Pasar de la lucha por las demandas comunes a la construcción de un movimiento de unidad popular
Vivimos días de protesta social y movilización. Debemos retroceder más de dos décadas para encontrar un precedente similar. Ocurre frente a nuestros ojos, pero si atendemos a las opiniones más difundidas, sería sumamente difícil discernir cuáles son los orígenes y el significado de esta situación. Algunos dicen todo esto es expresión de un “malestar” en la sociedad. ¿Ah, sí? ¿Y cuándo, exactamente, vivimos el “bienestar”? Otros intentan ser más concretos y se refieren específicamente al movimiento de los estudiantes secundarios y universitarios. Con aire de conocedores hablan del “agotamiento natural” que sufre toda movilización de masas, de la “propuesta” del gobierno y cómo todo, al cabo de un tiempo y Dios mediante, todo volverá a su cauce normal…
No hay que confundirse. Las actuales luchas han abierto un camino que ya no podrá desandarse. No es que falten quienes quieran intentar desviar, engañar y frenar. Pero la tendencia ya está marcada. En todas partes, se multiplica la unificación de las luchas que antes se libraban de manera separada, aislada y local. Es la conjunción de las demandas por la educación, por la vivienda, salud, trabajo, es el momento del reclamo de la dignidad. Es la consecuencia lógica de la experiencia que estamos realizando los chilenos. Esa potencia recién comienza a desplegarse y, no obstante, demuestra su fuerza.
la tendencia hacia la unidad
¿Qué hace falta para convertir esta tendencia en una realidad material? Se requiere cimentar la unidad. Se necesita crear una gran fuerza popular. Pese a que el camino en esa dirección está claramente señalado, muchos se obstinan en utilizar métodos obsoletos. Creen que esa meta se puede lograr por secretaría, con ardientes llamamientos y discursos. Otros estiman que están frente a “una oportunidad que no se puede dejar pasar”… para reforzar sus intereses particulares. Con algo de suerte, estiman, ‘la unidad’ será su fórmula política ganadora que los impulsará a cargos y al poder.
No lo es. La única manera de construir la unidad es con trabajo. Organizando en la población, creando sindicatos, enfrentándose a los poderosos, formando la conciencia, educándonos, fortaleciéndonos. Todos los días. Sin descanso. Son miles y miles que se han echado a andar. No será posible manipular o instrumentalizar ese impulso.
un gran movimiento del pueblo
La unidad del pueblo debe desembocar en una forma concreta que permita aunar todas las demandas, todas las luchas, en una base común con auténtica proyección nacional. Porque la tarea de este movimiento amplio de unidad popular es rescatar a la patria de las manos de un régimen caduco y aportar las bases sobre las que descansará una nueva sociedad.
Es decir, la tendencia asumida conscientemente, convertida en propósito, es construir un movimiento de carácter social y político. No podemos insistir simplemente de exponer las exigencias populares a un gobierno. Menos al actual, que ha demostrado ser sordo, ciego…, y bastante hablador cuando se trata de vender “cuentos”.
La verdad es que el problema no está en un gobierno en particular. Lo que está podrido es el régimen político entero. Y en contra de él no sirven las acciones parciales. Se le debe oponer la fuerza de todo un pueblo.
Para que esa fuerza pueda desplegarse debe definir claramente su independencia de clase. Los trabajadores, es decir, la inmensa, aplastante, mayoría de la nación deben imponer visión, sus intereses, y esta vez sin concesiones a los políticos, sin concesiones a otras clases.
Debe ser amplio, no debe permitir exclusiones o sectarismos de ninguna especie… Todos los que luchan por un futuro mejor han de encontrar un lugar desde el que puedan aportar a la causa común, la causa de todos.
El movimiento debe ser impulsar nuevos líderes populares. Debe ser origen y el sustento, de dirigentes honestos, cuyo único compromiso sea con el pueblo.
Y sobre todo, el movimiento del pueblo requiere de organización. No de cúpulas. No de mesas de dirigentes que aseguran que manejan “masas”. Necesitamos organización en la base. En cada población, con la unión de los vecinos que enfrentan juntos los problemas; En cada liceo, en cada universidad. En cada lugar de trabajo, en torno a sindicatos fuertes, sin miedo, determinados a luchar ¡nunca más solos! Que vencen el temor a las represalias, a los despidos. Se necesita de organizaciones que no teman conducir, que confían en sus propias fuerzas.
la confianza en el pueblo
Lo que se necesita es confianza. Confianza en el pueblo: esa la base la conducción revolucionaria. Porque un pueblo que se ha unido no se detendrá hasta cambiarlo todo. El núcleo de nuestro programa no es un manual preconcebido, un esquema ideal. Es simple: un nuevo orden en que el hombre sea la medida, el centro, del desarrollo de la sociedad. Esto significa abolir las condiciones que lo denigran, lo sojuzgan, lo explotan, que limitan sus posibilidades. El instrumento para construir esa sociedad es el poder popular – traducido en palabras de Abraham Lincoln, un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo- que definirá su destino. El objetivo del movimiento amplio de unidad del pueblo, que propugnamos, entonces, crea los fundamentos para esa nueva sociedad e identifica los obstáculos a remover, las trabas impuestas por una minúscula clase que se aferra a su poder.
Este es el compromiso de nuestro partido. Esta es nuestra línea. Por esto luchamos.
Hay quienes objetan. Dicen que “un partido no puede hacer la unidad”. Nuestra organización no postula “hacer la unidad”. Nuestro partido aspira a conducir. Es algo distinto. No lo ocultamos. Lo declaramos abiertamente. Estamos dispuestos. Estamos preparados para asumir esa responsabilidad. Y preguntamos a quienes impugnan nuestra decisión: y ustedes ¿no lo están? ¿Ustedes no son revolucionarios? ¿No confían en el pueblo? ¿Ustedes no se guían por el deber? ¿O acaso vuestros objetivos están confinados a los límites aceptados por este sistema? ¿No será que no conciben otra forma de actuar que la impuesta por la clase dominante? No atacamos, no denunciamos. Preguntamos. Se deben clarificar las posiciones.
La nuestra está definida y es irreversible. Vamos adelante con un pueblo que emprende el camino.
Es la hora del pueblo, es la hora de actuar resueltamente. No hay que hacer caso a quienes obstaculizan. Es más importante reconocer nuestra propia fuerza y emplearla para los cambios que la patria reclama. Somos el porvenir y la historia. Somos la fuerza que va a cambiarlo todo. Somos los que luchamos por un futuro mejor para nuestros hijos. Somos quienes dejaremos un legado a la altura de nuestros antepasados. Somos el pueblo.
Y vamos adelante “porque esta gran humanidad ha dicho ‘¡Basta!’ y ha echado a andar. Y su marcha, de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia”.
¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores! ¡Viva Chile!
Partido de los Trabajadores
Julio 2011