Los estudiantes vuelven a tomar la iniciativa. Mientras los gobernantes vacacionan y se encierran en sus disputas, los niños y jóvenes asumen la tarea patriótica de cuestionar el rumbo que toma nuestro país. Desde hace tiempo, se va gestando en el pueblo la creación de una nueva política, la formación de nuevos líderes, la concepción de nuevos objetivos nacionales. La lucha de los estudiantes, por su inmediatez e incondicionalidad, significa un fuerte impulso en ese proceso.
Muchos recuerdan las jornadas del 2006. Pero hay factores nuevos. Hoy las movilizaciones están acompañadas de una notable agitación en las universidades, principalmente en defensa de las universidades tradicionales frente al vaciamiento financiero a las que están sometidas. Por ese motivo, han recibido el apoyo de las autoridades de esas instituciones, que demandan competir en mejores condiciones con los planteles privados.
dos actitudes
Hay un contraste aquí que es importante resaltar. No es casualidad de que nuevamente los estudiantes más jóvenes se pongan a la cabeza de las luchas. Ello no se debe a su mejor organización: las federaciones universitarias poseen más recursos y posibilidades que las asambleas de liceos individuales. La razón está en la naturaleza de las demandas de los secundarios. Necesariamente apuntan a objetivos que beneficiarán a generaciones posteriores y no personalmente a aquellos que luchan por ellas. En los planteamientos de la dirigencia de las federaciones universitarias, en cambio, aún se conserva mucho de la vieja política. Priman la actitud defensiva, la idea de que se pueden negociar reformas y la búsqueda de soluciones de corto plazo. Objetivamente, la exigencia de estatizar la educación municipalizada se diferencia cualitativamente del reclamo, legítimo, de aumentar el presupuesto. En ese simple hecho radica la claridad, la universalidad, de las reivindicaciones y la orientación práctica hacia la unidad que exponen los secundarios.
Esta distinción tiene importancia si queremos comprender el sentido de la lucha por la educación.
Se ha hecho costumbre decir que la educación en Chile “está mal”. Pero eso no es así. Funciona perfectamente bien… para el sistema. Es un negocio gigantesco y en crecimiento, que brinda “interesantes oportunidades” a sus dueños ‑grupos religiosos, políticos, empresarios, corporaciones extranjeras. Sus metas y resultados corresponden al país que actualmente somos: dependiente, superexplotado, dominado; en suma, sin futuro.
la educación es un negocio
La educación aquí refleja, acaso más que en cualquier otra nación, el modo de funcionamiento del capitalismo: en lo inmediato, la búsqueda calculada y sistemática de ganancias, el lucro; y efectos irracionales, anárquicos y catastróficos en el largo plazo.
Cuando manda la ganancia, todo lo demás desaparece. Por eso, la totalidad de los colegios de Chile hoy operan como empresas que buscan sumar “cabezas”, alumnos que asistan a clases, a cambio de la subvención pagada por el Estado. En eso no hay diferencia entre los establecimientos municipalizados y los particulares subvencionados. Finalmente, una pequeña porción de colegios privados obtiene sus ingresos cobrando directamente a los padres.
En Chile, entonces, la educación es un negocio. ¿Qué es lo que lo mueve? ¿Cómo se “crea el mercado”? La respuesta es simple: a través de la última promesa que aún puede hacer este sistema… aparte de la ilusión de ganarse la lotería. Se trata de la noción de que educándonos, asegurando la mejor educación a nuestros hijos, se podrá aspirar a algo mejor. Pero en este sistema, eso significa la capacidad de pagar las cuentas, de obtener un empleo… La educación se convierte así en un cálculo de “rentabilidad personal”. Antes, llegar a la universidad era un logro; sus “cartones” parecían prometer una situación mejor a sus titulares. Antes, un liceo industrial presagiaba la posibilidad de encontrar un trabajo calificado. Hoy, todo eso es una etapa más en una carrera que no parece tener fin. En el presente, las familias de muchos universitarios pasan hambre y penurias, sólo para enfrentarse, en el futuro, a las deudas y la cesantía del flamante profesional. En las mañanas, muchos jóvenes se desloman en el trabajo para poder pagar el privilegio de, por las noches, seguir moliéndose en un instituto. Y todo para, después seguir sacrificándose, pero con una “calificación”. El punto es que aquella gran promesa, la última promesa, no se cumple. La “rentabilidad personal” es igual a la del capital: no es un efecto de la “libre competencia”, sino del saqueo, los monopolios y la explotación.
Curiosamente, en otros países el capitalismo comúnmente no le ha dado ese papel de negocio a la moderna educación de masas. Le asigna una función. Invierte recursos, muchos o pocos, según el caso, no para que se reflejen en el arqueo mensual o los balances anuales, como ocurre actualmente en Chile, sino para obtener resultados que se verificarán décadas después, como el alfabetismo, destrezas técnicas, el dominio de idiomas, etc., todos factores que conllevan al crecimiento de las fuerzas productivas. El establecimiento de una proyección a largo plazo es, en general, el sentido de toda educación. Con la creación del Instituto Nacional en 1813, José Miguel Carrera no buscaba crear un “establecimiento de excelencia”, no quería ganar plata, sino “dar a la patria ciudadanos que la defiendan, la dirijan, la hagan florecer y le den honor.”
la nueva educación
La conclusión es clara. Los países que desean tener algún futuro se proponen metas universales. Los que quieren hundirse, postulan el engaño generalizado y la ganancia de unos pocos a costa de la mayoría.
La pregunta hoy debe ser, entonces, cuáles son nuestros objetivos. Nuestra meta es que la dignidad, el trabajo, la creación de nuestro pueblo iluminen el mundo entero, que ayuden a encontrar el camino para que la humanidad entera se libere de toda opresión, de todo oscurantismo, y cada hombre, cada mujer, cada niño, pueda desarrollar plenamente sus facultades y ser feliz.
¿Qué educación se requiere para este objetivo?
Los mecanismos no son nuevos. Se necesita de una educación universal, gratuita, abierta a todos. Se necesita de una educación que promueva la liberación y el desarrollo de la patria. Se necesita de una educación, una formación, que permita el desenvolvimiento integral de los intereses productivos, sociales, culturales y espirituales del hombre.
La movilización de los estudiantes es parte de la naciente lucha del pueblo que ya está haciendo la tarea mayor de la educación del futuro. La educación de la solidaridad. La educación de la constancia. La educación de la libertad. La educación de la valentía. La educación de la inteligencia. La educación del desinterés. La educación del esfuerzo. La educación de la belleza. La educación de la dignidad.
El enunciado es conocido, sus bases son elementales y simples. Y, hoy, sólo sirve para poner de relieve lo caduco del régimen, lo corroído de este sistema, que nunca podría acceder a cambiar la educación de acuerdo al reclamo que hoy resuena en las calles. No es capaz ya de reformarse. Moribundo, ningún remedio lo puede salvar. Lo viejo debe morir para que alumbre lo nuevo. Hay que cambiarlo todo.
Por el sacrificio de nuestros padres,
Por el futuro de nuestros hijos.