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1º de Mayo: la hora de los trabajadores

Ellos ya no pue­den seguir como antes. Y es la hora que decla­re­mos que noso­tros no que­re­mos seguir como has­ta aho­ra. Para los tra­ba­ja­do­res, para esta con­di­ción uni­ver­sal, moral, huma­na, viva y crea­do­ra, lle­ga el momen­to de actuar.
La uni­dad debe plas­mar­se en un amplio movi­mien­to que abar­que a todo el pue­blo y que refle­je la ini­cia­ti­va his­tó­ri­ca que hoy le com­pe­te a la cla­se tra­ba­ja­do­ra. Y que plan­tee una opción de de los tra­ba­ja­do­res para con­du­cir el país.

Acto Popular 25 de Febrero Concepción

A dos años del terre­mo­to… A luchar, con el ejem­plo de Aysén, por la vivien­da, el tra­ba­jo, la edu­ca­ción, la salud, la jus­ti­cia, y el

Lo que falta... y lo que sobra

Muchos creen que el des­per­tar de Aysén es una expre­sión de los pro­ble­mas espe­cí­fi­cos de la región. Que es una rebe­lión en con­tra de las caren­cias cau­sa­das por la geo­gra­fía, y que son agra­va­das por la desidia del Estado. Pero es al revés. Se tra­ta de un movi­mien­to que deman­da la satis­fac­ción de las nece­si­da­des más acu­cian­tes de los chi­le­nos. Las con­di­cio­nes de ais­la­mien­to, de aban­dono, sola­men­te ampli­fi­can la urgen­cia de las rei­vin­di­ca­cio­nes. Trabajo, edu­ca­ción, salud, vivien­da, jus­ti­cia, y el dere­cho de deci­dir: son exi­gen­cias comu­nes a todas las ciu­da­des y pue­blos de Chile.
Lo que vemos no es un con­flic­to en una pro­vin­cia igno­ta. Lo que vemos en Aysén es lucha de clases.

Aysén en la lucha

Declaración del Partido de los Trabajadores Puerto Montt
Desde el archi­pié­la­go de las Guaitecas has­ta Aysén mar­can en las calles reite­ra­da­men­te un esce­na­rio de lucha popu­lar: pobla­do­res, estu­dian­tes, tra­ba­ja­do­res arre­me­ten con fuer­za ante años de olvi­do, caren­cias, alzas indis­cri­mi­na­das de los ele­men­tos bási­cos para sub­sis­tir, empren­den ante las con­se­cuen­cias adop­ta­das por ter­ce­ros que poco y nada cono­cen de las nece­si­da­des de los tra­ba­ja­do­res que actúan en base de man­te­ner sus rela­cio­nes de poder e intereses.

Un mundo nuevo que nace

Hoy arden las calles en Atenas y en las prin­ci­pa­les ciu­da­des de Grecia. Las lla­mas son ati­za­das por un pue­blo que ya ha deja­do de lado las anti­guas pro­me­sas y los nue­vos enga­ños. El fin de la ilu­sio­nes lle­va al hom­bre a enfren­tar su reali­dad. Lo lle­va a reco­no­cer que solo no pue­de resol­ver sus pro­ble­mas, sino que debe hacer­lo como cla­se, como pue­blo, como huma­ni­dad. Ahora esta­mos en la épo­ca de la “macro­po­lí­ti­ca”. Los pue­blos se enfren­tan, no a sus des­di­chas par­ti­cu­la­res, sino a la cri­sis de un sis­te­ma mun­dial. No hay otra alter­na­ti­va. No habrá líde­res bené­vo­los, ni pla­nes fan­tás­ti­cos, ni gran­des o peque­ñas refor­mas que mejo­ren nues­tra situa­ción. Ese mun­do de las ilu­sio­nes vanas agoniza.
En el nue­vo mun­do que nace, sólo vale nues­tro esfuer­zo. Y una orien­ta­ción cla­ra y fun­da­men­tal: el poder.

Mártires

Los sie­te tra­ba­ja­do­res en Carahue pudie­ron ser nues­tros her­ma­nos, nues­tros padres. Su muer­te nos con­mue­ve y nos recuer­da cómo, en esta socie­dad, la con­di­ción huma­na es redu­ci­da a un obje­to, de mayor o menor uti­li­dad. En el caso de estos hom­bres, ser­vían para sal­var las ganan­cias de la fores­tal Mininco, ence­rra­das en tron­cos y ramas.

De Ayacucho a Santa Clara

Nosotros, los tra­ba­ja­do­res, esta­mos habi­tua­dos a levan­tar­nos una y otra vez tras derro­tas suce­si­vas e inter­mi­na­bles, y comen­zar de nue­vo. La expe­rien­cia extraí­da de los reve­ses, con­tra­rio a la sabi­du­ría con­ven­cio­nal, encie­rra esca­sa uti­li­dad. Pero esas glo­rias de Ayacucho y Santa Clara, esa afir­ma­ción de la vida, de lo nue­vo, con­tie­nen las ense­ñan­zas indis­pen­sa­bles sobre la posi­bi­li­dad y el sen­ti­do de nues­tra victoria.