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La historia invisible

El pro­ce­so de Ucrania refle­ja, en la leja­nía, las con­tra­dic­cio­nes pró­xi­mas de nues­tro tiem­po: los esfuer­zos deses­pe­ra­dos del capi­ta­lis­mo por sal­var sus regí­me­nes, las maqui­na­cio­nes del impe­ria­lis­mo, las varian­tes para fre­nar la lucha de cla­ses, lo san­gui­na­rio de los ins­tru­men­tos que emplea para ese fin; pero nos mues­tra, al fin, la ten­den­cia política-histórica que debe­mos cono­cer y domi­nar: el camino del poder popular.

Unidad: es la hora de luchar

Lo pri­me­ro es que la uni­dad no es el acuer­do entre las cúpu­las polí­ti­cas, sino la uni­dad para cam­biar­lo todo. Debe par­tir de las deman­das reales, con­cre­tas, más urgen­tes, de los tra­ba­ja­do­res, de todo el pue­blo, no de ilu­sio­nes y noví­si­mas modas ideo­ló­gi­cas. Es decir, sólo pue­de cons­truir­se en la lucha.

Frente al imperialismo: confianza en el pueblo

El impe­ria­lis­mo movi­li­za sus recur­sos con la expec­ta­ti­va de fre­nar un ascen­so de las luchas popu­la­res. No pue­de, por ejem­plo, en Venezuela, actuar a su anto­jo. Pero cal­cu­la que pue­de ais­lar a su diri­gen­cia, que pue­de escu­dar­se en las garan­tías demo­crá­ti­cas para actuar en con­tra de la mayo­ría, que pue­de ate­mo­ri­zar y limi­tar el apo­yo inter­na­cio­nal y, sobre todo, que pue­de des­mo­ra­li­zar al pue­blo, afli­gi­do por las preo­cu­pa­cio­nes coti­dia­nas, la ausen­cia de avan­ces socia­les y la inac­ción. Sin embar­go, las con­di­cio­nes son distintas.

Un fallo colonial

Nuestra posi­ción es con­tra­ria a la cesión de terri­to­rios de nin­gu­na espe­cie, bajo nin­gún títu­lo. Los cam­bios de lími­tes orques­ta­dos por impe­ria­lis­mo y las bur­gue­sías loca­les per­si­guen fines con­tra­rios a los tra­ba­ja­do­res. El ame­ri­ca­nis­mo hoy sólo se pue­de enten­der como la cau­sa de los tra­ba­ja­do­res. Es nece­sa­rio, como pri­mer paso, un gobierno de los tra­ba­ja­do­res y la nacio­na­li­za­ción de las indus­trias estra­té­gi­cas. Es nece­sa­rio con­quis­tar la sobe­ra­nía ver­da­de­ra, que enfren­te al impe­ria­lis­mo y que nace de la libe­ra­ción de los hom­bres y muje­res tra­ba­ja­do­res de car­ne y hueso.

Carta a un columnista muy importante

Esta lucha es sólo un comien­zo. Los pro­ble­mas que noso­tros denun­cia­mos sólo se pue­den resol­ver, en defi­ni­ti­va, con la nacio­na­li­za­ción de los puer­tos y de las empre­sas que con­tro­lan el comer­cio exte­rior. Y eso, a su vez, es sólo una par­te de los obje­ti­vos a los que apun­ta la lucha de cla­ses hoy. Al final, se tra­ta de deter­mi­nar quié­nes son, como usted dice, los real­men­te “impor­tan­tes” en nues­tra sociedad.