Por el sacrificio de nuestros padres, por el futuro de nuestros hijos
Es el momento de que nosotros como pueblo, como hombres y mujeres trabajadores, asumamos nuestro papel de dirigir.
Es el momento de que nosotros como pueblo, como hombres y mujeres trabajadores, asumamos nuestro papel de dirigir.
Pero Fidel es sólo un hombre. Su grandeza no puede ser medida por la confianza que muchos depositaron en él. Su rasgo auténticamente excepcional es que su acción estuvo siempre guiada por una confianza infinita en el pueblo y sus capacidades.
En medio de este paro, se forman y destacan los nuevos dirigentes, auténticos, honestos, que cumplen con los mandatos de sus bases. En medio de este paro, se crean y consolidan las nuevas y antiguas organizaciones, verdaderamente representativas y útiles. Y en medio de este paro, se forja la unidad de millones.
Nuestra elección es clara. 4 de noviembre, paro nacional. Y el método ya está definido: golpearlos a ellos, duro y parejo, hasta que se vayan todos.
¿Qué significa este movimiento? La definición última está en su acción y en sus métodos: ir de lo simple a lo complejo, la movilización, la unidad, la independencia de clase y, en este momento, la aplicación de la forma de la lucha más idónea: el paro nacional.
El poderoso levantamiento de la X Región, las grandes jornadas en las barricadas en las rutas y carreteras, y en las calles de sus ciudades, son ya una demostración de fuerza de nuestra clase, son un salto de 30 o 40 años, realizado en pocos días. Es una victoria que el sur de Chile ofrenda a nuestro pueblo, en forma de experiencia, de ejemplo y aliento en el comienzo del camino.
Nosotros decimos: ¡adelante con la movilización! La lucha efectiva vale más que una convocatoria ambigua o una dirigencia sin orientación.
La lucha de clases obliga a tomar la iniciativa, a actuar de acuerdo a la realidad, y no de ilusiones ajenas y, sobre todo, exige elegir de qué lado se va estar en este conflicto.
La disyuntiva de hoy es si permitimos que los corruptos, los ladrones, los explotadores, profundicen y extiendan su crisis o si el pueblo de Chile emprende el cambio que verdaderamente necesita.
En el actual contexto, debe hacerse valer la fuerza de los trabajadores, debe escucharse la voz de todo el pueblo, en una gran movilización, en un paro nacional que muestre una efectiva salida a la crisis.
El pueblo, la patria, debe estar primero. Chile está primero. Si se siguiera ese principio, los destinatarios de aquel reclamo democrático popular tomarían la iniciativa y abandonarían la escena de manera voluntaria. En efecto, no es el grito de “que se vayan todos” el violento; ofrece, al contrario, la posibilidad de una salida ordenada. Lo violento es que los que deben irse se aferren desesperadamente al dominio del país.
Que se vayan todos, es el requisito para asegurar educación, salud y vivienda de carácter gratuito, igualitario y universal para todos los chilenos; para nacionalizar las industrias estratégicas del país, sus recursos naturales y al sector financiero; para sustituir el aparato armado del Estado por un auténtico ejército del pueblo; en suma, para que el putrefacto régimen de los corruptos de paso a un gobierno de los trabajadores, de la clase que, día a día, echa a andar a nuestro país, y que lo ponga a la vanguardia de la Segunda Independencia de nuestra América.