2012: La necesidad del poder
Según algunos, en 2012 se acaba el mundo. Se cita un oscuro calendario maya para refrendar la tesis. Esta particular profecía apenas sirve como trivial tema de conversación. Lo que sí es verdad es que un determinado mundo efectivamente está llegando a su fin. Para reconocerlo, no se requiere de oráculos o signos misteriosos. Basta la realidad.
la lucha en grecia
Hoy arden las calles en Atenas y en las principales ciudades de Grecia. Las llamas son atizadas por un pueblo que ya ha dejado de lado las antiguas promesas y los nuevos engaños. Ya ha abandonado las ilusiones. Mientras, cercados en el edificio del parlamento, el gobierno designado por potencias externas, los políticos, cumplían con el “diktat” alemán, con las imposiciones del capital: el vil remate de la soberanía, de los recursos nacionales, y
el saqueo a los salarios de los trabajadores, la abrogación de sus derechos y conquistas y, sí, la anulación de facto de los democráticos. Pero aquellas famosas “fuerzas vivas” de la sociedad, que pretenden justificar su crimen con la invocación de una apocalipsis económica, en realidad firmaron su propio certificado de defunción. Nada vivo provendrá ya de esa gente.
una nueva época
Hace apenas un año, en estas mismas fechas, éramos testigos del levantamiento en Túnez y partícipes de las movilizaciones populares en Magallanes. Notables en sí mismos, estos hechos sólo eran parte de una tendencia más amplia. En Chile, de Punta Arenas, se pasó al movimiento nacional por la educación. Y la revuelta en el norte de África se extendió de ciudad en ciudad, país en país. En una región que ‑se decía- estaba marcada por el inmovilismo, el embrutecimiento sectario, la corrupción y el dominio imperialista, se impuso en las calles un principio diferente: la iniciativa de los pueblos.
el fin de las supersticiones
En pocos meses, ese principio modificó el esquema geopolítico de la región. No cayeron todos los gobernantes, pero se quebraron permanentemente las bases de los regímenes internos de esas naciones. Los efectos no terminan ahí. La iniciativa popular borró, de un plumazo, el sustento de la llamada “guerra en contra del terrorismo” promovida por Estados Unidos. Y transmitió un espíritu, un ánimo, de El Cairo a Madrid, de Trípoli a Tel Aviv, de Saná a Nueva York.
Y más asombroso aún, la iniciativa demostrada en la acción directa –simbólica y real– de los pueblos, afectó también al mundo de la teoría. De golpe, dejó en silencio a los “pensadores” de la “guerra de las culturas”, a los ensalzadores de la “civilización occidental”, amenazada por múltiples y variados peligros.
Y a la izquierda, ¿qué pasó con los Toni Negri, con las Marta Harnecker, con los “neo-marxistas”? O sea ¿qué dicen ahora los que, en distintas formas, señalaban la “superación” de las clases, del pueblo como factores políticos, y que predicaban la “acción local”, lo “post-material”, los “presupuestos participativos”, la “micropolítica”? Quizás estén adecuando, adaptando y remozando sus planteamientos. Hay una paradoja en todo esto. En la superficie, los “indignados” europeos, los “ocupantes de Wall Street”, por ejemplo, pueden asemejarse a las “multitudes” pregonadas por algunos de aquellos autores. Pero las mujeres y hombres reales que se manifiestan, expresan otro reclamo, otra búsqueda: no el retraimiento de los pequeños grupos, sino la masividad de la mayoría; no la “diversidad” complaciente, sino la fuerza de la unidad.
enfrentar la realidad
No será fácil para la “micropolítica”. Ahora estamos en la época de la “macropolítica”. Sí. La característica principal de estos tiempos radica en el reconocimiento práctico de que los pueblos se enfrentan, no a sus desdichas particulares, sino a la crisis de un sistema mundial. Esta constatación no sólo clausura los desvíos de la filosofía y la teoría. También termina con la quimera política de las reformas, de los cambios parciales, de aquellos pequeños parches, aplicados aquí y allá, que podrían permitir la subsistencia del capital.
El fin de la ilusiones lleva al hombre a enfrentar su realidad. Lo lleva a reconocer que solo no puede resolver sus problemas, sino que debe hacerlo como clase, como pueblo, como humanidad.
las tareas del 2012
En Chile, y en el resto del mundo, significa que los trabajadores, los pobladores, los jóvenes, debemos prepararnos para tomar las riendas de nuestros asuntos. Significa que ya no debemos otorgar confianza en quienes quieren erigirse en representantes del pueblo. Debemos, en cambio, aprender a confiar en nuestras propias fuerzas. No siempre será fácil. Requerirá de un trabajo monumental, de construir la unidad de todo el pueblo y abrir nuestro camino. Pero no hay otra alternativa. No habrá líderes benévolos, ni planes fantásticos, ni grandes o pequeñas reformas que mejoren nuestra situación. Ese mundo de las ilusiones vanas agoniza.
En el nuevo mundo que nace, sólo vale nuestro esfuerzo. Y una orientación clara y fundamental: el poder.
El poder de los pobladores, para que ninguna decisión se tome sin ellos.
El poder de los trabajadores, para organizar en cada comuna una fuerza para defender sus derechos.
El poder de los jóvenes, para crear una nueva educación y un destino revolucionario.
Por eso, para enfrentar la realidad, para prepararnos, para hacernos responsables de nuestro destino, para luchar, llamamos a sumarse al Movimiento Territorial de Pobladores, al Frente Unidad y Fuerza Trabajadores, a la Juventud Revolucionaria, al Frente de Estudiantes Ernesto Guevara. Llamamos a organizarse para crear poder del pueblo. Lo necesitamos: poder para cambiarlo todo.
En estos asuntos las supersticiones no sirven. Hay que ser claros: hoy vemos el fin de un viejo orden. Hay que apurar su muerte y poner manos a la obra para el alumbramiento de un mundo nuevo.