La nueva época histórica y las tareas de los trabajadores (I)
Ha pasado poco más de medio año del fabuloso derrumbe de las bolsas, de la conversión de valiosos títulos en simple papel y del reconocimiento de una profunda recesión. Los antecedentes objetivos muestran la conjunción de un extraordinario debilitamiento de las principales economías capitalistas. Estas caídas se han producido con regularidad en el pasado. La actual crisis, no obstante, es más amplia en su alcance, más profunda en sus efectos y más variada en sus significados. Los economistas buscan explicaciones para el especial impacto de la recesión mundial. Comparan la actual situación, aunque sea como un espectro a espantar, con la Gran Depresión, que duró entre 1929 – 1939.
gran depresión
El paralelo es interesante, pero por motivos distintos a los imaginados por sus autores. Tal como en el derrumbe de las bolsas de 1929, la crisis económica fue precedida del estallido de una burbuja financiera causada, para más coincidencia, por el constante aumento especulativo de los precios inmobiliarios. También entonces, el fin del auge llevó a un desquiciamiento del sistema financiero, con la quiebra de corredoras y bancos, y un cierre temporal del crédito privado. Pero los estudiosos actuales no consideran otros factores. Los diez años de la Gran Depresión marcaron el ascenso de fascismo en Europa y la preparación de la guerra imperialista. Produjeron una honda transformación del aparato de Estado burgués en prácticamente todos los países del mundo. Destruyó definitivamente imperios superados por la historia, como el británico o el francés. Sobre la sangre de los campos de batalla, se erigió, al fin, “la recuperación” capitalista, el inicio del último gran ciclo de expansión capitalista.
Obraríamos como aquellos confusos economistas si creyéramos que la crisis actual es meramente económica. El aspecto económico coyuntural de la situación no reviste de ningún misterio: al costo de infinidades de existencias, del sudor y de las vidas de millones, el capital reanudará su carrera por la ganancia, como la ha hecho desde que se impuso como el modo de producción dominante en el mundo en el siglo xix.
crisis histórica
El carácter de la crisis no es coyuntural; es histórico. Afecta del mismo modo a la economía, como a la política y a las sociedades en su conjunto. La crisis marca, define, clarifica, deja en evidencia, una crisis del capitalismo.
Desde inicios de la década de los setenta, se ha producido un deterioro progresivo de la tasa de ganancia capitalista. Como es propio a la fase imperialista del capital, sus protagonistas han intentado compensar ese sino mediante la extensión geográfica de su sistema de explotación y del aumento de la intensidad de la explotación. Así, la época de oro del capital en el siglo xx sobrevino después de la Gran Depresión y del remedio empleado por el imperialismo para superarla… la Gran Guerra. A este “florecimiento” pertenece el surgimiento industrial de Japón y Alemania y la afirmación de Estados Unidos como potencia dominante en el mundo. Lleva el capital, sin embargo, ya casi tres décadas del fin de su época de oro. Son tres décadas de decadencia, apenas encubiertas por sucesivos espasmos de expansión: la incorporación definitiva del bloque soviético al mercado capitalista después de su derrumbe político y la apertura de China como nuevo “oriente salvaje” de la acumulación de riquezas. Paralelamente, en todo el mundo, la explotación ha aumentado. En los países ricos, mediante la reducción real de los salarios de los trabajadores, y en los países pobres, por medio del renacimiento de formas bárbaras de trabajo. El tercer factor que ha prolongado artificialmente la vida del capitalismo es, nuevamente en concordancia con su fase imperialista de desarrollo, la preeminencia del capital financiero. Lo que nos lleva, nuevamente, a la crisis actual.
salidas
Nuevamente, ¿esta crisis del capitalismo es económica, o financiera? No. Lo que importa hoy es una realineación a gran escala de las fuerzas mundiales. De lo que se trata hoy es defender al sistema en su conjunto. El capitalismo no se derrumba solo, impulsado por sus propias tendencias destructivas. Éstas crean las condiciones para ser derribado por la posibilidad objetiva de la revolución.
La crisis actual marca el inicio de una nueva época histórica. Los capitalistas tienen eso muy claro. Pretenden ocultar este hecho cardinal frente a la sociedad. Esperan poder movilizar todos sus recursos y fuerzas para salvarse. Sin embargo, la misma ampliación del mundo que ha operado en las décadas pasadas limita esas posibilidades.
La restauración capitalista choca con un obstáculo monumental. La pretendida crisis de la economía es hoy una crisis de la sociedad, un dilema moral. Ha quedado descubierto la verdadera faz del sistema y la incapacidad de los responsables de dirigirlo para controlar las consecuencias de la crisis.
En cada nueva época, se abre una renovada búsqueda de opciones, de caminos y posibilidades. En estos días, los poderosos son prolíficos en imaginar múltiples salidas.
Los trabajadores, en cambio, sólo tenemos una.