Las necesarias definiciones políticas
El Día de los Inocentes, el 28 de Diciembre ‑o en otros países, el 1 de Abril- es la fecha en que la gente decide creer, por un rato, todo lo que le dicen. Así, por ejemplo, Messi jugará en la próxima temporada en Colo Colo o los carabineros comenzarán a pagar en las micros.
Ocurre, sin embargo, que aquí los políticos quieren que todos los días sea el de los Inocentes. “Ahora sí que sí”, parece ser su consigna en este 2013 electoral. “Ahora sí vamos hacer lo que antes desechamos, ahora sí vamos cambiar, ahora sí podrán confiar en nosotros.”
El problema es que no es gracioso. Que prometan, pero no cumplan, no es novedad; está en la esencia de los regímenes burgueses. Pero su capacidad para el engaño y la voluntad de dejarse embaucar se han debilitado. Es la crisis que sufre este régimen político. Ya no somos inocentes.
la lucha política de hoy
Estas son las circunstancias que marcan la lucha política que ha comenzado. El régimen extrema las posiciones. Las elecciones de 2013 han de servir como un mecanismo para salvarlo, para dotarlo de un apoyo social y político que ha perdido indefectiblemente.
A diferencia de actos eleccionarios pasados -“ahora sí”- lo importante serían la voz y la opinión de los ciudadanos. En un sorprendente ejercicio de humildad, los candidatos no plantean posiciones, sino que buscan “construirlas” escuchando las demandas sociales. Los candidatos presidenciales, nos dicen, son seleccionados por su popularidad incontestable o por primarias, y no entre “cuatro paredes”, como antaño.
¡Qué desinterés! ¡Qué espíritu cívico! Piden que, como en las bromas del Día de los Inocentes, dejemos de lado el sentido común, que olvidemos sus corruptelas, sus mentiras y, sobre todo, a quienes realmente sirven. Es un llamado de ayuda para salvar un edificio que se derrumba. Uno podría preguntarse, ante tanto protagonismo ciudadano, ¿para qué hacen falta los políticos si, a fin de cuentas, nosotros debemos hacer su trabajo?
La verdad es que ocurre lo contrario. La actual crisis, lejos de debilitar a los partidos del sistema, como se afirma, los ha fortalecido. Hablamos, por supuesto, en términos relativos: efectivamente, son más pequeños, han perdido los vínculos vitales con las demás instituciones políticas y organizaciones sociales, el aparato militar, la Iglesia Católica, las asociaciones gremiales, sindicatos, etc. Las antiguas correas de transmisión hacia la sociedad se han cortado. Los intermediarios entre las políticas de la burguesía y la población han quedado abandonados. Y es ese hecho el que constituye la debilidad general del régimen. Pero dentro de él, el peso de los partidos es mayor, más compacto, más homogéneo. La razón de ello es sencilla. Las formaciones políticas burguesas hacen de su interés particular –las cuotas de poder, es decir, en el gobierno, en el parlamento, en los cargos en el aparato de Estado, en el cobro de coimas, etc.- el propósito general de un régimen que batalla denodadamente en contra de su implosión.
¿quiénes apoyan al régimen?
Es lo que olvidan los que hoy quieren ocupar los puestos vacantes de los intermediarios: los “nuevos rostros”, los que quieren “llevar a los movimientos sociales hacia la institucionalidad”. Sostienen que hay una brecha en que, bajo su guía, se puede colar una renovación política y social. En los hechos, sin embargo, se subordinan al núcleo político del régimen, le sirven en su cansado objetivo de conservar con vida al régimen.
Hay que decirlo: en el mejor de los casos, son inocentes. En el peor, nos toman a nosotros por tales. Por ejemplo, los que piden el voto en “contra del duopolio” y “por el pueblo” critican, como deben, a la Alianza y la Concertación. Bien. Pero ¿por qué hacen caso omiso de que ellos deben definirse también, a más tardar en una eventual segunda vuelta electoral? ¿No llamarán entonces “a frenar al Derecha”? El efecto final de su acción es lo mismo que dicen rechazar en su punto de partida: fortalecen al régimen, le insuflan legitimidad, alientan su “inocentada”. No se puede operar simultáneamente “dentro y fuera” del régimen. No se puede estar, al mismo tiempo, con el pueblo y contra él.
Hay que reflexionar sobre ese punto. Es el problema de las definiciones. No son fáciles de adoptar, pues acarrean consecuencias.
hay que definirse
Nosotros hemos tomado una definición que conlleva todo tipo de consecuencias. Nos hemos definido como inflexiblemente clasistas. Nos hemos definido como revolucionarios. No pactamos con la clase dominante nunca. No buscamos sino un cambio real.
El régimen político existente carece de fuerzas para mantenerse. Debe ser derribado. De lo contrario, los mismos que hoy pugnan por su supervivencia con frases democráticas, no dudarán, cuando sea necesario, en dar paso a un régimen especial, de excepción, cuyo objetivo único sea suprimir la organización popular.
Esa es la definición que exige este momento. Concretamente, esto significa hoy negarle la confianza a quienes quieren mantener al régimen en funciones. Hay que tener confianza en el pueblo, no en los ladrones. Es un imperativo moral, pero también político. Si consideramos la experiencia de la campaña por la abstención activa, por la lucha por las demandas, en la pasada elección municipal, es lógico que cualquier lucha política debe apuntar a las grandes mayorías que se opusieron a los políticos del régimen. El rechazo concreto al acto electoral no es suficiente, pero es imperativo denunciar y actuar en contra de este auténtico cartel político que pretende mantener este sistema de corrupción, de robo, de saqueo, de desvergüenza, de ignorancia, de opresión. Hay que definirse.
una lucha urgente
Hay trabajar ya en crear mancomunión entre todas las organizaciones y fuerzas que comparten la idea de que a estos corruptos no hay que darles ni un solo voto, ni el más mínimo apoyo, ni un minuto más que prolongue artificialmente los reflejos de este cadáver que ya apesta. Es necesario levantar ya el trabajo para difundir, explicar y ganar, para golpear al régimen, con las luchas por las demandas, con los métodos del poder popular, con la abstención activa en las elecciones. Es necesario basarnos en nuestras propias fuerzas, en nuestra propia experiencia, como las luchas de Freirina, Magallanes, Aysén, de los estudiantes, de los portuarios. Y de tantos más que se aprestan para entrar en la escena de una lucha social y política que remecerá este país.
Nosotros levantamos un programa de acciones concretas: establecer un gobierno de los trabajadores; nacionalizar las industrias estratégicas del país, sus recursos naturales y al sector financiero; asegurar educación, salud y vivienda de carácter gratuito, igualitario y universal; hay que sustituir el aparato armado del Estado por un auténtico ejército del pueblo; y debemos poner a Chile a la cabeza de las grandes transformaciones que demanda esta época, la Segunda Independencia de nuestra América.
Nuestra definición es clara, es con la clase trabajadora, es con el pueblo, en contra del capital. Y asumimos sus consecuencias sin inocencia alguna.