. Ahora se aso­cian a un diri­gen­te ubi­ca­do en sus már­ge­nes. La “izquier­da”, con­ver­ti­da en una masa infor­me de pos­tu­la­dos y fac­cio­nes, se pro­po­ne recons­ti­tuir la anti­gua Concertación, polí­ti­ca­men­te hun­di­da des­de hace más tiempo.

Ambos, “izquier­da” y dere­cha, quie­ren vol­ver al pasa­do. Ambos se apres­tan para com­ba­tir al pue­blo. Ambos le temen.

Para insu­flar­se con­fian­za, repi­ten que “octu­bre ya pasó”. Desechan y repu­dian el levan­ta­mien­to popu­lar del 18 de octu­bre y sus consecuencias.

La dere­cha expo­ne abier­ta­men­te su deseo de aca­bar con el levan­ta­mien­to. Lo mani­fes­tó des­de el pri­mer ins­tan­te. El gru­po de Kast se for­ta­le­ció en su pro­pa­gan­da en con­tra de las movi­li­za­cio­nes. Reunió a los sec­to­res más reac­cio­na­rios en torno a su pré­di­ca de represión.

La “izquier­da” del régi­men fue tam­bién obje­to del repu­dio expre­sa­do en el levan­ta­mien­to popu­lar. Éste se diri­gía en con­tra del con­jun­to del régi­men y sus par­ti­dos. A la pri­me­ra, sin embar­go, inten­ta­ron con­gra­ciar­se, a tra­vés de diver­sos meca­nis­mos, con el movi­mien­to o con­ver­tir­se en sus intér­pre­tes. Pero han fra­ca­sa­do en ese empe­ño. Ahora apa­re­cen como trai­do­res de algo que nun­ca defendieron.

El pro­nun­cia­mien­to demo­crá­ti­co del ple­bis­ci­to de 2020 y la ins­ta­la­ción de la con­ven­ción cons­ti­tu­cio­nal, hace ape­nas algu­nos meses, han sido some­ti­dos a la irre­le­van­cia por la acción de esos mis­mos par­ti­dos. Mal podrían algu­nos, aho­ra, recla­mar la repre­sen­ta­ción de las deman­das popu­la­res, aun­que sea sólo de for­ma parcial.

La actual situa­ción demues­tra un giro reac­cio­na­rio en el régi­men. Éste sabe que debe cohe­sio­nar­se para no morir. La pug­na elec­to­ral lo evidencia.

Cualquiera sea el gobierno, debe­rá aten­der como prio­ri­dad a la pre­ser­va­ción de los par­ti­dos del régi­men en el Congreso. Cualquiera sea el gobierno, debe­rá enfren­tar una cri­sis eco­nó­mi­ca agra­va­da por el brus­co des­cen­so de las con­di­cio­nes de vida de los tra­ba­ja­do­res. Cualquiera sea el gobierno, debe­rá hacer­lo en con­so­nan­cia con los intere­ses de los enemi­gos del pue­blo, y no en repre­sen­ta­ción y defen­sa de las deman­das populares.

Y debe­rá hacer­lo con­fron­ta­do al poder que ha cons­trui­do la cla­se tra­ba­ja­do­ra en estos dos años. Por ende, cual­quie­ra sea el gobierno, debe­rá pre­pa­rar­se para una lucha dura y encar­ni­za­da en con­tra del pueblo.

Los tra­ba­ja­do­res saben que esa es la pers­pec­ti­va. Y saben que, tam­bién, deben pre­pa­rar­se para momen­tos difí­ci­les, de luchas gene­ra­les. Lo hacen, eso es cier­to, retra­yén­do­se, con­cen­trán­do­se en la pro­tec­ción de sus fami­lias y su sus­ten­to coti­diano, y defi­nien­do su posi­ción y sus reque­ri­mien­tos políticos.

Entre las orga­ni­za­cio­nes que se recla­man de cla­se y popu­la­res, muchos ven este pro­ce­so, nece­sa­rio, inevi­ta­ble, como el signo de una derro­ta; la con­fir­ma­ción final de que el levan­ta­mien­to popu­lar “ter­mi­nó”. Aceptan la inter­pre­ta­ción de la cla­se domi­nan­te con dema­sia­da facilidad.

Se refle­ja, en esa acti­tud, un vacío polí­ti­co e ideo­ló­gi­co que que­da al des­cu­bier­to. Como res­pues­ta o com­pen­sa­ción por esa defi­cien­cia, con­vo­can a una deno­da­da lucha “en con­tra del fas­cis­mo”, que ven repre­sen­ta­do en Kast, y blan­den la espa­da que lo derri­ba­ría, una vic­to­ria elec­to­ral de Boric.

Eso es enga­ño­so. Sobre todo, por­que hay sufi­cien­tes razo­nes para repu­diar y com­ba­tir al pinochetismo.

Incluso esas razo­nes jus­ti­fi­ca­rían, extre­man­do la idea, un voto por el “mal menor” como una tác­ti­ca. Como hemos dicho, no sería la pri­me­ra vez que ocurre.

Los can­di­da­tos van y vie­nen, pero el pue­blo que­da. Los pre­si­den­tes van y vie­nen, el pue­blo sigue.

No nos opo­ne­mos, por ende, a quie­nes creen que, faci­li­tan­do el ascen­so de esta suer­te de neo-Concertación al gobierno, pue­den fre­nar a la reac­ción más des­em­bo­za­da. Nunca hemos denos­ta­do a quie­nes han opta­do por el “mal menor”. Sabemos bien que, por ejem­plo, en las gran­des movi­li­za­cio­nes de la déca­da pasa­da, y en el mis­mo levan­ta­mien­to popu­lar de 2019, pelea­ron ‑jun­to a miles y miles que no apo­yan, como una posi­ción polí­ti­ca defi­ni­da, a los par­ti­dos del sistema- muchas per­so­nas que vota­ron a Bachelet o Frei o Guillier… o Piñera. ¿O no, acaso?

Tampoco cree­mos, como sos­tie­nen algu­nos, que un voto por la “izquier­da” o en con­tra de Kast, sea una “legi­ti­ma­ción” a un régi­men cadu­co o que, al menos, le dé un cier­to mar­gen de acción. Es lo que ya qui­sie­ran los par­ti­dos del régi­men, por cier­to. Realistamente aspi­ran más a lo segun­do que a lo pri­me­ro. Pero que ten­gan ese afán no sig­ni­fi­ca que logren.

Es nece­sa­rio, para los tra­ba­ja­do­res, más allá de este epi­so­dio pasa­je­ro de las elec­cio­nes, cobrar la máxi­ma cla­ri­dad sobre la situa­ción, adqui­rir la mayor con­cien­cia sobre lo que está en jue­go en el perío­do que se abre.

Despejemos pri­me­ro lo que no es. No se tra­ta de lo que haga o no el pró­xi­mo gobierno que, sabe­mos, será débil y esta­rá con­di­cio­na­do por los par­ti­dos en el Congreso, el ver­da­de­ro cen­tro del mal­ha­da­do y frag­men­ta­do poder polí­ti­co. Tampoco es lo que haría un supues­to fas­cis­mo o un pre­ten­di­do reformismo.

Veamos lo del fas­cis­mo pri­me­ro. Todos enten­de­mos que esa expre­sión, usa­da en el con­tex­to actual y con­cre­to, no sig­ni­fi­ca el empleo pre­ci­so de una cate­go­ría polí­ti­ca. Se refie­re a la expre­sión del pino­che­tis­mo, ya lo decía­mos, más des­em­bo­za­do, más cíni­co, menos maqui­lla­do, de la dere­cha. Pero esa dere­cha recu­rre a esa for­ma, no como un modo de cohe­sio­nar­se, sino como resul­ta­do de su pro­pia debilidad.

Y ese es el pun­to: el, has­ta aho­ra, irre­sis­ti­ble ascen­so de Kast no bus­ca esta­ble­cer un nue­vo régi­men. Sólo quie­re sal­var el exis­ten­te. Y, en eso, se sepa­ra de cual­quier pre­ten­sión fas­cis­ta que, jus­ta­men­te, bus­ca resol­ver la cri­sis del capi­tal median­te la ins­tau­ra­ción de su pro­pio régi­men polí­ti­co, basa­do en los intere­ses de los sec­to­res más con­cen­tra­dos del capi­tal, la movi­li­za­ción de masas, espe­cial­men­te, de las lla­ma­das cla­ses medias, una orien­ta­ción impe­ria­lis­ta y mili­ta­ris­ta, y lucha direc­ta en con­tra de la cla­se tra­ba­ja­do­ra y sus organizaciones.

La otra par­te del régi­men, su ban­do “izquier­dis­ta”, tam­po­co pre­ten­de implan­tar un perío­do refor­mis­ta. Sólo quie­re sal­var al régi­men. No hace fal­ta expli­car que las trans­for­ma­cio­nes pro­me­ti­das ‑y pre­sen­ta­das como “un cam­bio del mode­lo”- se derri­tie­ron como copos de nie­ve ante la cer­ca­nía del verano y des­apa­re­ce­rán por com­ple­to en las coci­nas y las nego­cia­cio­nes, lue­go de la pro­ba­ble vic­to­ria elec­to­ral de Boric.

Para sal­var al régi­men, enton­ces, los apa­ren­tes fas­cis­tas y los sedi­cen­tes refor­mis­tas se nece­si­tan mutua­men­te; y, del mis­mo modo, tie­nen que resu­ci­tar, como sea, a la anti­gua Concertación.

Por eso, noso­tros deci­mos que estas elec­cio­nes son un epi­so­dio pasajero.

Y lo deci­mos, por­que sos­te­ne­mos que la ini­cia­ti­va polí­ti­ca en este tiem­po per­te­ne­ce a la cla­se trabajadora.

Ella sor­tea­rá con faci­li­dad los obs­tácu­los inme­dia­tos. Ha ido des­pe­jan­do, en el pro­ce­so ini­cia­do el 18 de octu­bre de 2019, las ilu­sio­nes y barre­ras ideo­ló­gi­cas impues­tas por el sis­te­ma. La acción de los tra­ba­ja­do­res ya no podrá ser sol­ven­ta­da por otras cla­ses y sus aspi­ra­cio­nes. Deberá dar for­ma aho­ra a su inde­pen­den­cia y, median­te la movi­li­za­ción, a su orga­ni­za­ción como clase.

La cla­se tra­ba­ja­do­ra debe­rá cons­truir su direc­ción revo­lu­cio­na­ria. Nosotros hici­mos ese plan­tea­mien­to, como par­ti­do, a ini­cios del año 2019. Lo fun­da­men­ta­mos en la pers­pec­ti­va de que el pue­blo de Chile se levan­ta­ría en con­tra de este régi­men y en pos de sus demandas.

Esa pers­pec­ti­va ya no está vigen­te: los hechos de octu­bre ya ocu­rrie­ron, sus pre­su­pues­tos inme­dia­tos se trans­for­ma­ron e ini­cia­ron una eta­pa dis­tin­ta. La pers­pec­ti­va que se abre aho­ra es, con la expe­rien­cia de 2019 y de estos dos años de lucha, en con­di­cio­nes insó­li­tas, es el camino revo­lu­cio­na­rio a la toma del poder.

Las orga­ni­za­cio­nes polí­ti­cas popu­la­res debe­rán defi­nir­se, no fren­te a un empla­za­mien­to o a una con­vo­ca­to­ria fra­ter­na nues­tra ‑que la reite­ra­mos, por supuesto- sino fren­te a la reali­dad de las luchas de cla­ses que se abren.

La pers­pec­ti­va del levan­ta­mien­to popu­lar se renue­va hoy con mayor agu­de­za y terri­ble cla­ri­dad. Han que­da­do defi­ni­dos los enemi­gos que debe­re­mos enfren­tar, se han fija­do los lími­tes de este sis­te­ma y se han deli­nea­do qué sec­to­res de la socie­dad se suma­rán al gran movi­mien­to his­tó­ri­co de los trabajadores.

Se ha dis­tin­gui­do, en este sen­ti­do, el com­ba­te heroi­co del pue­blo mapu­che, cuya cau­sa ha sido abra­za­da por el con­jun­to del pue­blo. También en esa lucha se ha rea­li­za­do un pro­ce­so de cla­ri­fi­ca­ción: sin una lucha de todo el pue­blo, en todo el país, la libe­ra­ción esta­rá siem­pre suje­ta a las ten­ta­ti­vas repre­si­vas y esta­rá con­di­cio­na­da por quie­nes bus­can nego­ciar con los enemi­gos del pueblo.

Las tareas inme­dia­tas de los tra­ba­ja­do­res enfren­ta­rán a la gran masa del pue­blo, nece­sa­ria­men­te, con quie­nes sean los pró­xi­mos gober­nan­tes de turno.

El poder de los tra­ba­ja­do­res se expre­sa, para la bur­gue­sía, en sim­ples núme­ros. El régi­men pre­ten­de ter­mi­nar, inme­dia­ta­men­te des­pués de los comi­cios, con un des­em­bol­so men­sual de 3.200 millo­nes de dóla­res, des­ti­na­dos a las fami­lias tra­ba­ja­do­ras, median­te el lla­ma­do IFE. Para el capi­tal, para el régi­men, se tra­ta de sumas des­co­mu­na­les, nun­ca antes vistas.

Y tie­nen razón: jun­to con la recu­pe­ra­ción par­cial de los fon­dos con­tro­la­dos por las AFP, median­te los reti­ros del 10%, esas trans­fe­ren­cias repre­sen­tan la mayor redis­tri­bu­ción de la rique­za en la his­to­ria de Chile, en un perío­do de poco más de un año. Ni siquie­ra duran­te la Unidad Popular pasa­ron tan­tos recur­sos del capi­tal al tra­ba­jo. ¡Ese es el poder de los trabajadores!

Ahora, el régi­men pre­ten­de, con Boric o con Kast, implan­tar un pro­gra­ma de ajus­te, de des­pi­dos, de reduc­ción de los sala­rios, de pobre­za, según los dic­ta­dos de los gran­des capi­ta­les finan­cie­ros. Y, eso, bajo con­di­cio­nes en que no se pue­de pre­ver aún el fin ni el desa­rro­llo inme­dia­to de la pandemia.

Esa es la lucha para la que los tra­ba­ja­do­res, para la que todo el pue­blo debe pre­pa­rar­se ‑y de la que nadie habla en la cam­pa­ña elec­to­ral. ¿Y cómo podrían hacer­lo? El régi­men no sabe ya que camino tomar. 

Es una lucha difí­cil. Es una lucha deci­si­va. O ven­cen los tra­ba­ja­do­res, para defi­nir cómo quie­ren con­du­cir el país, o pre­va­le­ce la bur­gue­sía, para impo­ner un reno­va­do orden de repre­sión y explotación.

Pero el pue­blo enfren­ta­rá esta defi­ni­ción con su poder. Y toma fuerza.